martes, 27 de julio de 2021

Siete lugares de un viaje a Zarautz

Entre el 14 y el 23 de julio de 2021 viajamos a Zarautz para pasar unos días frescos y tranquilos junto al Cantábrico. La mayor parte del tiempo lo pasamos descansando en la playa, pues los días fueron bastante soleados. No obstante, aquí dejo algunos recuerdos de los lugares que visitamos.

1. Zarautz. Para alojarnos elegimos el Hotel Alameda, situado en una casona, cerca del centro y de la playa. Era bastante correcto, aunque un poco ruidoso, al encontrarse cerca de una iglesia con campanario mañanero y en una calle con bastante tráfico. Zarautz es una villa que vive de cara al mar, pues tiene una tremenda playa de arena fina, de más de dos kilómetros de largo. Es la más grande del País Vasco.
Junto a la playa se ha construido un magnífico malecón, por el que da gusto pasear, sobre todo a la puesta de sol, y en el que hay numerosos bares y restaurantes, todos con maravillosas vistas al mar. Nombrando de Oeste a Este aquellos en los que nos sentamos, podemos decir que en el Náutico sólo te puedes tomar una bebida, acompañada con frutos secos, patatas fritas o aceitunas. En la Perla hicimos nuestro primer almuerzo, un menú de 20 euros, que no estaba mal. El rodaballo estaba rico. En Olatugain sólo tienen algunas raciones; tomamos unas croquetas, que no estaban mal, aunque vimos que había gambas. En el restaurante Charly fracasamos con los langostinos, que no estaban frescos, aunque nos sentó bien la sidra. El Garaban no nos gustó mucho, más por el servicio que por las raciones; allí comimos piparras y lomo. Allí mismo está la heladería Carlos Arribas, donde los helados son realmente baratos, aunque para mí gusto no están tan buenos para las largas colas que casi siempre tiene. Al lado, en Lecera, tomamos el menú de 15 euros y no podemos decir que estuviera mal. Si hay alguno más, o no merece la pena nombrarlo o no nos sentamos en él. Al final de la playa se encuentra el hotel restaurante de Karlos Arguiñano, desde donde las puestas de sol se ven mejor. Su terraza estaba siempre llenísima, pero habíamos reservado en el restaurante para cenar. Comimos una ensalada de txangurro, merluza, rape, torrija caramelizada y sopa fría de frutas, aderezado con txakolí de la casa. 101,00 euros para dos por una cena muy cuidada, aunque el salón es ruidoso para mi gusto. Si pasas por allí posiblemente te encuentres con el dueño, como nos pasó a nosotros, que parece un tío muy cercano y agradable.
El resto de Zarautz se divide entre una zona moderna y residencial, y el casco antiguo, muy bien conservado, que es conjunto monumental, y donde también íbamos a tomar pintxos y raciones. En la Plaza de la Músika empezamos con Joshe Mari, que nos decepcionó con unos calamares grasientos. Sin embargo, en la misma plaza, el Txiki Polit tiene la mejor barra de pintxos del pueblo, aunque algunos camareros no sean los más simpáticos del mundo. Allí comimos al menos tres veces. En la misma plaza, Otamendi tiene también muy buenos pintxos y está siempre llenísimo. Por el casco antiguo se podía seguir por Ipar Kalea para también tomar pintxos en Lukas, que está muy bien, así como en Okamika, junto al anterior, que también es bastante agradable y de buena calidad. Siguiendo por Patxiku Kalea hasta Barren Plaza, en Patxiku tomamos bígaros y un montadito de chorizo picante, bien. En Noz Bait comimos el pulpo que no estaba mal, y en Salegi nos sentamos un par de veces a tomar raciones y pintxos bastante buenos y realizados con esmero. Lástima que esté en una plaza pequeña y muy ruidosa por toda la gente que se sienta a tomar los vinos. Finalmente, saliendo del casco viejo, la taberna Iruña tiene una sardina apetecible.
2. Paseando desde Zarautz. Desde cada uno de los dos extremos de la playa de Zarautz se puede hacer una excursión a pie muy placentera. Desde el oeste sale un paseo junto a la carretera, que en unos cuatro kilómetros te lleva hasta Getaria. Da gusto pasear junto al mar, viendo los verdes paisajes y saboreando la brisa marina. Desde el extremo este de la playa de Zarautz arranca una pasarela de madera construida sobre las dunas de la costa. Después puedes elegir un camino horizontal que te llevará a Orio o unas escaleras (bastantes escaleras) escondidas entre la vegetación, que te llevarán al cabo de un kilómetro y pico hasta un cargadero de minerales abandonado, desde donde las vistas de la playa quitan el hipo.
3. Getaria. Este es el pueblo que se divisa desde la playa de Zarautz, con su monte de San Antón, que es el conocidísimo ratón de Getaria, del que habréis visto muchas fotos. De Getaria era Juan Sebastián Elkano, y nos lo recuerda un enorme monumento a la entrada del pueblo. Las cuatro calles que forman el casco antiguo, y que bajan hasta el puerto, deben ser recorridas por los turistas, por los preciosos y bien conservados edificios, donde hay tiendas y restaurantes; también merece la pena la iglesia de San Salvador. Getaria también cuenta con una estupenda playa y bonitos miradores.
4. Zumaia. Es este otro pueblo cercano a Zarautz., que tiene dos buenas playas. En la de Itzurun, rodeados del famoso flysch, esa formación rocosa tan característica de la zona, pasamos un buen día de baños de sol y de mar. Después subimos a la ermita de San Telmo, desde donde observamos el inicio del geoparque de la costa vasca y tomamos la foto de la playa que veis arriba. La verdad es que el casco viejo de Zumaia no es tan bonito como el de otros pueblos, pero la zona del puerto es bastante paseable, y el camino a la playa muy agradable. En Zumaia tomamos unos pintxitos en la vinoteca Idoia y después fuimos a la taberna de Itxaso, que está más alejada del centro, pero no mereció la pena. Nos dio un chorizo picante que estaba bueno, pero no nos ofreció mucho más. 
5. Orio. Este pueblo tiene una estupenda playa, la de la Antilla, a la que hay que llegar pronto para aparcar el coche, y que está a unos quince minutos andando desde el centro del pueblo. Tiene un casco histórico muy chiquito y empinado, pero muy bonito, que te traslada a tiempos antiguos. El resto del pueblo es bastante funcional y normalito, aunque lo atraviesa la ría, lo que siempre está bien. Aquí son muy famosas las traineras, y en muchos balcones había banderas de "Aupa, Orio". El día que llegamos vendían camisetas del equipo de remo en la plaza del pueblo. También había regatas por la tarde.
6. Deba. Nos sorprendió este pueblo, que para mí era desconocido, por lo bien conservado que está, la limpia y gran playa que tiene, el enorme parque de la Alameda, y el río que fluye junto al pueblo. Por el casco histórico vimos varios edificios muy interesantes, como el palacio de Aguirre y el antiguo mercado. 
7. Mutriku. Nuestra visita comenzó en la plaza Txurruka, donde la iglesia neoclásica es digna de verse. Allí tomamos un rape de 1,750 kg. en Ametza, que se deshacía en la boca. Repuestas las fuerzas las necesitamos para bajar hasta las piscinas naturales y la playa, donde se baña menos gente que en otros lugares más turísticos, como Zarautz. El problema no era bajar, sino volver a subir a pie por las escarpadas cuestas de Mutriku. Sin embargo, merecía la pena ir parando en los distintos miradores, para observar el mar, tranquilo, inmenso.

domingo, 4 de julio de 2021

Siete lugares de Menorca

  Del 24 de junio al 2 de julio de 2021 viajamos hasta la pequeña y preciosa isla de Menorca para pasar unos días agradables junto al mar. Serán estas las percepciones de un viajero tranquilo, que no quería verlo todo.



1. Cala Galdana. Habíamos elegido para instalarnos el Hotel Artiem Audax, un alojamiento de calidad, con habitaciones bonitas y vistas a la playa. El buffet era variado y bastante completo; lo que se puede esperar de un cuatro estrellas. Cala Galdana es una playa familiar y acogedora, que en los últimos días de junio no estaba llena, por lo que era cómodo encontrar hamacas y sombrillas. El agua es de un turquesa precioso, no hay olas y es ideal para el baño de los más pequeños. Allí pasamos la mayor parte del tiempo. Comimos en los tres chiringuitos situados en la misma playa, pero no mereció la pena, pues están orientados al turismo y la calidad es baja. Para comer bien hay que alejarse un poquito. En el restaurante Fontana de Trevi cenamos bien una noche, nuestras gambitas rojas de Menorca y un entrecot bastante bueno. Allí nos enseñaron lo que es la pomada menorquina, un cóctel hecho con la ginebra Xoriguer, fabricada en la isla, y limonada, con hielo picado. Comimos de lujo en el restaurante el Mirador, que casi cuelga sobre la cala. Allí probamos un día las navajas, las cigalas (cortadas por la mitad y a la plancha, deliciosas), y la merluza. Otro día dimos buena cuenta de un arroz caldoso con bogavante para chuparse los dedos.


2. Las calas color turquesa. A pocos kilómetros de Cala Galdana se encuentran las calas más famosas y puede que bonitas de Menorca. A un lado, Cala Mitjana, a la que se accede siguiendo el Camí de Cavalls, un camino que bordea toda la isla. Hicimos un recorrido de unos dos kilómetros para llegar a la cala, pero había tanta gente que era imposible colocar la toalla, así que, a pesar de que sí, es preciosa, no pudimos saborear su belleza, por lo que nos dimos un chapuzón y volvimos a nuestro cuartel general en Cala Galdana. Otro día recorrimos unos dos kilómetros y medio por el Camí de Cavalls para llegar a Cala Macarella. El camino se hace un poquito pesado si el calor aprieta, porque hay subidas y bajadas algo durillas. Cala Macarella es también muy bella y dispone de puesto de la Cruz Roja y de chiringuito. No había tanta gente como en Cala Mitjana y encontramos sombra entre los pinos, como se ve en la foto. Los más atrevidos pueden hacer excursiones a pie también a Cala Macarelleta y a Cala Turqueta, algo más alejadas de Cala Galdana.


3. Ciudadela. La segunda ciudad de Menorca (visitamos Mahón, pero por varias circunstancias no encontramos cosas reseñables) es Ciudadela, que tiene un casco histórico muy bien conservado, donde visitamos un par de casas, el Palacio Salort y la Casa Olivar, en la que hicimos una foto de su fresco patio. Ambas están decoradas al estilo del siglo XIX. Por el casco antiguo puedes comprar de todo, desde bañadores a pescado fresco, pues también tiene un mercado tradicional. Bajamos después a pasear por el puerto, donde muchos restaurantes ofrecen a los viandantes sus productos.


4. Fornells. Al norte de la isla se encuentra la blanca localidad de Fornells, donde es famosa la caldereta de langosta, que es un guiso que no tiene más que un caldito, en el que puedes echar trozos de pan tostado, y la langosta. Pero qué sabor más bueno y más mediterráneo. Lo comimos en el restaurante S'Algaret, que es también hostal, y nos encantó, aunque las guías de viajes recomiendan otros sitios, que ya estaban ocupados. Después, para bajar la comida, una excursioncita a la Torre de Fornells, en mitad de cuya subida hay una pequeña capillita dedicada a la Virgen de Lourdes. Desde la torres se tienen unas vistas magníficas de la bahía de entrada a Fornells y del Mar Mediterráneo.


5. Es Mercadal y el Monte Toro. Muy cerca del blanco pueblo de Es Mercadal se encuentra el Monte Toro, que es el lugar más alto de la isla. En su cúspide se halla un santuario dedicado a la Virgen (o la Mare de Déu del Toro), desde el cual se tienen unas vistas preciosas, sobre todo, de las calas del norte de la Isla, como la Cala Blanca, que se ve en la foto. Cuando fuimos acababan de abrir los restaurantes y no te daban más que unas tristes aceitunas con la cerveza, pero el paisaje mereció la pena.


6. El sur de Menorca. En un recorrido por el sur de Menorca, pasando por los pueblos de Es Migjorn Gran y Alaior, que, como casi todos allí, tienen casitas blancas y calles tranquilas, se pueden ver varias playas y calas. La playa de Sant Tomás está bien, pero es una más que te podrías encontrar en cualquier parte del Mediterráneo español. Son Bou es una playa larguísima donde hay hamacas, chiringuitos, una urbanización, grandes zonas de aparcamiento, garitos para turistas y grandes hoteles, como el Milanos Pingüinos o el Royal Son Bou Family Club. Está en un parque natural y los patos se acercan a los bañistas sin ningún miedo. Allí vimos las ruinas de una basílica paleocristiana. Toda la isla está trufada de este tipo de construcciones. Más al sur se encuentra Cala en Porter (foto), otra bonita urbanización con su cala. En ella podemos acceder a la famosa Cova de en Xoroi, una gran discoteca construida en una cueva colgada sobre el mar, impresionante por dentro, pero que, en tiempos de pandemia, debe estar poco concurrida. Sin embargo, merece la pena entrar sólo para contemplarla. Siguiendo hacia el sur encontramos la Cala des Canutells, que me trajo recuerdos de mi anterior viaje a Menorca. Es esta una pequeñísima cala en la que no se baña casi nadie. Uno de los secretos mejor guardados de la isla. El último lugar que vimos en el sur de la isla es Binibéquer, un lugar que venden como maravilloso y que nos decepcionó un poco, porque parece construido a propósito para atraer al turismo, y la mayor parte de la urbanización son chalets sin mucho más que ver. Eso sí, allí encontramos el chiringuito Bucaneros, donde nos atendieron bien y nos dieron de comer buenos productos (tomates muy fresquitos y ricos, mejillones, vino blanco Merluzo, que también estaba en los mejillones, y tarta de queso con jengibre).

7. El norte de Menorca. Desde Fornells hasta el extremo oeste de la isla, por todo el norte, se pueden encontrar también lugares agradables. El primero es el Cap de Cavalleria, desde donde se puede ver el inmenso mar Mediterráneo. Después, la Platja de Cavalleria (foto) se encuentra en un lugar algo escondido, por lo que no hay mucha gente. Allí tomamos algo en un chiringuito mediterráneamente mediterráneo y continuamos nuestro viaje hasta llegar a Cala Morell, una urbanización muy empinada, con bonitas casas blancas y ambiente moderno, que fue nuestra última visita a la preciosa isla de Menorca.