No voy a ser original, pero quiero dejar constancia de mi oposición a regular de una manera más restrictiva el derecho de manifestación.
Cuando los ciudadanos advierten que los gobernantes no atienden el sentir de una parte importante de ellos, tienen como una de las pocas vías para mostrar su opinión la de manifestarse. Por supuesto que esta debe ser pacífica, pero nadie puede afirmar con criterios objetivos, antes de una manifestación, que vaya a ser o no violenta.
No todas las manifestaciones son iguales. En aquellas en las que se defiende el derecho a la vida (es decir, se promueve la prohibición de abortar), habrá muchas más camisas de marca que en la que protesta para conseguir una vivienda digna. Pero ambas son lícitas y defendibles. Y ambos colectivos deben ser prejuzgados como no violentos. Y mientras se limiten a manifestarse en la vía pública y con los permisos correspondientes no hay nada que objetarles.
Queda feo que haya muchas manifestaciones en una ciudad, y más si se producen altercados violentos. Pero la mejor forma de evitarlas es el diálogo y la atención de los gobiernos a los problemas de los ciudadanos. Creo que es mejor prevenir las manifestaciones que tener que reprimirlas.
Es curioso cómo cambia la percepción de los delitos a lo largo de la historia. En los tiempos en que los hombres se mataban unos a otros habitualmente, nadie se preocupaba por definir como delito el insulto.
Cuando el verdadero terrorismo nos ataca de manera esporádica, se tildan de terrorismo actos que no lo son de ninguna manera.