No me gusta viajar de noche, porque mi transporte no es el más moderno del mundo, pero no tuvieron preparada la mercancía hasta las siete de la tarde. Esta vez tenía que viajar a Cali, pasando antes por Medellín.
La primera etapa del viaje es fácil. Se trata de una zona que conozco como la palma de mi mano, así que casi nada me sorprende, aunque alguna vez he tenido contratiempos allí. Sin embargo, esta vez todo fluyó como la seda y llegué a Medellín a tiempo de recoger el segundo bulto que debía transportar hasta mi destino final.
Ahora empezaba lo bueno. De Medellín a Cali hay que atravesar una zona llena de peligros que pueden dar al traste con cualquier misión, por muy preparado que estés. Nunca puedes saber lo que te espera en unos lugares tan mal desarrollados.
Me protegí utilizando todas las defensas corporales que puedo permitirme y salí a toda velocidad hacia mi destino. La noche era tropical, pero empapada de lluvia. Siempre veo sombras que acechan en la oscuridad, pero esta vez, quizá por el valor de lo que portaba, mi paranoia se intensificó.
El susto llegó a la vuelta de una curva. Un coche negro se abalanzó sobre mí. Claramente intentaba echarme de la calzada. Yo sabía lo que quería, pero no podía permitirlo. Soy un gran conductor y estoy muy entrenado. No voy a recrearme ahora en cómo me libré de mi perseguidor, pero en pocos segundos el miedo cambió de bando.
Así que llegué a la calle Cali sin mayor contratiempo. Es cierto que Hortaleza es uno de los peores barrios de Madrid para la entrega, por sus calles estrechas y su mala iluminación, pero mi trayecto desde la calle Cartagena, pasando por la calle Medellín, terminó bien. No siempre es así. Numerosos peligros acechan al repartidor en la gran ciudad.
La primera etapa del viaje es fácil. Se trata de una zona que conozco como la palma de mi mano, así que casi nada me sorprende, aunque alguna vez he tenido contratiempos allí. Sin embargo, esta vez todo fluyó como la seda y llegué a Medellín a tiempo de recoger el segundo bulto que debía transportar hasta mi destino final.
Ahora empezaba lo bueno. De Medellín a Cali hay que atravesar una zona llena de peligros que pueden dar al traste con cualquier misión, por muy preparado que estés. Nunca puedes saber lo que te espera en unos lugares tan mal desarrollados.
Me protegí utilizando todas las defensas corporales que puedo permitirme y salí a toda velocidad hacia mi destino. La noche era tropical, pero empapada de lluvia. Siempre veo sombras que acechan en la oscuridad, pero esta vez, quizá por el valor de lo que portaba, mi paranoia se intensificó.
El susto llegó a la vuelta de una curva. Un coche negro se abalanzó sobre mí. Claramente intentaba echarme de la calzada. Yo sabía lo que quería, pero no podía permitirlo. Soy un gran conductor y estoy muy entrenado. No voy a recrearme ahora en cómo me libré de mi perseguidor, pero en pocos segundos el miedo cambió de bando.
Así que llegué a la calle Cali sin mayor contratiempo. Es cierto que Hortaleza es uno de los peores barrios de Madrid para la entrega, por sus calles estrechas y su mala iluminación, pero mi trayecto desde la calle Cartagena, pasando por la calle Medellín, terminó bien. No siempre es así. Numerosos peligros acechan al repartidor en la gran ciudad.
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