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jueves, 5 de diciembre de 2024

Siete lugares de un viaje a Venecia

Del 11 al 15 de septiembre de 2024 viajamos a Venecia para ver la ciudad y sus alrededores, además de otras ciudades cercanas. Se trataba de un viaje organizado, lo que nos supuso intentar ver demasiadas cosas en poco tiempo. La sensación es de no haber disfrutado del todo. No obstante, había muchas cosas interesantes y bonitas, así que pasemos a detallar las que más me gustaron antes de que se me olviden.


1. Plaza de San Marcos. Esta es la única plaza de Venecia, porque todas las demás se llaman "campo". Es famosa en el mundo entero. Dentro de la plaza principal encontramos en uno de sus cuatro laterales la Basílica con su campanario separado. Los otros tres laterales los ocupan soportales llenos de tiendas, muchas de ellas de lujo, y de cafés, también bastante lujosos. Nos sentamos en un par de cafés para tomar algo. A pesar de los precios, creo que no merece la pena escatimar unas decenas de euros. En varios de los establecimientos hay pequeñas orquestas o pianistas tocando melodías de ayer y hoy. Cuidado con las gaviotas. Se nos ocurrió sacar los cacahuetes pelados de su recipiente y ponerlos sobre la mesa y se lio una buena. Junto a la plaza hay otra algo más pequeña, ocupada en un lateral por el Palacio Ducal y que da al mar. Allí se encuentra también el pilar con el león de San Marcos. Cuando visitamos esta plaza la vimos parcialmente inundada por las lluvias de los días anteriores. Una estampa bastante común, por lo que cuentan.


2. Cannaregio. La parte más turística de Venecia se encuentra en los barrios de San Marco y San Polo. Allí está todo lleno de tiendas y las estrechas calles están abarrotadas de turistas. Una opción para no agobiarte tanto es visitar el barrio de Cannaregio. Hay menos gente y la arquitectura es similar. No digo que no encuentres gente ni tiendas, pero hay menos. Además, ahí es donde suelen vivir los venecianos. En nuestro paseo por este "sestiere" encontramos hasta niños jugando en las plazas. Dentro de Cannaregio es interesante visitar el gueto judío. La curiosidad es que aquí se inventó la palabra gueto, pues getto se llamaba esta parte de la ciudad cuando en ella confinaron a los judíos en el siglo XVI. Desde aquí la palabra emigró al resto del mundo.




3. Puentes de Venecia.
En Venecia puede que haya 420 puentes, 412 o 350, depende quién te lo diga. El caso es que son muchos, grandes, pequeños y medianos, que atraviesan el gran canal y los pequeños canales. El más bonito sin duda es el puente de Rialto, que es muy distinto al resto, pues está lleno de tiendas. Si tienes suerte y empujas un poco, te podrás hacer una foto con el canal de fondo. El puente de los suspiros, junto a la Plaza de San Marcos, es un pequeño puente cubierto, blanco y barroco, que cruza de un edificio a otro. Se hizo famoso en el siglo XIX por la leyenda de que se oían los suspiros de los presos que lo transitaban. Otro puente famoso, por lo controvertido, es el de Calatrava, que cruza el gran canal y que parece un pegote moderno en un lugar renacentista. Además, nos dijeron que cuando llueve resbala. Hay muchos otros puentes y puentecillos. La mayoría muy curiosos por su forma, su tipo de construcción o sus vistas de los canales.


4. Murano. Cerca de Venecia se encuentra la isla de Murano, famosa en el mundo entero por su vidrio soplado. Allí entramos en una fábrica de vidrio donde nos hicieron una pequeña exhibición y luego nos llevaron a la tienda de la fábrica para comprar algunos recuerdos. Bastante caros. Después nos enteramos, por nuestros compañeros de viaje, que lo que vendían en esa tienda era de poca calidad, comparable a la de cualquier otro comercio de la isla o de la ciudad. Así que hicimos bien en no comprar nada y decidirnos por comprar cristal en otros establecimientos. El cristal de Murano es muy bonito y característico, pero esta isla no nos ofreció ningún atractivo.




5. Burano. 
Otra isla cercana a Venecia, caracterizada porque las casas son de colores. La leyenda dice que los pescadores las pintaban así para encontrarlas entre la niebla. En la actualidad todos los habitantes de Burano tienen la obligación de pintarlas cada poco tiempo, lo que es un gran reclamo para los turistas. Cualquier rincón de la isla es precioso. Yo recomendaría pasear con tranquilidad mirando las casas y entrando en las tiendecitas. También se puede ver una iglesia con el campanario inclinado. Eso sí, ten cuidado porque te puedes perder. Todas las calles parecen iguales y es fácil desorientarse, aunque la isla es pequeña. Si tienes que volver al barco no apures mucho, por si acaso.




6. Verona.
A menos de cien kilómetros de Venecia merece la pena la visita a esta ciudad, nombrada patrimonio de la humanidad. En ella es imprescindible ver el anfiteatro romano, llamado Arena, y la enorme plaza Bra en la que se ubica. Desde allí puedes pasear por la Vía Mazzini, la principal calle comercial de Verona, y llegar hasta la Piazza delle Erbe, en cuyos puestos podrás comprar recuerdos. También es obligado pasear junto al río Adigio. Tratándose de la cuna de los más famosos amantes de la ficción, hay que visitar, por supuesto, la casa de Julieta, que nosotros encontramos repletísima de turistas. La de Romeo también existe, pero no es visitable. Además, vayas por donde vayas, y si tienes un buen guía, te señalará todos los bellos edificios históricos que salpican la ciudad, y que abarcan desde la época romana a la renacentista. Ejemplos de ello son la catedral, el puente de piedra, el castillo de San Pietro, las recargadas tumbas de Scaligeri, así como los numerosos palacios. Es bastante recomendable el restaurante San Matero Church, que se encuentra en el local de una antigua iglesia.


7. Padua.
Esta ciudad es famosa por la basílica de San Antonio de Padua, quien, naturalmente, no era de Padua. La iglesia, una de las más grandes del mundo, es espectacular por dentro. Yo recomiendo fijarse en los frescos. Las reliquias de San Antonio son también curiosas de ver. Además de la basílica, visitamos la Piazza delle Erbe, donde se encuentra el Pallazo della Regione, del que dicen que tiene la sala sin columnas más grande de Europa, y cuya fachada es muy interesante. Merece la pena visitar también la enorme plaza denominada Prato della Valle, con su jardín central lleno de estatuas y el canal que lo rodea. Multitud de palacios salpican la ciudad, entre los que destaco el Palazzo Moroni, sede del Ayuntamiento, o la Loggia del Consiglio.

martes, 27 de agosto de 2024

Siete lugares de Copenhague

En junio de 2024 pasamos cinco días en Copenhague. Por supuesto vimos el castillo de Rosenborg, con sus jardines del rey, el palacio de Christianborg, el palacio y la plaza de Amalienborg, donde asistimos al cambio de guardia, la plaza de Kongens Nytorv, la plaza del Ayuntamiento, la iglesia de mármol, la iglesia de San Salvador y la torre redonda; compramos recuerdos en la calle Stroget, que es la peatonal más larga de Europa, y paseamos en barco por los canales. También hicimos un par de free tours, muy recomendables. Nos alojamos en el Comfort Hotel Vesterbro, en el barrio del mismo nombre, un hotel cómodo con buen desayuno, y desde allí pudimos ir andando a todos los sitios, pues la ciudad es llana y no muy grande. Copenhague es limpia, la gente es amable, salvo cuando monta en bicicleta, y todos los monumentos son bonitos. Encontraréis mucha información en blogs de viajes y en guías turísticas. Yo me quedaré con siete lugares que me sorprendieron y cuyas curiosidades quería compartir con vosotros:


1. Jardines de Tívoli. Uno de los parques de atracciones más antiguos de Europa, lleva en Copenhague desde mediados del siglo XIX, cuando se construyó a las afueras de la ciudad. Ahora, al expandirse ésta, se encuentra en pleno centro. Aunque no te gusten las atracciones es imprescindible darte un paseo por el parque. Te sorprenderá lo bonito y bien cuidado que está, con ese ambientillo decadente, nostálgico y decimonónico que tanto apreciamos algunos. Todos los guías turísticos te dirán que Disney se inspiró en él para sus parques temáticos. Como sitios dignos de ver están el restaurante Nimb, una especie de palacio árabe, la pagoda china, el barco restaurante, la puerta principal, preciosa, que da a Vesterbrogade. Pero en primavera todo el parque se muestra al visitante colorido y deslumbrante. Nosotros no comimos en un restaurante del parque, sino en Sticks'n'Sushi, que está tan al ladito que desde su terraza veíamos el parque. Buena comida asiática.


2. Nyhavn.
Pronúnciese "nijáun". Se trata de un paseo marítimo con zona de ocio, que da a un canal. Es la postal típica de Copenhague. Tanto que, antes de visitarla, yo creía que todas las casas de la ciudad eran de colorines. Pero no, sólo lo son las de los números impares de este "puerto nuevo", que se comenzó a construir en el siglo XVII. Tan famoso que incluso en una tienda de Lego vimos una reproducción de esta fila de casas. Ahí está la casa con el número 17, que aparece en todas las postales. En el número 71 hay un hotel muy bonito por fuera. Los bajos de las casas son bares y restaurantes que se aprovechan de su situación. Comimos y bebimos en un par de ellos y yo creo que en todos se come más o menos bien y todos son bastante caros. Es obligatorio probar el smørrebrød, que es una rebanada de pan negro con comida encima (pescado, marisco, queso, salchichas, carne, huevos). Depende de la comida que lleve encima estará más o menos bueno. En el canal hay varios barcos atracados. Algunos son restaurantes, aunque no entramos. De Nyhavn salen también los barcos que pasean por los canales. Todo el entorno es bastante agradable, si no hay demasiada gente. Allí escuchamos a virtuosos músicos callejeros. También, en un puesto ambulante, nos comimos un perrito caliente con todo, de esos que no te caben en la boca. Encontrarás buen ambiente a cualquier hora del día.


3. Kastellet. Se trata de una fortificación en forma de estrella, que tiene una parte de uso militar, pero en la que se puede entrar sin problemas. Eso sí, en una puerta vimos soldaditos haciendo guardia con sus fusiles, con cara de niño y aire marcial. En la otra nos encontramos con un concierto de música barroca vocal. El núcleo de Kastellet se compone de varios barracones sin mucho interés. Pero tiene unos jardines estupendos y kilométricos. Además, el recinto de la ciudadela está rodeado de un foso de agua. En los jardines encontramos un molino de viento antiguo muy bonito. Junto al parque está la iglesia anglicana de San Albano, que se ve en la foto, muy cerca de la impresionante fuente de Gefion, con su grupo escultórico que representa un carro tirado por cuatro bueyes. Todo el parque es muy adecuado para el paseo y el deporte, con un atardecer precioso.


4. Christiania.
En la ciudad libre de Christiania viven unas 1.000 personas en casas rodeadas de vegetación. Todo comenzó en 1971, cuando algunos padres derribaron las vallas de unos terrenos militares abandonados para que jugaran sus hijos. Después se construyeron viviendas y se les ha permitido mantenerse allí, de una manera más o menos autogestionada, sin pagar impuestos. Es famosa la calle Pusher, donde estaba permitido vender drogas "blandas". Pero justo en la primavera de 2024, unos meses antes de que yo la visitara, la venta de drogas terminó. Oí que los residentes se rebelaron porque se habían producido episodios de violencia entre bandas y levantaron los adoquines de la calle, que en junio de 2024 seguía como en obras y con un cartel que explicaba lo que había pasado. Nosotros nos sentimos completamente seguros en nuestra visita. Toda Christiania tiene un aire hippy, aunque no notamos apenas olor a porro. Hay multitud de puestos callejeros de ropa y abalorios. Yo compré un par de gorras con los tres puntos amarillos de su bandera. Se puede pagar con tarjeta sin problema. Comimos y bebimos al aire libre en Nemoland, uno de los varios establecimientos de restauración de la ciudad. Visitamos un almacén en el que vendían un poco de todo y compramos algunos recuerdos. Vimos varias casas pintadas con murales. Nos hicimos una foto frente a un enorme troll fabricado en madera, que se encuentra en una calle adyacente a la principal. También encontramos personas sin techo acampando entre la vegetación y algunas casas personalizadas muy curiosas, como una de la que salía una chica con su caballo. Al abandonar Christiania por una de las puertas leímos sobre ella un cartel que dice "Está usted entrando en la Unión Europea".

5. La Sirenita. 
Imprescindible en Copenhague es visitar la escultura de La Sirenita, una de las más famosas del mundo. Desde los barcos que recorren los canales la puedes ver de espaldas. Pero creo que lo correcto es acercarte andando y hacerte alguna foto con ella, pues no está muy lejos del centro de la ciudad. La podrás encontrar muy cerca del parque de Kastellet. Mide como metro y medio. A unos diez minutos andando de la sirenita original hay otra genéticamente alterada, curiosa de ver. Varias esculturas por todo Copenhague rinden homenaje a Hans Christian Andersen, el autor de La Sirenita y otros cuentos. Junto a la plaza del Ayuntamiento hay una estatua del escritor, mirando hacia el parque Tívoli y que te puede hablar a tu móvil. En los Jardines del Rey, junto al palacio de Rosenborg, está instalada otra escultura de Andersen. Pero la más curiosa es la sumergida en el canal, junto a la plaza Højbro y su Absalón a caballo. El grupo escultórico es un tritón con sus siete hijos, que esperan el regreso de Agnete, una mujer que vivió bajo el agua con el tritón, pero que regresó a la vida terrestre y nunca volvió al mar.


6. Mercado de Torvehallerne. 
Se trata este de un mercado gastronómico que ofrece ingredientes locales, comida tradicional y productos artesanales. Tiene una zona al aire libre, con coloridos puestos de frutas y flores, y otra parte cubierta, en dos pintorescas naves acristaladas con más de sesenta puestos que pueden ser los tradicionales, en los que despachan productos frescos (carne, pescado) o elaborados (charcutería, quesos, bollería, chocolate, café), o pequeños restaurantes donde tomar bebida y comida, que estará cocinada, muchas veces, con los propios productos frescos. En la plaza también hay otros restaurantes y merenderos. El día que estuvimos nosotros, junto al mercado se había instalado un pequeño rastrillo de venta de cachivaches y ropa de segunda mano.


7. Cervecería Taphouse. 
Cerca de la plaza del Ayuntamiento se encuentra esta cervecería. Con un ambiente acogedor puedes probar más de 60 tipos de cervezas. Nosotros optamos por una muestra de cinco cervezas diversas en vasitos de 100 ml. Dejamos al camarero que eligiera las más representativas y nos las sirvió en una tablita. Eso sí, no tienen mucho de comer. Tomamos unos trocitos de queso y unos cacahuetes y nos ofrecieron poco más. De las cervezas, la verdad es que las que estaban más ricas eran las belgas. En Dinamarca es famosa la cerveza Carlsberg, pero nos dijeron que los daneses beben más la Tuborg. En un restaurante pedimos Tuborg premium y estaba muy rica. Pero luego en otro establecimiento la pedimos de nuevo y no estaba tan buena. Misterios turísticos.

domingo, 4 de julio de 2021

Siete lugares de Menorca

  Del 24 de junio al 2 de julio de 2021 viajamos hasta la pequeña y preciosa isla de Menorca para pasar unos días agradables junto al mar. Serán estas las percepciones de un viajero tranquilo, que no quería verlo todo.



1. Cala Galdana. Habíamos elegido para instalarnos el Hotel Artiem Audax, un alojamiento de calidad, con habitaciones bonitas y vistas a la playa. El buffet era variado y bastante completo; lo que se puede esperar de un cuatro estrellas. Cala Galdana es una playa familiar y acogedora, que en los últimos días de junio no estaba llena, por lo que era cómodo encontrar hamacas y sombrillas. El agua es de un turquesa precioso, no hay olas y es ideal para el baño de los más pequeños. Allí pasamos la mayor parte del tiempo. Comimos en los tres chiringuitos situados en la misma playa, pero no mereció la pena, pues están orientados al turismo y la calidad es baja. Para comer bien hay que alejarse un poquito. En el restaurante Fontana de Trevi cenamos bien una noche, nuestras gambitas rojas de Menorca y un entrecot bastante bueno. Allí nos enseñaron lo que es la pomada menorquina, un cóctel hecho con la ginebra Xoriguer, fabricada en la isla, y limonada, con hielo picado. Comimos de lujo en el restaurante el Mirador, que casi cuelga sobre la cala. Allí probamos un día las navajas, las cigalas (cortadas por la mitad y a la plancha, deliciosas), y la merluza. Otro día dimos buena cuenta de un arroz caldoso con bogavante para chuparse los dedos.


2. Las calas color turquesa. A pocos kilómetros de Cala Galdana se encuentran las calas más famosas y puede que bonitas de Menorca. A un lado, Cala Mitjana, a la que se accede siguiendo el Camí de Cavalls, un camino que bordea toda la isla. Hicimos un recorrido de unos dos kilómetros para llegar a la cala, pero había tanta gente que era imposible colocar la toalla, así que, a pesar de que sí, es preciosa, no pudimos saborear su belleza, por lo que nos dimos un chapuzón y volvimos a nuestro cuartel general en Cala Galdana. Otro día recorrimos unos dos kilómetros y medio por el Camí de Cavalls para llegar a Cala Macarella. El camino se hace un poquito pesado si el calor aprieta, porque hay subidas y bajadas algo durillas. Cala Macarella es también muy bella y dispone de puesto de la Cruz Roja y de chiringuito. No había tanta gente como en Cala Mitjana y encontramos sombra entre los pinos, como se ve en la foto. Los más atrevidos pueden hacer excursiones a pie también a Cala Macarelleta y a Cala Turqueta, algo más alejadas de Cala Galdana.


3. Ciudadela. La segunda ciudad de Menorca (visitamos Mahón, pero por varias circunstancias no encontramos cosas reseñables) es Ciudadela, que tiene un casco histórico muy bien conservado, donde visitamos un par de casas, el Palacio Salort y la Casa Olivar, en la que hicimos una foto de su fresco patio. Ambas están decoradas al estilo del siglo XIX. Por el casco antiguo puedes comprar de todo, desde bañadores a pescado fresco, pues también tiene un mercado tradicional. Bajamos después a pasear por el puerto, donde muchos restaurantes ofrecen a los viandantes sus productos.


4. Fornells. Al norte de la isla se encuentra la blanca localidad de Fornells, donde es famosa la caldereta de langosta, que es un guiso que no tiene más que un caldito, en el que puedes echar trozos de pan tostado, y la langosta. Pero qué sabor más bueno y más mediterráneo. Lo comimos en el restaurante S'Algaret, que es también hostal, y nos encantó, aunque las guías de viajes recomiendan otros sitios, que ya estaban ocupados. Después, para bajar la comida, una excursioncita a la Torre de Fornells, en mitad de cuya subida hay una pequeña capillita dedicada a la Virgen de Lourdes. Desde la torres se tienen unas vistas magníficas de la bahía de entrada a Fornells y del Mar Mediterráneo.


5. Es Mercadal y el Monte Toro. Muy cerca del blanco pueblo de Es Mercadal se encuentra el Monte Toro, que es el lugar más alto de la isla. En su cúspide se halla un santuario dedicado a la Virgen (o la Mare de Déu del Toro), desde el cual se tienen unas vistas preciosas, sobre todo, de las calas del norte de la Isla, como la Cala Blanca, que se ve en la foto. Cuando fuimos acababan de abrir los restaurantes y no te daban más que unas tristes aceitunas con la cerveza, pero el paisaje mereció la pena.


6. El sur de Menorca. En un recorrido por el sur de Menorca, pasando por los pueblos de Es Migjorn Gran y Alaior, que, como casi todos allí, tienen casitas blancas y calles tranquilas, se pueden ver varias playas y calas. La playa de Sant Tomás está bien, pero es una más que te podrías encontrar en cualquier parte del Mediterráneo español. Son Bou es una playa larguísima donde hay hamacas, chiringuitos, una urbanización, grandes zonas de aparcamiento, garitos para turistas y grandes hoteles, como el Milanos Pingüinos o el Royal Son Bou Family Club. Está en un parque natural y los patos se acercan a los bañistas sin ningún miedo. Allí vimos las ruinas de una basílica paleocristiana. Toda la isla está trufada de este tipo de construcciones. Más al sur se encuentra Cala en Porter (foto), otra bonita urbanización con su cala. En ella podemos acceder a la famosa Cova de en Xoroi, una gran discoteca construida en una cueva colgada sobre el mar, impresionante por dentro, pero que, en tiempos de pandemia, debe estar poco concurrida. Sin embargo, merece la pena entrar sólo para contemplarla. Siguiendo hacia el sur encontramos la Cala des Canutells, que me trajo recuerdos de mi anterior viaje a Menorca. Es esta una pequeñísima cala en la que no se baña casi nadie. Uno de los secretos mejor guardados de la isla. El último lugar que vimos en el sur de la isla es Binibéquer, un lugar que venden como maravilloso y que nos decepcionó un poco, porque parece construido a propósito para atraer al turismo, y la mayor parte de la urbanización son chalets sin mucho más que ver. Eso sí, allí encontramos el chiringuito Bucaneros, donde nos atendieron bien y nos dieron de comer buenos productos (tomates muy fresquitos y ricos, mejillones, vino blanco Merluzo, que también estaba en los mejillones, y tarta de queso con jengibre).

7. El norte de Menorca. Desde Fornells hasta el extremo oeste de la isla, por todo el norte, se pueden encontrar también lugares agradables. El primero es el Cap de Cavalleria, desde donde se puede ver el inmenso mar Mediterráneo. Después, la Platja de Cavalleria (foto) se encuentra en un lugar algo escondido, por lo que no hay mucha gente. Allí tomamos algo en un chiringuito mediterráneamente mediterráneo y continuamos nuestro viaje hasta llegar a Cala Morell, una urbanización muy empinada, con bonitas casas blancas y ambiente moderno, que fue nuestra última visita a la preciosa isla de Menorca.

domingo, 6 de septiembre de 2020

Siete lugares de Luanco

 Entre los días 9 y 15 de agosto de 2020 pasamos unos tranquilos días de playa en la localidad asturiana de Luanco, que nos había gustado mucho cuando la habíamos visitado el mes anterior. Como no hicimos otra cosa que comer, dormir y pasear, esta entrada parecerá casi una guía gastronómica. 

1. Hotel La Plaza II. Este pequeño hotel, que en realidad son dos, uno con dos estrellas y otro con tres, se encuentra en la Plaza de Baragaña, en pleno casco histórico de Luanco. Nos trataron bien, tenían unas habitaciones bastante chulas y está situado a un paso de todo, de la playa, del puerto y de los bares y restaurantes. Además, aunque se encuentra en una zona peatonal, te facilitan el aparcamiento del coche muy cerca. Nos faltó probar el desayuno, que habían retirado por el coronavirus. Pero, por lo demás, muy recomendable.

2. Gastrobar La Rula. Comimos muchos días en este garito de inspiración andaluza, que tiene una situación privilegiada junto al puerto. A pesar de que, en mi opinión, le viene grande el nombre de gastrobar, tiene algunos platos que están buenos. Casi siempre comíamos el tomate preparado,probamos el rabo de toro, que nos pareció muy rico, los chipirones, que no están mal, así como los mejillones, que tenían una salsa muy sabrosa. Las rabas no lo estaban tanto. Las zamburiñas sí, eran frescas y bastante grandes. Los postres, originales y bien preparados.
3. Bar El Muelle de Luanco. Al lado de La Rula, junto al mar, se encuentra este bar-restaurante que está siempre llenísimo, salvo a la hora del desayuno. Hay que reservar y hay mucha gente que espera sentada en el pretil del muelle para ser atendida mientras toman una cerveza. También tiene mesas al otro lado del puerto. En una de ellas cenamos un día y nos decepcionamos profundamente. 19 euros por una ración de pulpo escasa y dura. El resto, normalito, pero no merece la pena, a pesar de su fama.
4. Restaurante El Puerto. Este sí merece la pena. Comimos en la terraza, con vistas al mar, una ensalada de pulpo, espectacular; gambones y solomillo ibérico; todo muy rico y a un precio nada desorbitado. Los postres también están muy bien elaborados. Por las mañanas solíamos también ir a desayunar a su cafetería, donde comíamos el pincho de tortilla, los bocadillitos y sándwiches y el zumo de naranja natural.
5. Restaurante El Tormentín. En este establecimiento, con unas vistas estupendas desde su terraza (que no pudimos disfrutar, al no haber reservado), comimos almejas a la marinera, ensalada y cachopo. Todo estaba muy bueno. Se nota que cuidan las materias primas y la elaboración. No obstante, los precios están un poco inflados y los camareros no son los más agradables del mundo.

6. Bar de tapas Gabiana. En la pequeña calle Teatro se encuentra este bar, que tiene una terraza acogedora donde te dan de comer bien sin grandes aspavientos. No se llena pero es un sitio que no decepciona. Allí comimos varias veces mejillones picantes, picadillo y escalopes. El servicio no es el más profesional del mundo, pero sí bastante atento. Si quieres llenar el estómago por poco dinero y con comida casi casera, este es tu sitio.

7. Un paseo por Luanco. En la tarde es sumamente agradable pasear por las calles de la localidad. Puedes comenzar en el paseo de la playa, rodear la Iglesia de Santa María y seguir por la Calle Riba hasta la playa de la Ribera. Allí puedes tomar la Calle Marcelino Rodríguez y la Calle Gijón, hasta el Museo Marítimo, visitar la Plaza de la Villa y volver a la playa por la calle Salvador Escandón o por la Calle Hermanos González Blanco. En todo ese paseo encontrarás bares, restaurantes y pizzerías, pero también tiendas para mirar escaparates, siempre con el sonido del mar de fondo. 

domingo, 2 de febrero de 2020

Siete lugares de Rascafría

Una de las excursiones que realizo casi todos los inviernos me lleva al pueblo de Rascafría, situado en un paraje bellísimo de la Sierra de Guadarrama. Os contaré algunos de los lugares que más me gustan de la pequeña localidad madrileña.
1. Puerto de Cotos. La mañana de mis excursiones serranas suele comenzar subiendo con el coche hasta el Puerto de Cotos, que separa las provincias de Madrid y Segovia. Allí puedes aparcar, dar una vuelta, hacer esquí nórdico o, simplemente, tirarte en trineo por las laderas. Desde Cotos se puede subir, en coche o a pie, a la estación de Valdesquí, situada un par de kilómetros más arriba. También desde Cotos parte un sendero de unos tres kilómetros que, en un paseo precioso, adecuado también para los niños, te lleva hasta la Laguna de Peñalara.
2. Restaurante Los Claveles. Después de una mañana de sano ejercicio al aire libre hay que reponer fuerzas. El lugar que más me gusta de Rascafría es este restaurante, que tiene una carta muy sencilla pero de muy buena calidad, basada en la caza, la carne, la verdura y las setas, además de tener unos postres caseros riquísimos. El cochinillo y el cordero son espectaculares. La morcilla y las croquetas, de lujo. También puedes comer lomo de jabalí, una carne que no se encuentra en cualquier sitio. Es obligatorio reservar, porque los fines de semana está siempre lleno de grupos de excursionistas.
3. Paseo por el río Lozoya. A pocos metros del restaurante circula, cantarín, el río Lozoya. Por ello, mi costumbre es, después de comer, pasear por su orilla y verlo saltar las rocas, rodeado por un tupido pinar, donde los niños urbanitas disfrutan y se sorprenden de las pequeñas maravillas que ofrece la naturaleza.
4. Monasterio de El Paular. Andando, andando, hacia el centro del pueblo, llegarás al Monasterio cartujo de El Paular (también puedes ir en coche). Está bonito por dentro aunque hay que pagar por visitarlo. Al otro lado de la carretera, justo enfrente, está la zona recreativa de Las Presillas, con sus piscinas naturales donde en el verano te puedes dar un baño, si el número ingente de bañistas te lo permite. En inverno es muy agradable pasear por el camino y, si eres andarín, adentrarte en el bosque finlandés, donde encontrarás abetos, chopos y abedules, además de un precioso estanque.
5. Chocolate San Lázaro. Ya anochecido apetece pasear por las tranquilas calles de Rascafría, y entrar en algunos de sus establecimientos. Uno que no debes dejar de visitar es este obrador de chocolate, en el que encontrarás una variedad ingente de preparaciones, tanto tradicionales como innovadoras, que tienen como base el cacao. Si vas antes de navidad podrás comprar turrones muy originales. El aroma que desprende ya alimenta, pero seguro que compras alguna tableta o alguna bolsita con bombones que mezclan el chocolate con frutos del bosque, frutos secos, frutas naturales, leche o licores.
6. Productos artesanales Rosario 6. Si queréis llevaros un recuerdo del pueblo, uno de los mejores lugares es esta tienda de productos artesanales, tradicionales y ecológicos, donde podréis adquirir desde licores a magdalenas, pasando por turrones, aceites, cervezas e incluso cuadros, figuritas decorativas y otros souvenirs.
7. Horno de Ana. Otra de mis tradiciones, cada vez que voy a Rascafría, es pasar por esta escondida pastelería, donde puedes comprar bollos recién horneados. La última vez que la visité, en enero de 2020, estaba cerrada. Espero que el negocio siga. Sin embargo, en el pueblo hay otras panaderías y pastelerías con buen producto. Para terminar la tarde, puedes tomar algo en cualquiera de los bares del centro del pueblo, porque en casi todos te atenderán bien, como en Casa Briscas o en El Pilón.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Siete lugares de un viaje a Zamora

Del 27 al 29 de septiembre de 2019 nos acercamos a la bella ciudad de Zamora y a algunos lugares cercanos a ella para disfrutar con tranquilidad. Aquí dejo lo que vi con mis ojos y toqué con mis manos.
1. Hostería Real de Zamora. Elegimos para alojarnos este hotel de tres estrellas construido en el siglo XVI, que fue Palacio de la Inquisición. Se encuentra junto al Río Duero pero muy cerca del centro de la ciudad. Es un hotel cómodo a pesar de mantener su estructura y decoración renacentista y el personal es bastante amable. Las habitaciones también son confortables aunque pasamos algo de calor, pues nos pusieron la calefacción por la noche.
2. Catedral y Castillo. Muy cerca de nuestro alojamiento se encontraba la Catedral, situada en una plaza donde se suelen celebrar eventos populares y que es más bonita por fuera que por dentro. Junto a la Catedral, y rodeado de unos jardines magníficos, desde los que se observan estupendas vistas del río y la ciudad, puedes visitar gratuitamente lo que queda del castillo aunque, en mi opinión, deberían cobrar algo, porque se cuela gente que molesta al visitante tranquilo.
3. Centro y calles comerciales. Nos sorprendió muy gratamente el ambiente que se respira en la ciudad los viernes y los sábados por la noche. Desde la Catedral tomamos la Rúa de los Notarios, donde cenamos uno de los días en Depicoteo, un restaurante que no está nada mal. Seguimos por la Rúa de los Francos hasta llegar a la Plaza Viriato, donde tomamos algo en la terraza del Parador de Turismo, que está perfectamente integrado en la arquitectura de la ciudad. Pasamos por la puerta del teatro y compramos chorizo en Entrevinos y chocolate en La Abacería. Llegamos a la Plaza Mayor, donde no aconsejo comer en El Colmado. La comida no está buena. Donde sí recomiendo encarecidamente entrar es en el Bar Sevilla, donde las tapas son exquisitas, variadas y bien elaboradas. Está situado en la zona de Lobos, a donde llegas si sigues por la Calle Santa Clara, la zona comercial por excelencia. Otra calle que tiene multitud de bares con muy buena pinta es la Calle de Los Herreros, que baja desde la Plaza Mayor hasta la zona del río.
4. Miranda do Douro. Viajando hacia el oeste desde Zamora llegas a este pueblo portugués que, además de las consabidas calles comerciales donde puedes comprar toallas y muebles, tiene una zona antigua muy bonita y bien conservada, con sus plazas, sus casitas curiosas, su muralla y su gran iglesia, que se divisa desde kilómetros.
5. Estación biológica internacional. A los pies de Miranda fluye de nuevo el Río Duero, en cuya orilla, frontera de España y Portugal, se ha instalado una estación biológica que tiene programados pequeños cruceros. Debes reservarlo con anterioridad, porque te puedes quedar sin plazas. Cada hora sale un barco con unas cien personas a bordo y se adentra por el río en un paraje natural precioso y abrumador en el que habitan aves rapaces y nutrias, aunque nosotros solo vimos buitres en las alturas. El crucero, de una hora de duración, es muy didáctico y con un poquito de ciencia a nivel usuario. Después puedes probar el vino de la tierra y comprar algún recuerdo.
6. Bodegas Fariña. El domingo aprovechamos la vuelta a casa para parar en la localidad de Toro y visitar esta bodega familiar. En sus coquetas instalaciones nos explicaron cómo la denominación de origen Toro ha cambiado y mejorado mucho con los años, lo cual pudimos comprobar catando unos cuantos vinos. También nos mostraron la joya de la corona, el vino que llaman "Primero", un vino de maceración carbónica muy sencillo de fabricar pero muy esperado en el mundillo vitivinícola, y que promueve un concurso para poner una obra de arte distinta cada año en la etiqueta de las botellas.
7. Toro. Acudimos a comer al Restaurante La Colegiata, que se encuentra en el centro del conjunto histórico-artístico, junto a la plaza y la iglesia del mismo nombre. Menú turístico sin más, aunque no estaba malo. Después paseamos desde la Colegiata, bello templo del siglo XII, por la Calle Mayor, hasta la Puerta del Reloj, muestra de arquitectura popular del siglo XVIII. Seguimos por la Calle Corredera y pudimos sentir el ambiente de domingo de una pequeña ciudad en un entorno medieval muy agradable. Muchos restaurantes, bares y tiendas de productos de la tierra.

jueves, 5 de septiembre de 2019

Siete lugares de un viaje a Moaña

Del 12 al 20 de agosto de 2019 pasamos unos días de relajo y playa en la localidad pontevedresa de Moaña, en la Ría de Vigo. Relacionaré aquí los lugares de este viaje que mejor recuerdo me dejaron. Como siempre, no visité todo lo que había que visitar ni hice todo lo que había que hacer. Por eso esto no es una guía de viajes, sino los recuerdos del visitante tranquilo.
1. Playa de A Xunqueira. Playa de arena de unos quinientos metros, muy cercana al centro del pueblo. Es muy tranquila y está dotada de duchas, caminitos de madera para un mejor acceso y un chiringuito. Un pequeño inconveniente es que, cuando baja la marea, el agua se aleja mucho de los bañistas. Contiene mucha vida, en forma de peces y pequeños mariscos. En la misma playa hay una pista de entrenamiento de atletismo y una arboleda, donde muchas familias prefieren quedarse a pasar el día. Allí disfrutamos durante dos días de un festival de jazz con conciertos nocturnos e incluso a la hora del vermut. También coincidimos con un festival de rap, asistimos a un concierto de una pequeña banda de música y a regatas de traineras que se celebraban en el puerto de la muy cercana Isla de San Bertomeu.
2. Paseo marítimo. La Avenida de Concepción Arenal es el paseo marítimo de Moaña, pues discurre junto a la ría. Allí encontrarás la estatua de O Fisgón, un pescador con un tridente que recuerda al dios Neptuno. En esa misma zona del paseo encontrarás parques y bancos para sentarte y contemplar el bello paisaje que te rodea. Otras estatuas del paseo son el calamar y la ballena. En toda la avenida hay bares y restaurantes para tomar algo. Tiene mucha fama la Ovella Negra, que está muchas veces lleno. Sin embargo, no me parece que funcionen bien, pues dejan mesas vacías sin recoger mientras la gente espera a que le den su turno, y el tipo que reparte las mesas te trata con cierta prepotencia. Mucho más amigables son en la pizzería Anoi, donde pretenden darle un nuevo aire a la comida italiana, en la hamburguesería Beiramar, sencilla, y en el restobar Loft. Tampoco recomiendo el bar del puerto deportivo, porque te miran de arriba a abajo, calibrando el dinero que te vas a gastar. El paseo es el centro de muchas actividades, como el mercadillo o las competiciones de natación en aguas de la ría.
3. Hostal A Camelia. La oferta hotelera de Moaña es escasa. Elegimos esta pensión de tres estrellas. Por fuera parece normalita pero las habitaciones son muy confortables. Se encuentra a unos quinientos metros de la playa en una zona muy tranquila. Es recomendable. El personal adolece de cierta pachorra tanto en el hostal como en la cafetería contigua. Por ejemplo, no fueron capaces de solucionar que habíamos hecho dos reservas distintas para días consecutivos y tuvimos que dormir un día en una habitación y el resto en otra.
4. Tapería Asador A Xunqueira. Junto a la playa del mismo nombre se encuentra este restaurante en el que puedes comer productos recién sacados de la ría por un precio asequible. Te tratan con gran profesionalidad y siempre están dispuestos a aconsejarte. Fue nuestro restaurante de cabecera durante toda la estancia, aunque los fines de semana y los festivos es obligatorio reservar, porque está llenísimo. Zamburiñas, almejas, pescadito de la ría, los imprescindibles pimientos de padrón, ensaladas nada convencionales, carne a la brasa muy bien hecha. Merece la pena.
5. Tapería Bajamar. También cerca de la playa de A Xunqueira encontramos este restaurante, más barato, pero también recomendable. El personal es agradable, aunque a veces tiene demasiado trabajo, y la comida es buena sin estridencias. Si paseas un poco más, entrando ya en la parroquia de Meira, llegarás a A Carriola, un restaurante que por fuera no te llama, pero que ofrece producto de calidad. Nos acercamos uno de los días de mar de Moaña, en los que puedes comer tapas a buen precio mientras escuchas música. Las tapas eran empanada de pulpo y de choco, y jamás las he comido mejores. También tenían mejillones, con muy buena pinta. La música, tradicional gallega.
6. Redondela. En el fondo de la Ría de Vigo encontramos esta población, donde pasamos una buena tarde. Allí tomamos el Chocotren, un trenecito turístico dedicado al choco o sepia, que es típico de la zona. Dimos una vuelta por el pueblo, donde te sorprenden los viaductos y los parques, y llegamos hasta la Playa de Cesantes, desde donde se divisa la Isla de San Simón, en la que se encuentra un antiguo hospital y cárcel. Desde allí se tiene también una muy buena vista del enorme puente de Rande. Después, una cena ligera en un lugar recomendable, Casa Mucha, en la Plaza de Santiago Apóstol.
7. Cabo Home. Así se llama el extremo de la Península del Morrazo, en la que se encuentra Moaña. Desde allí puedes ver las Islas Cíes tan cerca que parece que las puedes tocar. También divisarás la Isla de Ons. En realidad, mires donde mires, verás imágenes de postal, con sus acantilados, el agua rompiendo, los pequeños faros. Si vas un día o una hora en la que no haya demasiada gente te llenarás de serenidad mientras paseas por la costa. Porque el senderismo parece la actividad más apropiada para la zona. También existen playas escondidas donde pasar un día tranquilo sintiéndote un Robinson. Envidié a los que poseen una casa en la zona.