viernes, 2 de noviembre de 2007

Ensayo sobre la calvicie


Estoy harto de los calvos. Nos quitan los puestos de trabajo, son los que se llevan todas las subvenciones del gobierno y encima se creen con más derechos que los demás. Los calvos aceptan trabajar por un salario menor que el de las demás personas, y eso va en perjuicio de todos los demás.
Incluso la mayoría de los vigilantes del estacionamiento regulado son calvos. En vez de trabajar en empleos decentes, se dedican a poner multas a los demás, quitándonos el pan de la boca. Nos quieren matar de hambre.

No he podido conseguir guardería para mi niño porque había muchos calvos que tenían más puntos que yo. No está bien que sólo por ser calvos tengan preferencia sobre las personas normales.

El otro día vi a un calvo que se me colaba en la fila del supermercado. Claro, yo le recriminé su actitud y él me espetó: "Eso me lo dice usted a mí porque soy calvo". Por supuesto que no, pero me di cuenta de que ellos son peores que nosotros.

No se puede pasar por delante de una discoteca de calvos. Están siempre en la puerta armando ruido o pegándose, no sé que vamos a hacer con ellos.

Si el gobierno no pone freno a esta gente, al final se van a hacer con España, y los que no somos calvos no podremos ni salir a la calle.

¿Les parece una chorrada? Ahora sustituyan la palabra calvo por negro, moro, sudaca, rumano o extranjero. En sólo dos días he oído todas estas frases en mi entorno familiar y laboral. Y creo que ni una de las personas que las decía se consideraba racista.

En la primera página del libro de texto de la polémica asignatura de educación para la ciudadanía debería poner que ser extranjero es una característica como ser calvo, bajito, llevar gafas, tener un lunar, ser inteligente, jugar bien al fútbol, ser guapo o cejijunto.

Ser extranjero no te hace mala persona, porque en ese caso los españoles nos convertiríamos en delincuentes al norte de los pirineos. Creo que en algunos países "civilizados" de Europa ya piensan eso, pero esta es otra cuestión.

Por lo tanto, tratemos igual a los extranjeros que a los calvos. Pero por favor, cuando escuchen que un calvo ha cometido un delito no se digan a sí mismos: "si es que todos los calvos son iguales".

Si ha habido algún calvo universal ese fue Picasso. Hombre atractivo por muchas razones, en su vejez no se veía a sí mismo sino como un deshecho que ya no participaba de la vida, y así se retrató en 1972.