viernes, 12 de diciembre de 2014

Siete programas de televisión que me gustan

Me gusta ver la televisión, pero hay pocos programas (que no sean películas o series) que me atrapen y me apetezca quedarme a ver hasta el final. Por eso no he encontrado siete programas actuales que suela ver, y no es que programe mi vida para ver los cinco que he elegido, pero si me pilla en casa me suelen interesar. Añado dos propinas anticuadas, pero jugosas, para completar el septeto.

1. Días de cine. Programa que se emite desde 1991, y en el que se informa de la actualidad cinematográfica (estrenos, festivales, etc.). Me gusta porque los redactores se suelen mojar y dan su opinión sobre las películas. Además, y aunque hace años que no está el mítico Antonio Gasset, tiene una marcada vocación didáctica. Lo que más me gusta son esos reportajes que, al hilo del estreno de alguna película, la sitúan en el universo cinematográfico con comparaciones, antecedentes o influencias, y de los que aprendo mucho.

2. El intermedio. Programa que desde 2006 presenta el Gran Wyoming y que siempre comienza con la frase: "Ya conocen las noticias, ahora les contaremos la verdad". Partiendo de la sátira, este programa comenta las noticias siguiendo la línea que iniciara el mítico "El informal". Chistes más o menos fáciles y algunas grandes ocurrencias te entretienen y, cada vez más, te informan de la actualidad, sobre todo política, con un sesgo izquierdoso que no ocultan.

3. Salvados. Comenzó en 2008 como un programa de humor sobre la actualidad, en el que Jordi Évole, en su papel de "El Follonero", acosaba a representantes de ciertas instancias de poder. Pero con el paso del tiempo ha perdido el humor y ha ganado en profundidad e influencia en la opinión pública. Actualmente dedica cada programa a un tema concreto, casi siempre con marcado tono político, que el presentador suele convertir en interesante, aunque no lo parezca en principio, a través de entrevistas con expertos e implicados. Los sectores más conservadores lo critican con dureza.

4. La mitad invisible. Desde 2009, este pequeño programa se fija en cada edición en una obra de arte y la analiza desde los más diversos puntos de vista, preguntando a los que más saben. Entiende como obra de arte desde una pintura hasta una canción, pasando por la escultura, la arquitectura, el cine, etc. Su presentador es el polifacético Juan Carlos Ortega que, si bien chupa bastante cámara, consigue ponerse en la piel del neófito para indagar en la historia, las peculiaridades y las curiosidades del objeto que pretende conocer hasta desnudarlo e intentar comprender a su autor. Media horita muy provechosa e interesante.

5. Atención obras. Cayetana Guillén Cuervo ha conseguido convertirse en la cara de la cultura en Televisión Española. Además del programa de cine Versión Española, desde 2011 presenta esta especie de revista cultural, en la que mediante pequeños reportajes y entrevistas se ofrecen al público las alternativas más interesantes en relación con las artes escénicas, la música y las artes plásticas, sin pretender ser elitistas y con un ritmo ágil.

6. Doce hombres sin piedad. Me refiero aquí a la producción de Televisión Española, del año 1973, emitida en el espacio Estudio 1. Se trata de una obra originalmente escrita para la televisión y que Sidney Lumet llevó al cine, con Henry Fonda en el papel del jurado número 8. En la versión española, que no tiene nada que envidiar a la película, dirigida por Gustavo Pérez Puig, se encuentra lo más granado del elenco actoral masculino de la época, con el gran José María Rodero como el jurado número 8, acompañado de los no menos excelsos Jesús Puente, Pedro Osinaga, José Bódalo, Luis Prendes, Manuel Alexandre, Antonio Casal, Sancho Gracia, Carlos Lemos, Ismael Merlo, Fernando Delgado y Rafael Alonso. No desvelaré nada de la intriga, pero cualquier aficionado a la interpretación y al teatro debería ver esta función con arrobo y veneración.

7. La bola de cristal. Este programa infantil se emitió en la mañana de los sábados entre 1984 y 1988. Ha quedado para la historia porque trataba a los niños como personas que tienen cerebro y criterio, y no como a gilivatios. La Bruja Avería, Alaska con Pedro Reyes y Pablo Carbonell, Gurruchaga, los viodeclips casi caseros de grupos de la movida, la familia Monster, han quedado en mi memoria para siempre. Además, te animaban a leer o a compartir, pero con gracia y siempre divirtiendo.

martes, 2 de diciembre de 2014

Siete títulos nobiliarios de España

Aunque para la mayoría de las personas los títulos nobiliarios son pamplinas que no sirven para nada, hay quien todavía los considera importantes. Realmente, en la historia de España lo han sido, y quien poseía uno, gozaba en tiempos de grandes privilegios que han ido desapareciendo. Pero las posesiones adheridas a ellos no han desaparecido, para escarnio del pueblo llano. Además, hay muchos pijos que matarían por uno. De otra manera no se entienden las luchas entre los herederos de algunos nobles por hacerse con el título.

La concesión de títulos nobiliarios es una de las "funciones" del Rey. Los otorga, supuestamente, a personas que han realizado un gran servicio a la nación española. Para los aficionados a la historia, rastrear la concesión de títulos puede servir para indagar en las conspiraciones cortesanas y en las luchas territoriales.

Tres nobles a los que merece la pena conocer son el vizconde demediado, el barón rampante y el caballero inexistente, fruto de la mente del gran Italo Calvino.

A continuación relaciono, por orden de importancia, los títulos nobiliarios que se conceden en España. Hay que tener en cuenta que algunos títulos llevan aparejada la condición de Grande de España, que te permite llevar sombrero delante del rey, lo que debe ser muy importante para el que tenga un sombrero:

1. Duque. Es el título inmediatamente inferior al príncipe, y se concede en España desde el Siglo XV. Proviene del latín "dux", que se refiere al que comanda a las tropas en la batalla. Las palabras "duce", "führer" y "caudillo" tienen su mismo significado. Inquietante.

2. Marqués. Este título proviene de las "marcas", que eran territorios fronterizos concedidos a un señor feudal, según la práctica que instauró Carlomagno, para la defensa de la integridad territorial de la nación frente a los extranjeros. Es el título que sigue en importancia al de Duque. Se instauró en España también sobre el siglo XV y parece que a los marqueses les gusta el vino, por la cantidad de bodegas que tienen el nombre de uno.

3. Conde. Antiguamente se les llamaba cómites. En el imperio romano eran una especie de ministros, que estaban en la corte o en las provincias para representar a la corona. Es decir, que se trataba de personas que sabían hacer algo. Pero a partir del siglo XIII se convirtió en un título nobiliario.

4. Vizconde. En la antigüedad era un lugarteniente del conde, a quien sustituía en ocasiones, y era vitalicio pero no hereditario (igual que el de conde). Posteriormente se aplicó a los hijos de los condes. En la actualidad es un título hereditario más.

5. Barón. La palabra procede de la misma raíz que varón, y se usaba para designar a cualquier hombre libre. También podía significar esposo. En España, los barones suelen proceder de títulos concedidos por la Corona de Aragón, ya que en Castilla era más utilizado el término señor.

6. Señor. El título de señor no se otorga en España desde el siglo XIX. Pero en la edad media tenía una gran importancia; tanta, que a veces los señores feudales hacían sombra al rey. Existían señores de solariego, de abadía, de realengo, etc. Esa importancia la fueron perdiendo con el paso de los siglos. El término señor significa dueño de algo, pero procede del latín senior, que alude al mayor o al más anciano. A los vinos también les gusta llevar el nombre de algún señorío.

7. Caballero. El caballero es el que monta a caballo. Se comenzó a utilizar este término cuando se empleaba a este animal en las guerras. Se concedía este título a la persona a la que permitían entrar en una orden de caballería, como la de Calatrava o Santiago; posteriormente, también a los que ingresan en una orden civil, como la de Isabel la Católica, o militar, como la Orden de San Fernando. En la actualidad, el Rey te condecora (gran collar de Isabel La Católica o Laureada de San Fernando), y ya estás dentro. El ingreso en uno de estos cuerpos te confiere nobleza.