Sepúlveda, en la provincia de Segovia, se encuentra en la lista de los pueblos más bonitos de España. Es muy agradable pasar un día recorriendo sus calles y los parajes que la rodean, comiendo bien y saboreando el ambiente castellano que emana de sus calles medievales. Vamos a recordar siete lugares que visité durante mi última estancia allí:
1. Castillo de Fernán González. Situado en la Plaza de España o Plaza Mayor, centro neurálgico del pueblo, sólo quedan de él tres torreones redondos. Sobre el del centro se alza una pequeña espadaña con dos campanas, donde anidan las cigüeñas. Por el nombre que tiene podemos deducir que es una construcción del siglo X, de la época en que Fernán González, conde de Castilla, pasó por estas tierras. Por delante del castillo, y adosado a él, un edificio con reloj y balconada parece esperar a un alcalde que nos dé un discurso o el pregón de las fiestas.
2. La Iglesia de San Bartolomé se encuentra en un montículo. Se accede a ella por una escalinata junto a la que se asienta un crucero. Cuando terminas de subir y llegas a la entrada puedes ver una bonita vista de la plaza mayor. Es una iglesia románica de una nave, que tiene una torre y que se conserva en buenas condiciones después de muchas modificaciones a través de los siglos.
3. Paseando por las calles del pueblo te encuentras la Iglesia de Santiago, románica, que actualmente alberga en su interior la Casa del Parque, que es el centro de interpretación del Parque Natural de las Hoces del río Duratón. Su portada principal es renacentista y conserva una escultura que no es la del Apóstol Santiago, sino la de San Juan Bautista.
4. Restaurante Fogón del Azogue. En un rinconcito de Sepúlveda podemos encontrar este lugar, con una terraza acristalada desde la que se observan estupendas vistas de la ciudad y la comarca que la rodea. Sirven la típica comida de la zona. Por un precio asequible puedes comer bien, sin grandes lujos. El cordero está muy bueno. Los empleados te tratan con cortesía sin agobiar. Recomendable, aunque no hayan descubierto la sopa de ajo.
5. La Iglesia del Salvador se encuentra en un pequeño cerro saliendo del pueblo. Cuesta un poco subir la escalinata hasta allí, pero merece la pena. De estilo románico (incluso prerrománico) y comenzada a construir nada menos que en el siglo XI, fue modificada en varias etapas hasta el XVI. Destaca la galería de arcos en un lado de la iglesia, que fue probablemente construida en el siglo XII y que la distingue de la mayoría de las construcciones religiosas del mismo estilo.
6. No se puede uno marchar de Sepúlveda sin visitar las hoces del río Duratón. Hay que ir en coche por una carretera sin asfaltar hasta una aparcamiento, en el que coges a pie un camino de unos pocos kilómetros desde el que se divisa la vista más típica de las hoces, con los meandros hundidos entre las altas paredes donde nidifican los buitres leonados. Con unos prismáticos puedes ver las majestuosas aves que sobrevuelan al paseante.
7. Al final del camino desde el que podemos ver la parte más conocida de las hoces, y tras atravesar un puente, entramos en la ermita de San Frutos. Se encuentra situada sobre una roca que domina un meandro espectacular, pues su curva es de casi 180 grados. Construida en el siglo XI a partir de un templo visigodo, fue convento de monjes, pero en la actualidad está deshabitada y medio en ruinas. Sin embargo, la vista desde la parte de atrás de la ermita es tan impresionante que, solo por eso, merece la pena el paseo. Procura ir cuando no haya mucha gente o cuando esta sea silenciosa, y escucha los sonidos de la naturaleza, respira el aire y observa todo alrededor. La sensación de paz te acompañará durante días.
1. Castillo de Fernán González. Situado en la Plaza de España o Plaza Mayor, centro neurálgico del pueblo, sólo quedan de él tres torreones redondos. Sobre el del centro se alza una pequeña espadaña con dos campanas, donde anidan las cigüeñas. Por el nombre que tiene podemos deducir que es una construcción del siglo X, de la época en que Fernán González, conde de Castilla, pasó por estas tierras. Por delante del castillo, y adosado a él, un edificio con reloj y balconada parece esperar a un alcalde que nos dé un discurso o el pregón de las fiestas.
2. La Iglesia de San Bartolomé se encuentra en un montículo. Se accede a ella por una escalinata junto a la que se asienta un crucero. Cuando terminas de subir y llegas a la entrada puedes ver una bonita vista de la plaza mayor. Es una iglesia románica de una nave, que tiene una torre y que se conserva en buenas condiciones después de muchas modificaciones a través de los siglos.
3. Paseando por las calles del pueblo te encuentras la Iglesia de Santiago, románica, que actualmente alberga en su interior la Casa del Parque, que es el centro de interpretación del Parque Natural de las Hoces del río Duratón. Su portada principal es renacentista y conserva una escultura que no es la del Apóstol Santiago, sino la de San Juan Bautista.
4. Restaurante Fogón del Azogue. En un rinconcito de Sepúlveda podemos encontrar este lugar, con una terraza acristalada desde la que se observan estupendas vistas de la ciudad y la comarca que la rodea. Sirven la típica comida de la zona. Por un precio asequible puedes comer bien, sin grandes lujos. El cordero está muy bueno. Los empleados te tratan con cortesía sin agobiar. Recomendable, aunque no hayan descubierto la sopa de ajo.
5. La Iglesia del Salvador se encuentra en un pequeño cerro saliendo del pueblo. Cuesta un poco subir la escalinata hasta allí, pero merece la pena. De estilo románico (incluso prerrománico) y comenzada a construir nada menos que en el siglo XI, fue modificada en varias etapas hasta el XVI. Destaca la galería de arcos en un lado de la iglesia, que fue probablemente construida en el siglo XII y que la distingue de la mayoría de las construcciones religiosas del mismo estilo.
6. No se puede uno marchar de Sepúlveda sin visitar las hoces del río Duratón. Hay que ir en coche por una carretera sin asfaltar hasta una aparcamiento, en el que coges a pie un camino de unos pocos kilómetros desde el que se divisa la vista más típica de las hoces, con los meandros hundidos entre las altas paredes donde nidifican los buitres leonados. Con unos prismáticos puedes ver las majestuosas aves que sobrevuelan al paseante.
7. Al final del camino desde el que podemos ver la parte más conocida de las hoces, y tras atravesar un puente, entramos en la ermita de San Frutos. Se encuentra situada sobre una roca que domina un meandro espectacular, pues su curva es de casi 180 grados. Construida en el siglo XI a partir de un templo visigodo, fue convento de monjes, pero en la actualidad está deshabitada y medio en ruinas. Sin embargo, la vista desde la parte de atrás de la ermita es tan impresionante que, solo por eso, merece la pena el paseo. Procura ir cuando no haya mucha gente o cuando esta sea silenciosa, y escucha los sonidos de la naturaleza, respira el aire y observa todo alrededor. La sensación de paz te acompañará durante días.