lunes, 23 de mayo de 2016

Cómo se cocinan las encuestas electorales

La cocina de las encuestas electorales, de la que se oye tanto hablar, son los ingredientes que quien realiza una encuesta introduce en la misma para intentar acercarse a lo que realmente sucederá el día en que la gente vaya a votar. Vamos a dar una posible receta:

1. Elegir la muestra. Cuando se hace una encuesta no se pregunta a toda la población, porque sería muy caro y no más fiable que una encuesta normal. Por eso se elige una muestra, un subconjunto de la población que, en teoría, representa a toda ella. Si la población son 20 millones y elegimos a 2000 personas, lo que diga uno de los encuestados representa a lo que votarán 10000 electores. Pero si se hace una encuesta por teléfono, por ejemplo, resulta que se encontrará más gente mayor y mujeres, que pasan más tiempo en casa; también menos jóvenes, que a veces no tienen ni teléfono fijo. Además, hay grupos de población que son más reacios a contestar preguntas. Esto nos dará casi siempre una muestra sesgada (demasiado sosa o demasiado salada), que habrá que corregir después.

2. Intención directa de voto. Es el ingrediente principal de la encuesta. La pregunta imprescindible que ha de hacerse a los miembros de la muestra: ¿Si mañana fuera el día de las elecciones, a quién votaría usted?. Es una cuestión que se contesta casi instintivamente. Pero hay mucha gente que no responde a ella, porque no quiere o porque no se ha decidido todavía. Si todos dijeran a quién van a votar no haría falta cocinar. La labor del cocinero es averiguar lo que harán el día de las elecciones aquellos que no han respondido a la pregunta directa sobre el sentido del voto.

3. Cercanía a un partido. Este ingrediente es otra pregunta del estilo ¿Las ideas de qué partido son más cercanas a las suyas? o ¿por qué partido siente usted más simpatía?. Si una persona no contestó a la intención directa de voto pero sí a esta pregunta, en muchas encuestas se suma esta respuesta a la intención de voto del partido nombrado. Esto es porque a medida que se acercan las elecciones la gente empieza a tener dudas o no tiene completamente decidido su voto, pero lo más normal es que vote al partido por el que siempre ha tenido más simpatía.

4. Recuerdo de voto. Es necesario saber a quién votaron los encuestados en las elecciones anteriores, sobre todo para corregir el sesgo de la muestra, que es como corregir el punto de sal. Imaginemos que en las anteriores elecciones el 30% de las personas votaron al PP. Sin embargo, de las personas que hemos encuestado ahora, un 60% nos dice que votó a ese partido. Entonces, simplificando, debemos dividir por dos lo que haya dicho este conjunto de encuestados, para que su opinión se aproxime más al peso de los que votaron al PP en el conjunto de la población.

5. El tamaño de la circunscripción. No, esto no tiene nada que ver con el prepucio y el glande (eso es la circuncisión). La circunscripción es el distrito electoral en el que se cuentan los votos para asignar los diputados. En las elecciones generales la circunscripción es la provincia. Dependiendo de dónde nos encontremos se necesitarán más o menos votos para obtener un diputado. Por ejemplo, en las elecciones de diciembre de 2015, en la provincia de Teruel votaron 78.500 personas para repartir tres diputados. El PP, que obtuvo 2, sólo necesitó 14.112 votos por diputado. Sin embargo, en Madrid votaron 3.621.374 a 36 diputados; para conseguir 13, el PP necesitó 92.603 votos por diputado. Es preciso, por tanto, tener en cuenta en la encuesta dónde vive la gente a la que se pregunta. Suele producirse que los partidos tradicionales tienen ventaja en zonas rurales, donde se necesitan menos votos por diputado, sacando mejor provecho del sistema electoral actual.

6. La abstención. En las encuestas hay que predecir también la abstención que se va a producir, que puede variar el signo de unas elecciones. Tradicionalmente, cuando hay muy poca abstención es probable que vaya a producir un cambio en el gobierno. En España, según los estudios que se han realizado durante los años de democracia, la abstención favorece al partido mayoritario de derechas, actualmente al PP. Las diatribas que se lanzan diciendo que todos los políticos son iguales con el fin de incentivar la abstención, influyen en las clases populares, que suelen votar más a los partidos de izquierdas. Sin embargo, los votantes tradicionales de la derecha saben que eso no es así y que es muy importante ir siempre a votar. Si no que se lo digan a los que dirigen ciertas residencias de ancianos, en las que todos votan siempre aunque no sepan en qué día viven o dónde están.

7. Pon algo de tu cosecha. Toda receta debe tener un toque personal. Está estudiado que, casualidades de la vida, los sondeos internos que realizan los partidos suelen ser optimistas con el voto que va a recibir el partido que encargó la encuesta. También los medios de comunicación de un signo o de otro, no sé si por casualidad o por maquillaje, publican encuestas que refuerzan sus convicciones. Porque las encuestas influyen en los votantes. Os dejo dos palabrejas que se usan mucho en este ámbito: el efecto bandwagon es votar al partido que va a ganar y el efecto underdog es votar al partido que va perdiendo. En mi modesta opinión, la gente poco informada (la mayoría) prefiere votar al que ganará. He visto con mis propios ojos a una pareja que, para obtener mejor atención, le decía a un funcionario: "Nosotros siempre votamos al partido", pensando que los funcionarios obtienen su empleo por pertenecer a un partido.

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