Desde hace un tiempo he notado que me sigue un coche. Es uno de esos que ahora llaman SUV, que son como todoterrenos, pero hechos para andar por la ciudad y divisar a los otros vehículos desde un lugar más alto. Este tiene un precioso color cereza brillante, está limpio limpio y sus faros, que parecen ojos entrecerrados, le dan un aspecto un poco agresivo, por lo que puede servir tanto para un joven ejecutivo como para una mamá trabajadora.
Cuando saco mi coche del garaje de la urbanización ya está rodeando la esquina de mi calle para seguirme. Cuando llego al trabajo lo suelo ver ya aparcando cerca. Si salgo un fin de semana al centro se encuentra parado en un semáforo. Está en todas partes. Además, en las calles de la ciudad, numerosos carteles anuncian un modelo igual, recordándomelo constantemente.
Sin embargo, nunca consigo distinguir la numeración de la matrícula, por si tengo que denunciarlo. Sé que tiene un siete, pero el resto de los números yo creo que los lleva tapados con barro, porque son difusos y borrosos. Tampoco llego a atisbar con claridad cómo es la persona que conduce. A veces me parece una chica rubia, pero otras creo ver un tío con barba. En cualquier caso, la situación me está llevando al límite.
Por eso ayer salí a las tres de la madrugada de casa y, comprobando que estaba aparcado en la acera de enfrente, le pinché las dos ruedas delanteras. Pero hoy, cuando he salido del garaje, muerto de sueño, lo he vuelto a ver girando la esquina de mi calle. El tío es persistente, pero no sé qué quiere.
Han pasado varios meses de persecución continua y ya no podía soportarlo más. Durante tres frías mañanas me he ocultado detrás del segundo semáforo a la entrada de la urbanización para esperar a mi acosador. Los dos primeros días ha pasado con luz verde, pero hoy, cuando ha parado, me he colado por la puerta trasera del coche y le he rebanado el cuello con un cuchillo. Después, huyendo entre las sombras de la madrugada, he dado un gran rodeo por el parque para volver a casa.
Y lo peor es que he tenido que repetirlo, porque el conductor fue sustituido por otro, al que también tuve que degollar. Cuando iba a hacerlo con el tercero la policía me ha detenido. Desde la parte trasera del coche patrulla observo cómo estamos rodeados por varios conductores que me miran y sonríen desde sus relucientes coches color cereza.
Cuando saco mi coche del garaje de la urbanización ya está rodeando la esquina de mi calle para seguirme. Cuando llego al trabajo lo suelo ver ya aparcando cerca. Si salgo un fin de semana al centro se encuentra parado en un semáforo. Está en todas partes. Además, en las calles de la ciudad, numerosos carteles anuncian un modelo igual, recordándomelo constantemente.
Sin embargo, nunca consigo distinguir la numeración de la matrícula, por si tengo que denunciarlo. Sé que tiene un siete, pero el resto de los números yo creo que los lleva tapados con barro, porque son difusos y borrosos. Tampoco llego a atisbar con claridad cómo es la persona que conduce. A veces me parece una chica rubia, pero otras creo ver un tío con barba. En cualquier caso, la situación me está llevando al límite.
Por eso ayer salí a las tres de la madrugada de casa y, comprobando que estaba aparcado en la acera de enfrente, le pinché las dos ruedas delanteras. Pero hoy, cuando he salido del garaje, muerto de sueño, lo he vuelto a ver girando la esquina de mi calle. El tío es persistente, pero no sé qué quiere.
Han pasado varios meses de persecución continua y ya no podía soportarlo más. Durante tres frías mañanas me he ocultado detrás del segundo semáforo a la entrada de la urbanización para esperar a mi acosador. Los dos primeros días ha pasado con luz verde, pero hoy, cuando ha parado, me he colado por la puerta trasera del coche y le he rebanado el cuello con un cuchillo. Después, huyendo entre las sombras de la madrugada, he dado un gran rodeo por el parque para volver a casa.
Y lo peor es que he tenido que repetirlo, porque el conductor fue sustituido por otro, al que también tuve que degollar. Cuando iba a hacerlo con el tercero la policía me ha detenido. Desde la parte trasera del coche patrulla observo cómo estamos rodeados por varios conductores que me miran y sonríen desde sus relucientes coches color cereza.
2 comentarios:
Joder historia !!!! Buenisimasaa
Jopeeeee
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