miércoles, 21 de marzo de 2018

Siete lugares de la provincia de Soria

En el mes de octubre de 2017 dedicamos un fin de semana a visitar la provincia de Soria que, a pesar de ser la menos poblada de España, contiene parajes y poblaciones muy interesantes. Y si no que se lo digan a Antonio Machado o Gerardo Diego.
1. Cañón del Río Lobos. Este parque natural se encuentra al norte de la provincia, se extiende durante más de veinte kilómetros y en él hay marcadas muchas rutas de senderismo. Pero nosotros únicamente visitamos la parte más conocida. Entrando por el pueblo de Ucero, dejas el coche en uno de los aparcamientos y caminas un par de kilómetros por el campo hasta que llegas a la ermita de San Bartolomé (te soplan un euro por verla) y la Cueva Grande. Sorprenden los farallones que bordean el río y en los que se aposentan los buitres, a los que puedes ver aquí muy cerca. Después visitamos la casa del parque, que es el centro de interpretación. También merece la pena subir con el coche al mirador de la Galiana, que tiene unas vistas espectaculares. Si paráis en algún bar cercano a tomar algo pedid un torrezno.
2. Ciudad de Soria. El sábado por la tarde lo dedicamos a pasear por la capital de la provincia. A lo largo de la Calle El Collado se extendía un mercado medieval, con aromas de embutidos y dulces que te alegraban el cuerpo. En esa misma calle entramos en el Casino, que alberga en su tercera planta el Museo de los Poetas, dedicado a Machado, Bécker y Gerardo Diego. En él encontramos objetos y grabaciones de aquellos que cantaron a Soria. Pasamos también por la Alameda de Cervantes, a la que llaman "La Dehesa", la Plaza Mayor y la Iglesia de Santa María La Mayor.
3. Berlanga de Duero. Elegimos para pernoctar el pequeño, pero histórico, pueblo de Berlanga de Duero, al sur de la provincia, que ha sido declarado conjunto histórico-monumental. En el paseo que pudimos dar por sus calles encontramos una preciosa fuente de cuatro caños, la enorme colegiata de Santa María del Mercado, que parece demasiado grande para el lugar donde se encuentra ubicada, y la Plaza Mayor, muy bien conservada, y donde tomamos algo en el bar Plaza, que no es un restaurante gourmet, ni mucho menos. El castillo y la muralla completan una visita preciosa a esta localidad, trufada de numerosos alojamientos rurales.
4. Las Casas de Pandreula. Este es uno de esos alojamientos. Por un precio módico puedes dormir en este pequeño hotel en el centro de Berlanga, que te sorprende cuando entras en el comedor y en las habitaciones, pues tienen un estilo moderno con un diseño muy cuidado, que contrasta con la rusticidad del entorno. El trato es profesional, aunque los dueños deberían darse cuenta de que es un sitio pequeño y los clientes oímos desde el comedor sus discusiones en la cocina. El buffet del desayuno es muy correcto.
5. Vinuesa. El domingo por la mañana paramos en este pueblo, por cuyas empinadas calles es muy agradable el paseo. Aparcamos en la carretera, cerca de la oficina de turismo, donde nos dieron un plano de la localidad. Subimos hasta la iglesia gótica de Nuestra Señora del Pino pasando por el lavadero, y después bajamos por la parte trasera del pueblo, por un palacio que han convertido en centro de mayores. Finalmente pedimos un torrezno en el bar del Hotel Alvargonzález, aunque no estaba muy allá.
6. Laguna negra. Situada en el término municipal de Vinuesa, para acceder a ella te tienen que dar permiso los guardias del parque natural donde se encuentra, pues siempre tiene muchas visitas y los aparcamientos se llenan. Si vas en verano o un día festivo debes dejar el coche y andar unos dos kilómetros cuesta arriba por la carretera o por un sendero entre pinos, hayas y robles. También hay un autobús que recorre el trayecto hasta la laguna. Pero al llegar merece la pena. Aunque por culpa de las algas la laguna ahora es verde, puedes pasear por su orilla y empaparte de naturaleza. Antes o después de ver la laguna, conviene pasar por la casa del parque, que es el centro de interpretación.
7. El Burgo de Osma. Para terminar nuestra visita, un paseíto por esta ciudad. Arrancamos en el comienzo (o en el final, según se mire) de la Calle Mayor, donde la hospedería, y recorrimos esta vía. Pasamos por la preciosa Plaza Mayor y después por los soportales que hay en la acera de la izquierda, observando las casas muy bien conservadas. Transitamos por delante del palacio episcopal y llegamos a la catedral gótica, impresionante, pero otra vez demasiado grande para el pueblo. Allí torcimos a la derecha y salimos de la ciudad por la muralla para llegar a un puente que cruza un río imaginario. Mucha gente paseaba por las calles aquella tarde de domingo y el ambiente que se respiraba era magnífico.

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