miércoles, 18 de octubre de 2017

Siete lugares de un viaje a la isla de Tenerife

Entre los días 11 y 18 de julio de 2017 viajamos a la isla de Tenerife. Aquí dejo escrito lo que vi y la impresión que me causó. No es una guía de viajes. Seguro que otros que visiten la isla aprovecharán mejor el tiempo y verán más cosas. Pero puede que alguien aprecie mi visión personal. Y yo la apreciaré dentro de algunos años, cuando no recuerde con claridad lo que sucedió. Como me he impuesto seleccionar únicamente siete lugares, no haré referencia a Santa Cruz de Tenerife (con su playa de Las Teresitas) ni a San Cristóbal de La Laguna, que son unas ciudades preciosas, históricas e interesantes. Tampoco hablaré Icod de los Vinos y el Drago Milenario ni de las playas de Los Cristianos y de Las Américas. Todos son sitios estupendos, en los que se puede disfrutar. Pero hoy me quiero centrar en lo que más me impresionó:
1. Puerto de la Cruz. A este pueblo, que dicen fue el primer enclave turístico de España, se accede por una carretera que tiene un túnel semiabierto al mar, con acantilados a la derecha y una vista magnífica. Nos alojamos en el hotel Orotava. Bien. Turístico y eso. Pero está muy cerca de la playa, del paseo marítimo y del Lago Martiánez, un complejo de piscinas diseñado por César Manrique. Las playas son de arena negrísima, pero que no mancha. La Avenida de Cristóbal Colón bordea la Playa Martiánez. Después se convierte en la calle de San Telmo y llegas a la playa del mismo nombre, donde no hay playa sino rocas desde las que la gente se zambulle en el agua. En ambos paseos hay multitud de tiendas y restaurantes y la animación es constante. Allí comimos en el restaurante Rancho Grande y empezamos a conocer las papas arrugás con mojo picón. Si sigues andando llegarás a la Plaza de Europa, que tiene el aspecto de una fortificación del siglo XVIII, pero que fue construida a finales del XX. Puedes contemplar un precioso mar y el día del Carmen ver una procesión marítima. Los jóvenes suelen apostarse en las pequeñas murallas y se tiran desde ahí al agua. Si sigues hacia el oeste llegarás al Castillo de San Felipe y a Playa Jardín, la mejor playa del pueblo.
2. Anaga - Taganana. El día 12 realizamos una excursión que nos llevó a La Laguna y Santa Cruz, pero que sobre todo nos introdujo en el onírico mundo del macizo de Anaga, para desembocar en las playas de Taganana. Es este un precioso y recóndito pueblo, desperdigado por las faldas de las montañas, al que llegamos para comer en la playa del Roque de las Bodegas, negra y preciosa, encerrada entre las montañas. Pero para poder alcanzarlo hay que atravesar Anaga, una reserva natural de la biosfera que contiene laurisilva, un tipo de bosque prehistórico, húmedo, oscuro y misterioso, que seguro está lleno de hadas y brujas, y en el que se posan las nubes que traen los vientos alisios. Para entrar en el macizo pasas por el mirador de la Cruz del Carmen, desde donde se contempla San Cristóbal de La Laguna en toda su extensión. Llaman la atención, una vez en el parque, los barrancos y valles profundos y las escarpadas montañas. Además, si tienes un buen guía, te enseñará a apreciar la curiosa flora endémica.
3. La Orotava. El día 13 por la mañana visitamos la villa de la Orotava, conjunto histórico artístico. El paseo por sus calles inclinadas se hace agradable. Te llevará hasta la plaza del Ayuntamiento donde, alrededor de la festividad del Corpus, se realizan sus famosas alfombras con la arena que traen del Teide. También es notable la casa de los balcones, una especie de museo tienda donde encontrarás muestras de la vida típica de los lugareños (ricos) en el siglo XVII.
4. Teide. Después de La Orotava subimos al parque nacional del Teide. Antes de llegar, y por aquello de la aclimatación a la altura, realizamos una parada en un museo/tienda del aloe vera, una planta que se está imponiendo en la isla y que tiene muchas propiedades interesantes. Seguimos subiendo y pudimos ver los numerosos tipos de rocas volcánicas que forman un paisaje árido, pero con muchas texturas y colores ocres, que van casi del blanco al negro. Realizamos la parada obligada en los Roques de García, donde paseamos un rato y fotografiamos la montaña, aunque es tan alta que se ve desde casi todos los puntos de la isla.
5. Garachico. El día 14 iniciamos temprano nuestra excursión en vehículos 4x4, con un conductor muy simpático que se sentía guanche. Estos vehículos permiten viajar por rutas orográficamente difíciles y otras sin asfaltar, lo que te produce la sensación de estar viviendo una aventura. Parada obligatoria es Garachico, ciudad costera del norte, en la que destacan las piscinas naturales "El Caletón". Es este un lugar que ha sido acondicionado para bañarse entre las rocas volcánicas, donde el agua entra gracias al oleaje y a las mareas.
6. Masca. Tras una incómoda y estrecha carretera llena de curvas, descubres el caserío de Masca (aquí llaman caserío a un conjunto de casas). Rodeado por una exhuberante vegetación tropical podrás disfrutar de uno de los paisajes más originales de la isla, con profundos barrancos y algunos miradores desde donde se puede divisar el mar entre las colinas. Antes de llegar debes parar en el Mirador de Cherfe. Si no haces cien fotos aquí es que no tienes ojos. Si te gusta el senderismo, desde el caserío podrás llegar hasta la playa caminando entre las paredes del barranco, pero necesitarás al menos tres horas y debes ir bien preparado.
7. La Gomera. El día 15 tomamos un enorme ferry que, en una hora, nos dejó en esta pequeña isla, también volcánica, que es reserva de la biosfera. En autobús subimos al parque natural de Garajonay, espléndido bosque subtropical de laurisilva. Parada obligatoria son los Roques de Agando. A mediodía, comida para turistas en un restaurante, que incluía una sorprendente demostración de silbo gomero, que es un auténtico lenguaje silbado. Y por la tarde, y pasando por el precioso pueblo de Agulo, visita a San Sebastián, donde pudimos descansar un rato en la playa, tras visitar la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, una curiosa mezcla de mudéjar, gótico y barroco.

Y para descansar de tanta excursión, los tres últimos días de nuestra semana en Tenerife los dedicamos a tumbarnos en varias playas, a las que viajamos en un coche de alquiler.

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