martes, 26 de enero de 2016

Siete costumbres y tradiciones machistas de España

No me cansaré de denunciar las actitudes machistas que se producen en nuestra sociedad, porque me repatea lo ínstalada que está la diferenciación entre sexos en muchos ambientes. Incluso algunos consideran normales ciertas cosas porque siempre se han hecho así. Espero, por su bien, que no se recupere la tradición (porque siempre se hizo así) de matar a las personas con una inteligencia por debajo de la media.

Hoy presentaré algunas costumbres o tradiciones machistas que siguen vigentes en España en mayor o menor medida. Algunas están presentes en todo el mundo, otras sólo en los países de nuestro entorno.

1. La mujer debe realizar las tareas del hogar. Muchas personas encasillan a las mujeres en sus tradicionales roles de madre, esposa y ama de casa. Este problema se perpetúa de una generación a otra, porque los niños reproducen de mayores lo que vieron en su casa de pequeños. Es normal en muchas casas de España que la comida se sirva primero a los hombres y que al terminar de comer las niñas quiten la mesa mientras sus hermanos van a jugar. Tradicionalmente, las tareas de la casa han sido consideradas de menor importancia que las que se realizan fuera del hogar, lo que ha convertido a la mujer, que era quien las llevaba a cabo, en un ser de menor importancia que el varón. El lenguaje es muy cruel: los hombres, cuando hacen algo en la casa o con los niños "ayudan" a sus mujeres, como si la casa o los niños no fueran responsabilidad de ambos.

2. Los piropos son una costumbre muy española. Se trata de decirle en la calle a una mujer que no conoces lo que opinas sobre su belleza física. El problema no es si molestan o si son ofensivos para las mujeres. El asunto está en la cosificación del cuerpo de la mujer, considerado tradicionalmente una posesión de los hombres. Y sí, los piropos o las miradas insistentes molestan a muchas mujeres, que varían sus hábitos a la hora de ir por la calle para vivir más tranquilas (cambian de trayectos, usan auriculares). Por eso, ciertos colectivos abogan por llamar al piropo acoso callejero o machismo callejero. Algunos hombres dicen que pedir la supresión de los piropos es feminismo radical, pero, ¿cómo se sentirían si cada vez que salieran a la calle les acosaran con ciertas lindezas verbales unos feos troles mucho más fuertes que ellos?.

3. Desde pequeños, la asignación por género de los juguetes provoca sexismo. Incluso en algunos anuncios de televisión las niñas piden a Santa Claus comida para su cocinita y los niños juegos de construcción. Se va cambiando poco a poco, y algunas niñas ya prefieren ser una superheroína a una princesa que espera sin luchar a que la rescaten. También algunos niños piden cocinitas, pero sospecho que no para jugar a cocinar en casa, sino en un restaurante con estrellas. Todavía no he visto a ningún niño pasear un carrito con un muñeco. Y es que si le dices a un niño que no actúe como una niña, le estás transmitiendo el mensaje de que ser niña es malo.

4. La ropa que las mujeres deciden llevar se usa por algunos para clasificarlas. La longitud de la falda o de los tacones o la profundidad del escote las sitúa ya en un lugar del que es difícil sacarlas. Poco importa en algunos lugares de trabajo sus capacidades. En España se juzga mucho a las personas por su atuendo. Por ejemplo, hay gente que piensa que no se puede respetar a un diputado que no lleve corbata ni a una mujer que se vista como lo que ellos consideran una zorra. La religión, que siempre ha mirado mucho la ropa de la mujer, influye también en nuestra mirada. En cuanto a los varones, el machismo muchas veces lo llevan por dentro, porque hay hombres que no se han comprado un calzoncillo en su vida; primero se los compraba su madre y después su mujer. Los que van de compras con ellas parecen maricones.

5. La visión romántica del amor que la literatura y el cine nos proporcionan sirve muchas veces para que se cuele el machismo. Este romanticismo machista incluye algunos mitos como que el amor verdadero lo perdona todo. También transmite a los jóvenes que los celos son una muestra de amor, cuando en realidad, las relaciones deben ser libres y equilibradas. El romanticismo patriarcal mantiene al hombre como esa figura dominante y protectora que debe cuidar de la mujer. La economía también entra en el juego, pues las princesas nunca trabajan y deben ser mantenidas. Pero una mujer sin ingresos es mucho más vulnerable. Y si una mujer rompe la relación, aparece el honor del hombre despechado, que puede llevarlo a cometer cualquier locura. La educación de los pequeños es muy importante, porque muchas adolescentes se ven controladas por sus novios a través del móvil y las redes sociales y lo consideran normal. Pero así empieza el maltrato psicológico y físico.

6. El lenguaje también es muchas veces sexista, tradicionalmente. El problema del idioma español (o castellano si me lees desde España) es que se usa el masculino para referirse en plural a los dos sexos: "los empleados" incluye a ambos sexos, pero "las empleadas" excluye a los varones. En el diccionario de la Real Academia, varios vocablos identifican lo femenino con la debilidad y lo masculino con la fuerza. También identifica determinados masculinos con cualidades buenas y femeninos con cualidades malas (los típicos zorro/zorra, hombre público/mujer pública). Pero lo importante no es la herramienta, sino cómo se usa ¿por qué hay mujeres que prefieren ser llamadas "la juez" o "la concejal" que "la jueza" o "la concejala"?

7. La segregación por sexos en los colegios era tradicional en la escuela durante los inicios de la dictadura franquista. Pero la integración de ambos sexos en la misma clase se impuso y ahora es lo habitual. Sin embargo, todavía quedan colegios que separan a los niños de las niñas, la mayoría propiedad de sectas religiosas integristas. Según estos colegios, los niños no maduran igual que las niñas, por lo que hay que educarlos de diferente manera. En Sudáfrica, durante el apartheid, se educaba a los blancos en distintos colegios que a los negros, porque maduraban de diferente forma. Si los niños se sienten diferentes de las niñas, pueden sentirse superiores a ellas. Además, si ambos géneros no interactúan desde pequeños, sus relaciones en la edad adulta no serán iguales, en mi opinión.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ole sí señor!

Unknown dijo...

Me parece muy acertado todo lo que dices al respecto.
En México aún hay mucho machismo, mujeres, hay mucho trabajo por realizar.
¡Levantemos la voz y luchemos por los derechos que muchos hombres creen que no tenemos!