Existe una corriente de opinión que piensa que los políticos no sirven para nada. Es una corriente alentada, paradójicamente, por no pocos políticos conservadores, amigos del liberalismo económico, que se alinean con la idea de que el estado debe ser mínimo.
Se parte de la base de que el político no desarrolla ningún trabajo. Únicamente se limita a asistir a los plenos o comisiones para que cuente su voto. Y parece que en muchos partidos es así. El fortalecimiento de los partidos políticos, debido a las listas cerradas, provoca que los cargos electos se conviertan en peleles al dictado de los máximos dirigentes de los partidos.
Se vacía de contenido el trabajo del político y luego se afirma que no realiza ningún trabajo, por lo que no debería cobrar sueldo. Pero el político sí tiene un gran trabajo que realizar. Debería escuchar a sus votantes y a los que no le votaron. Debería formular proposiciones, representar a su circunscripción, municipio o provincia. También debe estudiar las proposiciones de otros políticos. Debe conocer también los problemas que aquejan a su vecindario, comunidad o país. Y siempre deben estudiar la forma de realizar más con menos.
Pero todos esos trabajos los realizan los aparatos de los partidos, y se los dan mascados a los políticos, que no tienen que pensar, sino simplemente votar lo que su partido quiere. De esta forma, se convierten en monitos, por lo que, desde luego, no merecen cobrar dinero.
Lo cual también es una falacia, porque los políticos que no cobran sueldo, en su mayor parte, cobran unos incentivos por asistencia a plenos y comisiones que son superiores al sueldo de cualquier empleado.
Imaginemos que le quitamos el sueldo a un político de un municipio, que cobra 60.000 euros. Sustituimos ese sueldo por dietas de asistencia a plenos mensuales, de unos 1.500 euros al mes. Si el político es una persona humilde, puede vivir perfectamente con ese dinero y dedicar todo su esfuerzo a sus ciudadanos. Pero si es una persona ambiciosa, mantendrá su empleo o sus negocios aparte de su actividad política, a la que dedicará poco tiempo y poco esfuerzo, y que se verá interferida por la actividad privada del político en cuestión.
Sin embargo, el problema es que, con el tiempo, la tendencia es a hacer desaparecer cualquier emolumento que perciban los políticos. Sólo podrán dedicarse a las políticas quienes tengan su vida económica solucionada. Y los ricos suelen pensar más o menos de la misma manera, por lo que desaparecerá la pluralidad política y reaparecerá el caciquismo.
Propongo, pues, que los políticos cobren un sueldo digno, pero adecuado al trabajo que realizan. Las medidas populistas no solucionarán, sino que empeorarán la situación actual de la clase política.
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