Ahora que, después de dejar la basura en los contenedores, aprovecho para echar un cigarro antes de bajar el cierre del búrguer, recuerdo aquél día de verano en que pudo cambiar mi vida.
Era 1981. Si paseabas sin Loden por Princesa, Argüelles o Moncloa, los maderos te paraban constantemente. Mucho peor si llevabas pitillos y el pelo enredado.
Sin embargo, en Usera tus pintas podían ser una mezcla de Iggy Pop y Ozzy, tal como los habías visto en los Popular 1 desde 1978. Además, si cantabas imitando a Freddy Mercury en una banda de rock, pues cojonudo. Y si la banda sonaba bien ya era la hostia.
Porque éramos muy buenos. Charlie, mi guitarrista, era autodidacto, pero sabía hacer hablar a su instrumento. El Christian y el Frenos, al bajo y a la batería, formaban una base rítmica compacta y sin fisuras. Nos pasábamos las tardes y las noches ensayando, después de los curros, hasta que conseguimos un sonido increíble de heavy metal. Mis letras no desentonaban y en nuestro repertorio había tres o cuatro himnos que cerca de cien incondicionales coreaban en los conciertos.
Por eso éramos los favoritos. Después de vernos en un ensayo, El Fortu había comentado con algunos colegas que su grupo no tenía nada que hacer contra nosotros, y que aspiraban al segundo puesto del Rock Villa de Madrid.
Así llegamos a semifinales. El ambiente en el local era brutal, todo el barrio estaba allí metido para ver como arrasábamos. Naturalmente, nos habían colocado los últimos. En teoría se había hecho por sorteo, pero todos sabían que íbamos a ganar. Debíamos ser el colofón de una noche inolvidable.
Pues ¿Qué creéis que pasó cuando salíamos al escenario? Un apagón. No me jodas. Se recuerdan los disturbios que se produjeron en la cárcel de Carabanchel aquél día. Pero pocos hablan de la movida en nuestro concurso. Confusión, gritos, patadas, puñetazos. Unos cuantos aprovechados arramblaron con todo lo que había en el escenario. Desde los micros hasta los amplis. Incluso quisieron arrancarle al Christian el bajo de las manos.
Un desastre. La organización suspendió la semifinal y El Fortu y su banda pasaron a la última ronda, que ganaron con comodidad. Aquél día mi suerte pudo haber cambiado. Pero no me quejo. Tuve mi momento y no lo aproveché. Algunos nunca llegarán a rozar la gloria con la punta de los dedos.
Echemos el cierre, que mañana hay que madrugar.
Era 1981. Si paseabas sin Loden por Princesa, Argüelles o Moncloa, los maderos te paraban constantemente. Mucho peor si llevabas pitillos y el pelo enredado.
Sin embargo, en Usera tus pintas podían ser una mezcla de Iggy Pop y Ozzy, tal como los habías visto en los Popular 1 desde 1978. Además, si cantabas imitando a Freddy Mercury en una banda de rock, pues cojonudo. Y si la banda sonaba bien ya era la hostia.
Porque éramos muy buenos. Charlie, mi guitarrista, era autodidacto, pero sabía hacer hablar a su instrumento. El Christian y el Frenos, al bajo y a la batería, formaban una base rítmica compacta y sin fisuras. Nos pasábamos las tardes y las noches ensayando, después de los curros, hasta que conseguimos un sonido increíble de heavy metal. Mis letras no desentonaban y en nuestro repertorio había tres o cuatro himnos que cerca de cien incondicionales coreaban en los conciertos.
Por eso éramos los favoritos. Después de vernos en un ensayo, El Fortu había comentado con algunos colegas que su grupo no tenía nada que hacer contra nosotros, y que aspiraban al segundo puesto del Rock Villa de Madrid.
Así llegamos a semifinales. El ambiente en el local era brutal, todo el barrio estaba allí metido para ver como arrasábamos. Naturalmente, nos habían colocado los últimos. En teoría se había hecho por sorteo, pero todos sabían que íbamos a ganar. Debíamos ser el colofón de una noche inolvidable.
Pues ¿Qué creéis que pasó cuando salíamos al escenario? Un apagón. No me jodas. Se recuerdan los disturbios que se produjeron en la cárcel de Carabanchel aquél día. Pero pocos hablan de la movida en nuestro concurso. Confusión, gritos, patadas, puñetazos. Unos cuantos aprovechados arramblaron con todo lo que había en el escenario. Desde los micros hasta los amplis. Incluso quisieron arrancarle al Christian el bajo de las manos.
Un desastre. La organización suspendió la semifinal y El Fortu y su banda pasaron a la última ronda, que ganaron con comodidad. Aquél día mi suerte pudo haber cambiado. Pero no me quejo. Tuve mi momento y no lo aproveché. Algunos nunca llegarán a rozar la gloria con la punta de los dedos.
Echemos el cierre, que mañana hay que madrugar.
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