El mes de julio de 2019 lo pasamos casi completo visitando diversos lugares de la costa cantábrica, en las comunidades de Asturias, Cantabria y el País Vasco. Algunos nos gustaron, como Ajo, otros nos decepcionaron, como Solares o Santoña, pueblo este último del que teníamos un recuerdo mucho más agradable, pero que encontramos muy abandonado. Sin embargo, ciertos lugares nos volvieron a conmover o nos conmovieron por primera vez. Aquí os dejo mis impresiones de siete de ellos, que nunca había comentado, ordenados de Oeste a Este. Como siempre, no contaré nada que no haya visto ni tocado en persona. Así que esto no puede considerarse una guía de viajes, sino los recuerdos de un visitante tranquilo.
1. Ribadesella. El pueblo turístico por excelencia de Asturias contiene la playa de Santa Marina, de fina arena y con un precioso paseo. Allí se encuentra el Hotel Don Pepe, tranquilo y bien atendido. Imprescindible en Ribadesella es visitar la cueva de Tito Bustillo, eso sí, reservando con unas semanas de antelación. El recorrido y las pinturas rupestres te dejan con la boca abierta. Conviene acercarse también a la cuevona. Te sorprenderá su tamaño y el entorno. Para tomar algo acompañado de un culín de sidra, la calle de los Marqueses de Argüelles, junto al mar, está llena de bares y restaurantes, aunque por las calles del pueblo se pueden descubrir muchos otros. Allí he tomado las mejores navajas del mundo. El paseo hasta la ermita de la Virgen de la Guía es muy recomendable y tiene la sorpresa de los azulejos dibujados por Mingote.
2. Comillas. Es este un pueblo costero que merecería sólo la pena visitar por la casa denominada "El Capricho", diseñada por Gaudí. Ya por fuera es espectacular, pero conviene seguir una visita guiada para que te expliquen bien su historia y el motivo de su originalísimo diseño. Es curioso saber que pertenece a una empresa privada japonesa cuyos dueños, parece ser que multimillonarios, gustan de vivir en Comillas y trabajar todo el año en la casa. El Palacio de Sobrellano palidece al lado de El Capricho, pero su visita también es interesante. Conviene pasear por el pueblo para disfrutar de sus edificios y acercarse al mirador de Santa Lucía, desde cuya ermita tendréis unas vistas magníficas de la playa. Comimos en el Restaurante Quique, al comienzo de la Calle Infantas, donde probamos el cocido montañés. A los restaurantes de estos sitios turísticos es mejor acudir a la una o una y media, porque todavía no tienen muchos clientes y la atención es bastante mejor que a las dos y media o las tres.
3. Liérganes. Considerado uno de los más bonitos de España, este pueblo cántabro destaca por su núcleo urbano declarado de interés histórico-artístico, donde se puede pasear con sosiego. Por supuesto hay que acercarse al molino donde te cuentan la leyenda del hombre pez, cuya estatua se encuentra debajo de uno de los puentes más fotografiados de la región, el puente romano sobre el río Miera.
4. Liendo-Ramales de la Victoria. Una pequeña ruta nos llevó a visitar en un día estos dos pueblos. Liendo se encuentra incrustado entre las montañas y el mar. Su valle se ve precioso desde los miradores circundantes y el pueblo es tranquilo y está bien conservado. Merece la pena acercarse al mirador de San Julián, desde donde verás la cala del mismo nombre y los acantilados más altos de la región. Ramales de la Victoria nos acogió con una tromba de agua, por lo que no pudimos pasear tranquilamente por sus calles, pero sí comprobamos que mantiene ese aire cantábrico de piedra tan relajante. Cerca del pueblo hay muchas cuevas, pero no pretendíamos ni acercarnos. Buscábamos el mejor restaurante y nos metimos en El Ronquillo. Pensábamos comer por todo lo alto. Pero como no íbamos vestidos de domingo sólo nos ofrecieron el menú, que no estaba mal. Sin embargo, al terminar de comer preguntamos y nos dijeron ¡Ah! ¿Queríais comer a la carta? Nos habían prejuzgado por ir en vaqueros. Ay, ay, ay.
5. Castro Urdiales. En este animado pueblo aparcamos el coche en la playa urbana de Brazomar, y desde allí anduvimos por todo el paseo marítimo, lleno de gente, bares y jardines, divisando la silueta del castillo y la iglesia, que se encuentran al otro lado del puerto. Llegamos hasta la plaza del ayuntamiento, donde comienza el barrio más antiguo de la villa. Hay un gran ambiente y parece un lugar para visitar con más detenimiento.
6. Getxo-Portugalete. A cada lado del Abra, estuario del río Nervión, ya convertido en ría de Bilbao, se encuentran estas dos poblaciones; Getxo más señorial, Portugalete más humilde. Empezamos visitando el Puerto Viejo de Getxo, con sus callejones empinados y sus bares. Después, andando por el paseo, junto a la playa de Arrigunaga, puedes ver una serie de preciosos palacetes mandados construir por los indianos, que volvían ricos de América. Llegarás al final al puente de Vizcaya, maravilla de la ingeniería, por el que cruzarás la ría hasta Portugalete. Allí también puedes pasear junto al agua hasta Santurce, o entrar en la preciosa oficina de turismo, instalada en una antigua estación de tren. Eso sí, hay que ir parando en los pocos sitios de pintxos que encontrarás por el paseo. En Getxo paramos en La Ola y en el restaurante El Puente; en Portugalete tomamos algo en el Puerto Deportivo, que tiene una estupenda terraza con magníficas vistas, y en el Gran Hotel Puente Colgante.
7. Bilbao. Es esta una ciudad más bonita de lo que me esperaba. Nada que ver con la Bilbao sucia de los años 70 y 80 del siglo XX. Es moderna y limpia, y encontraréis edificios de gran belleza en el centro de la ciudad. La visita al museo Guggenheim merece la pena, aunque sólo sea por la originalidad de su arquitectura. Por dentro, arte moderno. Por fuera, algunas esculturas icónicas, como el perrito o la araña. Después aparcamos el coche en el centro y cruzamos la ría para dirigirnos al Casco Viejo, donde probamos pintxos exquisitos en la Plaza Nueva. Allí entramos en Sorginzulo, en el Bar Charly y en el Café Bar Bilbao. Después paseamos por las siete calles para llegar al Mercado de la Ribera, donde sólo pudimos ya tomar algo en la cervecería Arambarri, porque íbamos llenísimos. Os puedo asegurar que los pintxos en Bilbao son de otro nivel.
1. Ribadesella. El pueblo turístico por excelencia de Asturias contiene la playa de Santa Marina, de fina arena y con un precioso paseo. Allí se encuentra el Hotel Don Pepe, tranquilo y bien atendido. Imprescindible en Ribadesella es visitar la cueva de Tito Bustillo, eso sí, reservando con unas semanas de antelación. El recorrido y las pinturas rupestres te dejan con la boca abierta. Conviene acercarse también a la cuevona. Te sorprenderá su tamaño y el entorno. Para tomar algo acompañado de un culín de sidra, la calle de los Marqueses de Argüelles, junto al mar, está llena de bares y restaurantes, aunque por las calles del pueblo se pueden descubrir muchos otros. Allí he tomado las mejores navajas del mundo. El paseo hasta la ermita de la Virgen de la Guía es muy recomendable y tiene la sorpresa de los azulejos dibujados por Mingote.
2. Comillas. Es este un pueblo costero que merecería sólo la pena visitar por la casa denominada "El Capricho", diseñada por Gaudí. Ya por fuera es espectacular, pero conviene seguir una visita guiada para que te expliquen bien su historia y el motivo de su originalísimo diseño. Es curioso saber que pertenece a una empresa privada japonesa cuyos dueños, parece ser que multimillonarios, gustan de vivir en Comillas y trabajar todo el año en la casa. El Palacio de Sobrellano palidece al lado de El Capricho, pero su visita también es interesante. Conviene pasear por el pueblo para disfrutar de sus edificios y acercarse al mirador de Santa Lucía, desde cuya ermita tendréis unas vistas magníficas de la playa. Comimos en el Restaurante Quique, al comienzo de la Calle Infantas, donde probamos el cocido montañés. A los restaurantes de estos sitios turísticos es mejor acudir a la una o una y media, porque todavía no tienen muchos clientes y la atención es bastante mejor que a las dos y media o las tres.
3. Liérganes. Considerado uno de los más bonitos de España, este pueblo cántabro destaca por su núcleo urbano declarado de interés histórico-artístico, donde se puede pasear con sosiego. Por supuesto hay que acercarse al molino donde te cuentan la leyenda del hombre pez, cuya estatua se encuentra debajo de uno de los puentes más fotografiados de la región, el puente romano sobre el río Miera.
4. Liendo-Ramales de la Victoria. Una pequeña ruta nos llevó a visitar en un día estos dos pueblos. Liendo se encuentra incrustado entre las montañas y el mar. Su valle se ve precioso desde los miradores circundantes y el pueblo es tranquilo y está bien conservado. Merece la pena acercarse al mirador de San Julián, desde donde verás la cala del mismo nombre y los acantilados más altos de la región. Ramales de la Victoria nos acogió con una tromba de agua, por lo que no pudimos pasear tranquilamente por sus calles, pero sí comprobamos que mantiene ese aire cantábrico de piedra tan relajante. Cerca del pueblo hay muchas cuevas, pero no pretendíamos ni acercarnos. Buscábamos el mejor restaurante y nos metimos en El Ronquillo. Pensábamos comer por todo lo alto. Pero como no íbamos vestidos de domingo sólo nos ofrecieron el menú, que no estaba mal. Sin embargo, al terminar de comer preguntamos y nos dijeron ¡Ah! ¿Queríais comer a la carta? Nos habían prejuzgado por ir en vaqueros. Ay, ay, ay.
5. Castro Urdiales. En este animado pueblo aparcamos el coche en la playa urbana de Brazomar, y desde allí anduvimos por todo el paseo marítimo, lleno de gente, bares y jardines, divisando la silueta del castillo y la iglesia, que se encuentran al otro lado del puerto. Llegamos hasta la plaza del ayuntamiento, donde comienza el barrio más antiguo de la villa. Hay un gran ambiente y parece un lugar para visitar con más detenimiento.
6. Getxo-Portugalete. A cada lado del Abra, estuario del río Nervión, ya convertido en ría de Bilbao, se encuentran estas dos poblaciones; Getxo más señorial, Portugalete más humilde. Empezamos visitando el Puerto Viejo de Getxo, con sus callejones empinados y sus bares. Después, andando por el paseo, junto a la playa de Arrigunaga, puedes ver una serie de preciosos palacetes mandados construir por los indianos, que volvían ricos de América. Llegarás al final al puente de Vizcaya, maravilla de la ingeniería, por el que cruzarás la ría hasta Portugalete. Allí también puedes pasear junto al agua hasta Santurce, o entrar en la preciosa oficina de turismo, instalada en una antigua estación de tren. Eso sí, hay que ir parando en los pocos sitios de pintxos que encontrarás por el paseo. En Getxo paramos en La Ola y en el restaurante El Puente; en Portugalete tomamos algo en el Puerto Deportivo, que tiene una estupenda terraza con magníficas vistas, y en el Gran Hotel Puente Colgante.
7. Bilbao. Es esta una ciudad más bonita de lo que me esperaba. Nada que ver con la Bilbao sucia de los años 70 y 80 del siglo XX. Es moderna y limpia, y encontraréis edificios de gran belleza en el centro de la ciudad. La visita al museo Guggenheim merece la pena, aunque sólo sea por la originalidad de su arquitectura. Por dentro, arte moderno. Por fuera, algunas esculturas icónicas, como el perrito o la araña. Después aparcamos el coche en el centro y cruzamos la ría para dirigirnos al Casco Viejo, donde probamos pintxos exquisitos en la Plaza Nueva. Allí entramos en Sorginzulo, en el Bar Charly y en el Café Bar Bilbao. Después paseamos por las siete calles para llegar al Mercado de la Ribera, donde sólo pudimos ya tomar algo en la cervecería Arambarri, porque íbamos llenísimos. Os puedo asegurar que los pintxos en Bilbao son de otro nivel.