Para las personas (pobres) que viven en España (y cuando digo pobres incluyo a aquellas que se creen clase media) el acceso a la primera vivienda es uno de los mayores problemas económicos que tendrán que resolver a lo largo de su vida. Vamos a examinar el asunto.
1. El precio de la vivienda sube por encima del aumento de los salarios. Tras unos años en los que los precios de los inmuebles bajaron tanto para el alquiler como para la compra, la vivienda en venta ha comenzado a subir desde el 2016 entre un 5 y un 10% anual. En cuanto al alquiler, el precio se ha incrementado en 2017 una media del 9%. Los salarios subieron en ese mismo año un 0,5% de media. Y el aumento del salario mínimo no haría que los colectivos con menos recursos pudieran acceder a más viviendas de alquiler pues, con una oferta escasa y una demanda creciente, los caseros serían grandes beneficiarios de la subida de salarios, porque podrían subir los alquileres.
2. La precariedad laboral complica también el acceso de los jóvenes a su primera vivienda. Una de las consecuencias de la política de recortes y de austeridad que los poderosos se inventaron, en teoría, para paliar la crisis, es que a los grupos de inferior edad les cuesta muchísimo alcanzar un contrato indefinido que les proporciones un mínimo de estabilidad económica. Y es que casi un 25% de los jóvenes que tienen trabajo son pobres (poseen una renta inferior al 60% de la renta mediana nacional), porque el empleo es de pésima calidad.
3. Existe poca oferta y mucha demanda de viviendas de alquiler, lo que descompensa el principio básico de la economía de mercado. La irrupción de los llamados pisos turísticos perjudica al volumen de la oferta de alquiler residencial. Muchos pisos que se alquilaban para residentes están dejando de cumplir su labor social cuando se intentan arrendar ahora a los visitantes esporádicos, saliendo del mercado del alquiler, lo que dispara los precios de este tipo de contratos. Los centros de las ciudades más turísticas se están vaciando de vecinos.
4. Los españoles seguimos pensando (7 de cada 10), que es mejor comprar que alquilar. Por eso muchos quieren cambiar de alquiler a propiedad. Alquilar tiene ciertas ventajas: no se necesitan ahorros previos, permite una mayor flexibilidad y tiene más ventajas fiscales. La compra te da una seguridad frente a la jubilación y libertad para modificar la casa.
5. Pero para comprar una casa hay que haber juntado un dinerito, tener un ahorro previo. El banco sólo te va a conceder un préstamo sobre el 80% del valor de tasación, que suele ser menor que el de venta. Hay que tener ahorrado también el importe correspondiente a los impuestos derivados de la compraventa, que puede ser un 15% del precio. En total, para ir seguro, habría que tener ahorrado un 45% del precio de compra. Es decir, que para un piso de 150.000 euros habría que haber ahorrado 67.500. Después, es recomendable no gastar más del 35% del sueldo en pagar la hipoteca. Es decir, si ganas 1.500 euros, no deberías pagar más de 525 euros de cuota mensual.
6. Empezamos a vivir una nueva burbuja inmobiliaria. Con los actuales tipos de interés, sale más económico comprar una vivienda que alquilarla. Resulta barato suscribir una hipoteca a interés fijo, que se podría compensar con el control actual de la inflación. La rentabilidad del ladrillo puede llegar a superar el 7% anual, con lo que multitud de inversores llevarán sus activos a este sector, provocando una subida de precios no justificada, pues ni los salarios ni la inflación suben. La historia tiende a repetirse.
7. Las cláusulas suelo y la reforma del mercado hipotecario. Las clásulas suelo eran unas estipulaciones que aparecían en casi todas las hipotecas y que decían que, si el interés bajaba por debajo de una tasa, tu hipoteca no bajaba hasta esa tasa, sino sólo hasta un suelo determinado en la escritura. La justicia ha dictaminado que son ilegales, lo que ha hecho que se encarezcan las hipotecas, porque los bancos, como siempre, deben guardarse las espaldas. Ya sabemos que un banco no puede quebrar. Y si quiebra, el Estado se suele hacer cargo de él, es decir, los ciudadanos nos hacemos cargo de sus deudas.
1. El precio de la vivienda sube por encima del aumento de los salarios. Tras unos años en los que los precios de los inmuebles bajaron tanto para el alquiler como para la compra, la vivienda en venta ha comenzado a subir desde el 2016 entre un 5 y un 10% anual. En cuanto al alquiler, el precio se ha incrementado en 2017 una media del 9%. Los salarios subieron en ese mismo año un 0,5% de media. Y el aumento del salario mínimo no haría que los colectivos con menos recursos pudieran acceder a más viviendas de alquiler pues, con una oferta escasa y una demanda creciente, los caseros serían grandes beneficiarios de la subida de salarios, porque podrían subir los alquileres.
2. La precariedad laboral complica también el acceso de los jóvenes a su primera vivienda. Una de las consecuencias de la política de recortes y de austeridad que los poderosos se inventaron, en teoría, para paliar la crisis, es que a los grupos de inferior edad les cuesta muchísimo alcanzar un contrato indefinido que les proporciones un mínimo de estabilidad económica. Y es que casi un 25% de los jóvenes que tienen trabajo son pobres (poseen una renta inferior al 60% de la renta mediana nacional), porque el empleo es de pésima calidad.
3. Existe poca oferta y mucha demanda de viviendas de alquiler, lo que descompensa el principio básico de la economía de mercado. La irrupción de los llamados pisos turísticos perjudica al volumen de la oferta de alquiler residencial. Muchos pisos que se alquilaban para residentes están dejando de cumplir su labor social cuando se intentan arrendar ahora a los visitantes esporádicos, saliendo del mercado del alquiler, lo que dispara los precios de este tipo de contratos. Los centros de las ciudades más turísticas se están vaciando de vecinos.
4. Los españoles seguimos pensando (7 de cada 10), que es mejor comprar que alquilar. Por eso muchos quieren cambiar de alquiler a propiedad. Alquilar tiene ciertas ventajas: no se necesitan ahorros previos, permite una mayor flexibilidad y tiene más ventajas fiscales. La compra te da una seguridad frente a la jubilación y libertad para modificar la casa.
5. Pero para comprar una casa hay que haber juntado un dinerito, tener un ahorro previo. El banco sólo te va a conceder un préstamo sobre el 80% del valor de tasación, que suele ser menor que el de venta. Hay que tener ahorrado también el importe correspondiente a los impuestos derivados de la compraventa, que puede ser un 15% del precio. En total, para ir seguro, habría que tener ahorrado un 45% del precio de compra. Es decir, que para un piso de 150.000 euros habría que haber ahorrado 67.500. Después, es recomendable no gastar más del 35% del sueldo en pagar la hipoteca. Es decir, si ganas 1.500 euros, no deberías pagar más de 525 euros de cuota mensual.
6. Empezamos a vivir una nueva burbuja inmobiliaria. Con los actuales tipos de interés, sale más económico comprar una vivienda que alquilarla. Resulta barato suscribir una hipoteca a interés fijo, que se podría compensar con el control actual de la inflación. La rentabilidad del ladrillo puede llegar a superar el 7% anual, con lo que multitud de inversores llevarán sus activos a este sector, provocando una subida de precios no justificada, pues ni los salarios ni la inflación suben. La historia tiende a repetirse.
7. Las cláusulas suelo y la reforma del mercado hipotecario. Las clásulas suelo eran unas estipulaciones que aparecían en casi todas las hipotecas y que decían que, si el interés bajaba por debajo de una tasa, tu hipoteca no bajaba hasta esa tasa, sino sólo hasta un suelo determinado en la escritura. La justicia ha dictaminado que son ilegales, lo que ha hecho que se encarezcan las hipotecas, porque los bancos, como siempre, deben guardarse las espaldas. Ya sabemos que un banco no puede quebrar. Y si quiebra, el Estado se suele hacer cargo de él, es decir, los ciudadanos nos hacemos cargo de sus deudas.