jueves, 24 de mayo de 2018

Siete lugares de Valladolid

A continuación recopilaré algunos de los sitios que más me gustaron de mi visita a la ciudad de Valladolid en el mes de noviembre de 2017, como siempre, centrándome únicamente en lo que vi y palpé, sin pretender ser exhaustivo.
1. Campo Grande. Caminando desde la estación de tren por la Calle Acera de Recoletos hacia el centro de la ciudad, llama la atención este parque. Entramos en él por el acceso que se encuentra frente al imponente edificio de la Academia de Caballería. En un entorno con un arbolado frondoso que refresca el ambiente, encontrarás un oasis romántico con numerosas fuentes, entre las que destaca por su belleza la fuente del cisne. También hay un estanque lleno de patos y con barcas para pasear. Me pareció curiosa la estatua del fotógrafo, que se encuentra situada en uno de los caminos. Llaman la atención los numerosos pavos reales que puedes observar muy de cerca.
2. Hotel Zenit Imperial. El alojamiento lo resolvimos en este hotel de cuatro estrellas, que está en el centro centro de Valladolid. La ubicación es inmejorable, pues puedes ir a pie a cualquier lugar de la ciudad en quince minutos. Es muy cómodo y tiene una buena relación calidad/precio, aunque el personal es un poco seco en general. Algún camarero no nos trató todo lo bien que debería cuando no seguimos sus instrucciones al pie de la letra. Parece ser que están acostumbrados a bregar con grupos grandes de excursionistas a los que tratan como ganado, pero a mí no me gustó ese comportamiento.
3. Plaza Mayor. Es el centro de la vida de la ciudad y está completamente peatonalizada. Se encuentra presidida por la estatua del conde Ansúrez, que fue quien hizo de la villa la gran ciudad que ahora es. En su parte norte podemos ver el edificio del Ayuntamiento, construido a principios del siglo XX. En la parte sur, bajo los soportales, hay que saber encontrar el Teatro Zorrilla que, en su primera planta, tiene una cafetería con un ambiente coqueto y decadente, desde la que puedes tomar algo con vistas a la plaza, como si fueras un señor con sombrero y bastón o una señorita de la sociedad. Los edificios de la plaza se encuentran pintados de rojo, lo que dota al conjunto de homogeneidad.
4. Calle Santiago. Entre la Plaza Mayor y el Campo Grande discurre esta calle, que es la más comercial de la ciudad. Siempre la encontrarás llena de gente. Pero debes mirar hacia arriba para observar su interesante y ecléctica arquitectura, con edificios como el de La Unión y el Fénix, construido a imagen y semejanza del que se encuentra en la Calle Alcalá de Madrid, la Iglesia de Santiago Apóstol y algunos bloques de viviendas de estilo Art Decó, modernistas, neobarrocos o racionalistas
5. Museo Nacional de Escultura. En el magnífico edificio plateresco del Colegio de San Gregorio encontramos una de las mejores colecciones de escultura del mundo, consistente en obras religiosas en madera policromada que abarcan desde el siglo XIII al XVIII, desde el gótico a lo más destacado de la exposición, que son las tallas barrocas, pasando por el renacimiento o el manierismo. Curiosas son las piezas que encontramos en la Casa del Sol, que son copias de obras de los siglos XIX y XX, procedentes del antiguo Museo Nacional de Reproducciones Artísticas.
6. Casa Museo de José Zorrilla. La casa natal del autor de Don Juan Tenorio, conserva numerosos objetos personales del poeta, entre los que destaca su máscara funeraria. A través del mobiliario y los enseres recrea a la perfección el ambiente romántico del siglo XIX. Está compuesta por dos plantas y un jardín muy bello y cuidadosamente descuidado. La visita es guiada y muy interesante, pues en ella te cuentan hasta una historia de fantasmas. Es gratuita pero, si no quieres sorpresas, deberías reservarla con antelación.
7. Comer y tapear. Si quieres sentarte a comer como una persona puedes elegir, como nosotros, La Parrilla de San Lorenzo. Situado en las antiguas bodegas de un convento, es un típico restaurante castellano, muy grande y con una recargada pero estética decoración en sus comedores abovedados. Allí podrás degustar el típico lechazo asado en horno de leña. Pero si queréis ir de tapas, la oferta es grande. Os recomendaré Jero para tomar pinchos casi al estilo vasco, como el de cabra o la mini burguer. En La Mina pedimos raciones y eran abundantes, aunque no se salen de lo más tradicional. Los Zagales sigue ofreciendo como pincho estrella el Tigretostón, que es un rollito de morcilla con la apariencia y la presentación de un Tigretón (con su plastiquito y todo). Es tan contundente que con dos podría comer una persona normal. Pero también tienen otras muchas tapas de diseño, variadas, originales y divertidas.

lunes, 14 de mayo de 2018

Mis siete películas musicales preferidas

Las películas musicales son las que más me hacen disfrutar en el cine. Suelen tener una trama divertida, alrededor de la cual se engranan canciones casi siempre pegadizas, pero que, algunas veces, son pequeñas joyas de música ligera. Mi lista de películas musicales que adoro es inmensa, e incluiría Sonrisas y lágrimas (The sound of music), Cabaret, El Mago de Oz, Mary Poppins, Siete novias para siete hermanos, Los paraguas de Cherburgo, Cita en San Luis, Las zapatillas rojas, Saturday Night Fever, Un americano en París, Gigi, La bella y la bestia, Fama, Hair, Un día en Nueva York, Una cara con ángel (Funny Face), Tommy, All That Jazz, Papá piernas largas, Quadrophenia, Hairspray, Rocky Horror Picture Show o La pequeña tienda de los horrores.

Sin embargo, no me gusta cansar, por lo que mis listas son de siete elementos. Tras mucho deliberar conmigo mismo, estas son las siete películas musicales que más me han influido:

1. Sombrero de copa (1935) (Mark Sandrich). Un argumento que olvidarás a los diez minutos de haber visto la película, pero unos números musicales que se te quedarán en la retina durante décadas. Seguro que la vi un sábado por la tarde mientras jugaba con mis camiones sobre la alfombra del comedor y, desde entonces, no he podido olvidar cómo se movía ese vestido en Cheek to cheek siguiendo la música de Irving Berlin. No obstante, cualquier número de Fred Astaire y Ginger Rogers de aquella época me llena de nostalgia, como The Continental de La alegre divorciada o The way you look tonight, de Swing time (En alas de la danza). Y es posible que confunda las tres películas en mi cabeza. Nota de 7,5.

2. Bodas reales (1951) (Stanley Donen). Otro musical con el aroma de los clásicos de Hollywood. Si ya me costaba ver a Fred Astaire como el novio de Ginger Rogers, me cuesta más todavía verlo como el hermano de Jane Powell. No debemos fijarnos mucho en el argumento, que sólo sirve para que los números musicales brillen en un bonito marco. Y es que en esta película, ya en Technicolor, se encuentran dos de mis números de baile favoritos de la historia. Son dos solos de Fred Astaire. En uno baila por las paredes y el techo de una habitación y en el otro utiliza los aparatos de un gimnasio para lucir sus tremendas habilidades. Un 7.

3. Cantando bajo la lluvia (1952) (Stanley Donen). Mi musical favorito de todos los tiempos, e incluso podría ser mi película favorita de todos los tiempos. He tenido la suerte de verla en un cine y la experiencia fue fantástica. Sobre un intrascendente y satírico guion que relata la llegada del cine sonoro a Hollywood, se superponen una extraordinaria serie de números musicales, a cual mejor, que llevan in crescendo la película hasta un final apoteósico. Hay que conocer que Debbie Reynolds (madre de Carrie Fisher, la princesa Leia de Star Wars) no sabía cantar (ni casi bailar), y fue doblada precisamente por Jean Hagen, la actriz a cuyo personaje (Lina Lamont) dobla el de Reynolds (Kathy Selden) en la cinta. Mi nota es de 9.

4. West Side Story (1961) (Robert Wise, Jerome Robins). Este musical cambió la historia del género. Basado en Romeo y Julieta, su música y su vigorosa coreografía son distintas a todo lo que hasta entonces se había visto tanto en Broadway como en Hollywood. Lo que más me gusta es la tremenda partitura de Leonard Bernstein, que incluye guiños al jazz y a los ritmos latinos y que te emociona desde la obertura. Pero la estilización estética me encanta y los bailes son ultramodernos, aunque la historia es bastante simple. Natalie Wood enamora siempre, aunque esté doblada. Un 8.

5. My fair lady (1964) (George Cukor). Esta deliciosa comedia, procedente de un musical de Broadway y basada en el Pigmalión, de Bernard Shaw, tiene todos los ingredientes que nos gustan a los románticos. No puedo dejar de llorar cada vez que Eliza baila con el príncipe de Transilvania. La película sigue siendo memorable a pesar del final chusco que se inventaron para Hollywood. Hay que conocer que el papel que en el cine interpreta Audrey Hepburn lo había hecho Julie Andrews en el teatro, pero el productor de la película no quiso contratarla por no ser conocida. Sin embargo, ese mismo año, Julie Andrews ganó el Oscar por Mary Poppins y Audrey Hepburn no estuvo ni nominada, al haber sido doblada en casi todas las canciones. Notaza de 8.

6. Grease (1978) (Randal Kleiser). Una película que se burla de las comedias adolescentes de los años 50, parodiando aquellos anhelos que ellos y ellas tenían en esa época y que eran, para ellos, encontrar un buen trabajo y, para ellas, casarse con un marido decente que las mantuviese. Hombres y mujeres hechos y derechos interpretan a los jóvenes de instituto. Pero nada de eso importa ante la brillantez de las canciones, que se suceden sobre la base de un guion sencillo, telenovelesco, pero gracioso. Marcó a una generación y ha envejecido muy bien, no como la moda de los pantalones de cuero. Nota de 7,5.

7. La La Land (2016) (Damien Chazelle). La película de los últimos años que más me ha conmovido. Tras un arranque espectacular, que te deja con la boca abierta, cuenta una típica, aunque cálida, historia de amor, aderezada con soberbios números musicales, para dejarte boquiabierto de nuevo con un esplendoroso y nada convencional final. Algunos la tachan de nostálgica, como si eso fuera un defecto. Otros han dicho que era ñoña o mojigata, pero no habrían dicho lo mismo si hubiese sido filmada en 1956. Es verdad que los tiempos han cambiado. Pero para mí es un enorme y respetuoso homenaje al cine musical clásico de colorines. Nota de 8,5.