jueves, 19 de enero de 2017

Siete lugares de Peñafiel y Aranda de Duero

En noviembre de 2016 pasamos un fin de semana en Peñafiel (Valladolid), un pueblo vinícola de la Ribera del Duero. A la vuelta paramos en Aranda de Duero. Hay algunos sitios de la visita que merece la pena recordar:
1. Hotel ATH Ribera del Duero. Es un hotel de tres estrellas que se encuentra a las afueras del pueblo, en la carretera que lo cruza, a un kilómetro del centro pero muy cerca de las bodegas. Su fachada es espectacular y tiene sitio para aparcar. Por dentro no está mal, aunque el salón para el desayuno es pequeño para tanta gente. Ciertos detalles me dieron la impresión de falta de profesionalidad, pero quizá es sólo una sensación mía.
2. Plaza del Coso. Es interesante de ver, porque es cuadrada y no está asfaltada, para que se puedan realizar en ella festejos taurinos. Por eso sus edificios medievales tienen balcones de madera que se abren a la plaza. También, el domingo de resurrección, se celebra en ella la bajada del ángel, ceremonia en la que cuelgan a un niño vestido de blanco de unos cables para que le quite un pañuelo de la cabeza a una imagen de la Virgen. Todo esto lo puedes ver en Cosovisión, espacio situado dentro de uno de los edificios de la plaza, donde te proyectan un corto en el que te explican estas tradiciones, que a muchos nos pueden resultar ridículas, pero que parecen encontrarse muy arraigadas entre las gentes del pueblo.
3. Asados Alonso. Al pasear por las calles de Peñafiel llama la atención el restaurante Asador Molino de Palacios, porque se encuentra situado dentro de un antiguo molino edificado sobre el río, en un entorno natural que parece muy agradable. Pero, naturalmente, no tenías sitio si no habías reservado antes. Encontramos Asados Alonso, en la calle Derecha al Coso, donde compartimos un revuelto de trigueros, habas con jamón y huevos fritos y un solomillo con salsa de pimientos. De postre milhojas. Todo muy rico y a buen precio. Nos ofrecieron el lechazo, que es su especialidad, pero no queríamos una comida copiosa, porque había que seguir haciendo turismo.
4. Bodegas Protos. Por la tarde, visita guiada a las bodegas Protos, que presumen de ser las primeras de la Ribera del Duero y las que dieron nombre a la denominación de origen. Protos tiene dos bodegas conectadas por túneles subterráneos, la tradicional, en el interior del risco sobre el que se ubica el Castillo, y una moderna dentro de un edificio con forma de racimo de uvas. Durante hora y media te guían en una visita muy completa y te acercan al trabajo de los vinateros, hoy enólogos. Al final hay una degustación de verdejo y de crianza, para terminar saliendo por la tienda, donde seguro que compras alguna botellita.
5. Castillo de Peñafiel. Sobre una loma que domina el pueblo se construyó este castillo, que es estrecho y alargado, adaptándose al lugar donde se ubica. Por un módico precio puedes acceder a una visita guiada en la que te cuentan su historia y la de la localidad (aprenderás por qué se llama Peñafiel). Como el castillo se alza sobre dos valles, en un día despejado las vistas desde la torre del homenaje son magníficas. En el interior de la fortaleza se encuentra el museo del vino, que no tiene nada de especial, aunque puedes entretenerte intentando adivinar los diversos olores que pueden aparecer dentro de una botella de buen Ribera.
6. Tío Juanillo (Aranda). El domingo paramos en Aranda de Duero y dimos un paseo por sus empedradas calles. Al llegar a la Plaza de la Constitución nos encontramos con este local, que se hace llamar gastrotaberna y que toma su nombre de la famosa jota Por el puente de Aranda. La decoración es moderna y todo parece muy limpio y profesional. En la barra tienen unos bocadillitos buenísimos y es bastante barato. Además, tiene terraza y en los días soleados es ideal para tomar el aperitivo.
7. El río Duero. Si el tiempo es apacible, una de las mejoras cosas que se pueden hacer en Aranda es pasear por la orilla del río. Los domingos por la tarde mucha gente sale a merendar o a celebrar cumpleaños en las mesas instaladas en el parque fluvial de la ribera, donde también se pueden alquilar barcas. Ya sabemos que la visión y la escucha del correr del agua tranquiliza los nervios y carga las pilas.

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