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jueves, 1 de agosto de 2019

Siete países que quisieron tener la bomba atómica

Hay grandes naciones que se sienten fuertes porque poseen armamento atómico. Hay otras naciones que en su día quisieron tener ese armamento o que siguen deseando tenerlo pero no lo han conseguido. Son los quiero y no puedo de los países. Vamos a recordar la manera en que cada una de ellas intentó conseguir la bomba atómica.

1. Alemania. Se llamó proyecto uranio al plan de los nazis para fabricar la bomba atómica. Al frente se colocó a Werner Heisenberg, que estudió como dividir (fisionar) átomos de uranio bombardeándolos con neutrones. Los científicos alemanes se afanaron en conseguir un explosivo a partir de esa fisión nuclear. Para obtenerlo fabricaban un elemento que era necesario, el agua pesada, en una factoría en Noruega. Un miembro de la resistencia noruega, Joachim Ronnenberg, se introdujo en la fábrica y la destruyó colocando cargas explosivas, lo que retrasó los planes de los nazis. La evolución de la guerra desfavorable para Alemania hizo el resto.

2. España. Hubo un intento en los años 47 y 48, que no duró mucho, de crear una bomba atómica con ayuda de científicos nazis e italianos (incluso se dice que Heisenberg y Otto Fritz estuvieron en España). Posteriormente se llamó Islero (como el toro que mató a Manolete) al proyecto de fabricación de armamento atómico español, que Franco inició en los años 60 pretendiendo ganar respeto internacional y disuadir a Marruecos de un posible ataque. Los restos de las bombas caídas en Palomares ayudaron en alguna medida a los científicos españoles para la fabricación de un artefacto propio. España siguió con su proyecto incluso tras la muerte del dictador. Pero las presiones del presidente Carter de Estados Unidos consiguieron que se abandonara la idea. En 1987, el gobierno socialista firmó el tratado de no proliferación de armas nucleares.

3. Argentina. En 1949, un tal Ritcher, de Alemania, convenció a Perón de que era capaz de construir una bomba de nitrógeno. El propio presidente se olvidó de los secretos de estado y quiso tirarse el pisto, dando una rueda de prensa en 1950, en la que aseguró que en dos años Argentina estaría en condiciones de fabricar la bomba. Se montó una enorme planta de agua pesada en el sur, pero pasó el tiempo y la cosa no funcionó, por lo que se abandonó el proyecto. Parece que Ritcher sabía algo de física nuclear, pero no tanto. Sin embargo, durante esos años el país se llenó de espías de todo el mundo, atentos a lo que pasaba.

4. Brasil. En 1974, el presidente brasileño Ernesto Geisel, que gobernó durante una etapa de la dictadura, temiendo que Argentina estuviera intentando fabricar armas atómicas, comunicó al Alto Comando de las Fuerzas Armadas la necesidad de desarrollar una tecnología para la utilización de la explosión nuclear para fines pacíficos (sic). José Sarney, el primer presidente democrático tras la dictadura, confesó que conoció en 1986 la existencia de un pozo cavado por las fuerzas armadas para probar una bomba nuclear. En 1988 este país firmó el tratado de no proliferación de armas nucleares.

5. Yugoslavia. El antiguo país balcánico tenía en 1979 el uranio y el conocimiento suficiente para fabricar su propia bomba atómica. Esa posibilidad dependía únicamente de la voluntad política. Pero Tito se encontraba ya delicado de salud y había dejado de desempeñar un papel destacado en la toma de decisiones del país. Muchos miembros de la clase dirigente ya veían el futuro de Yugoslavia dividido en otras repúblicas y por eso no se decidieron a dar el paso.

6. Irak. Desde la primera guerra del Golfo en 1990 hasta el comienzo de la segunda en 2003, numerosas informaciones en periódicos supuestamente prestigiosos "bombardeaban" a la población mundial con la posibilidad de que Sadam Husein estuviese fabricando la bomba atómica. Ya en 1991 la ONU ratificaba los avances de los iraquíes, aunque no se habían encontrado las instalaciones para el enriquecimiento de uranio. En 2002 se afirmaba que Bagdad estaba a unos meses de conseguir la bomba. Irak siempre lo negó y no se ha podido demostrar hasta la fecha. Sí es cierto que hacia 1980 Husein usó armas químicas contra los kurdos, pero en la década de los noventa fueron eliminadas bajo la supervisión de los inspectores de Naciones Unidas. Son las famosas armas de destrucción masiva que nunca se encontraron tras la invasión de 2003.

7. Venezuela. En 2008, según Wikileaks, Hugo Chávez tenía esperanzas de construir un reactor nuclear. En 2009, a raíz de que se encontraran nuevas reservas de petróleo y gas en Venezuela, la opinión internacional comenzó a afirmar que el país estaba intentando fabricar la bomba atómica. Su presidente lo negó y, tras el desastre de Fukushima, canceló el programa nuclear. Desde entonces, los líderes bolivarianos han resultado huesos duros de roer para las grandes corporaciones petrolíferas de Estados Unidos y Europa y para sus dirigentes políticos. Todavía no hemos visto la bomba atómica venezolana, pero si existe, seguro que va pintada de vivos colores.

lunes, 1 de julio de 2019

Siete escritores que permanecieron en España tras la guerra civil

Durante la guerra civil española y tras finalizar la misma, muchos escritores e intelectuales se exiliaron. Sin embargo, algunos autores, a pesar de no comulgar con las ideas fascistas, permanecieron en España. Intentaremos aquí relatar de manera muy breve sus peripecias. Para otro día dejaremos el análisis de sus obras.

1. Jacinto Benavente (1866-1954). El feo adjetivo chaquetero ha sido empleado para describir la ideología política del premio Nobel pues, tras apoyar la dictadura de Primo de Rivera, en 1933 perteneció a la asociación de amigos de la Unión Soviética. Permaneció durante la guerra civil en zona roja, en Madrid y Valencia, donde fue homenajeado repetidamente, envió una carta contra la muerte de García Lorca e incluso estrenó una obra, Santa Rusia. Sin embargo, al acabar la contienda, manifestó que le habían obligado a comulgar con la república bajo amenaza de muerte. Por ello comenzó a escribir obras teatrales de adhesión al nuevo régimen y acudió a manifestaciones de exaltación del franquismo, lo que le congració definitivamente con los nuevos dirigentes que, en un principio, habían censurado sus obras, quizá también por su condición de homosexual.

2. Vicente Aleixandre (1898-1984). Su padre era un hombre de derechas que fue destituido de su empleo en el ferrocarril por adherirse al golpe de estado. Sin embargo, Vicente tenía ideas izquierdistas, que no habían evitado su detención por los republicanos durante veinticuatro horas en 1937. Tampoco las autoridades republicanas le permitieron viajar a Francia para cuidar su frágil salud (le habían extirpado un riñón). Desde entonces optó por el silencio y, alejado de la vida pública, permaneció en su casa de Madrid, desde la que se relacionó con poetas jóvenes y escribió lo mejor de su obra. Nuestro premio Nobel fue proclive a la reconciliación de las dos Españas, manteniendo una actitud de distanciamiento crítico con el régimen franquista, que lo nombró académico de la lengua en 1949.

3. Dámaso Alonso (1898-1990). Al principio de la guerra, el insigne poeta se refugió en la Residencia de Estudiantes de Madrid, pues temía a las represalias por tener familiares en el bando franquista. Después, y a pesar de colaborar en Valencia con la revista republicana Hora de España, no fue represaliado por el régimen fascista, por lo que pudo acceder a una cátedra en la universidad y ser nombrado académico de la lengua en 1945.

4. Gabriel Celaya (1911-1991). De familia vasca acomodada, Celaya fue combatiente en el bando republicano. Él mismo contaba que, cuando cayó Bilbao, en un acto de cobardía, se arrancó sus insignias de capitán y se presentó ante el enemigo como soldado raso. También confesó que se libró de ser juzgado y fusilado, ya que, cuando fue llevado al campo de concentración de Palencia, el padre de su novia, alto mando militar en el bando sublevado, destruyó su expediente, pero a cambio de que se casara con su hija. El matrimonio sólo duró siete años, durante los que el poeta permaneció como ingeniero en la fábrica de su familia en San Sebastián, hasta que conoció a Amparo Gastón y decidió cambiar su vida.

5. Blas de Otero (1916-1979). El poeta bilbaíno estuvo en ambos bandos durante la guerra, pues participó como sanitario en los batallones vascos pero, tras la toma de Bilbao, cayó prisionero y estuvo en un campo de concentración, desde donde fue enviado a luchar en el frente de Levante con el ejército franquista. Se trata del ejemplo paradigmático de eso que han llamado "exilio interior" pues, a pesar de que se afilió al partido comunista en 1952, siguió viviendo en España, aunque pasó largas temporadas en Francia y Cuba.

6. Antonio Buero Vallejo (1916-2000). El insigne autor teatral fue llamado a filas en 1937 por los republicanos. Cuando fue capturado pasó algún tiempo en un campo de concentración del que fue liberado. Pero en 1939 fue detenido y condenado a muerte por su actividad en el Partido Comunista. Tras conmutarle la pena por 30 años de prisión, salió de la cárcel tras siete años en diversos penales de España. A partir de ahí comienza su aclamada obra dramatúrgica.

7. Gloria Fuertes (1917-1998). Sólo tenía 16 años cuando comenzó la guerra incivil, como ella la llamó, en la que perdió a un novio republicano. La experiencia de la contienda española marcó su carácter pacifista. Para ganarse las habichuelas comenzó a trabajar en el Ministerio de Información y Turismo. Sin embargo, pronto pasó a vivir de la poesía, dedicándose a publicar poemas para niños, pero también poesía adulta, con versos que esquivaban la censura. Abanderada del amor natural, escribió a aquellos que son diferentes, como los homosexuales o los travestidos. No hay que olvidar que su gran amor, desde los años 70, fue una mujer.

viernes, 29 de marzo de 2019

Siete grandes purgas políticas

El diccionario de la Real Academia Española contiene una tercera acepción de la palabra purga que es bastante suave: "Expulsión o eliminación de funcionarios, empleados, miembros de una organización, etc., que se decreta por motivos políticos, y que puede ir seguida de sanciones más graves."

En la historia están documentadas grandes purgas políticas desde el Imperio Romano, pero seguro que las hubo antes. Las sanciones más graves consistían básicamente en matar a los disidentes. Vamos a recordar algunas purgas de verdad, porque en nuestros tiempos se ha retorcido el lenguaje y llamamos purga a cualquier cosa, como no llevar en las listas electorales a quienes no piensan como el líder del partido, echar de Televisión Española a tres presentadores que en sus programas han hecho apología del anterior gobierno o no convocar para la selección de fútbol a cinco jugadores de más de treinta años.

1. El terror de Robespierre. Este político francés tiene el dudoso honor de ser considerado por muchos el fundador del terrorismo de estado. Tras participar en la Revolución Francesa, dio un golpe de estado con el apoyo popular. Con la excusa de defender la república, y como una forma de justicia rápida e inflexible, creó el Comité de Salvación Pública, que se dedicó a guillotinar a todos los opositores. Es verdad que al principio fue dirigido contra los nobles y burgueses que conspiraban con potencias extranjeras, pero fueron también asesinados otros varios miles de personas. El problema es que el uso diario de la guillotina hizo que el pueblo se acostumbrase a la violencia extrema, por lo que el ajusticiamiento del propio Robespierre fue uno más entre tantos.

2. La noche de los cuchillos largos. La más famosa noche de cuchillos largos se vivió el 30 de junio de 1934. Fueron una serie de asesinatos políticos encargados por Hitler para matar, no solo a enemigos de régimen, sino también a Ernst Röhm y al resto de líderes de la asociación paramilitar nazi SA, que agrupaba ya a más de dos millones de miembros (coleguitas de Hitler que lo habían colocado en el poder), y que eran demasiado nazis para el Führer, porque les molaba la violencia callejera. Como ya había encarcelado o exiliado a los líderes socialistas y comunistas, aprovechó esta noche para matar o encarcelar también a políticos conservadores, en los que consideraba que no podía confiar. Algunos miles de amigos y posibles enemigos cayeron esa noche. ¿Cómo era la fábula del escorpión y la rana?

3. La gran purga de Stalin. A finales de los años 30 del siglo XX, el dirigente soviético acabó con la disidencia trotskista y leninista. La gran purga o el gran terror se llevó por delante a dirigentes del partido, profesionales, campesinos burgueses y todo aquél sospechoso de rebeldía. La cosa empezó con algunos juicios en 1936 contra viejos dirigentes bolcheviques acusados de conspiración. Continuaron en el ejército y en el Politburó. Miles, quizá millones de personas fueron asesinadas, encarceladas o trasladadas a campos de trabajo.

4. La represión franquista. La fase más dura de la dictadura de Franco acabó en 1945, con la derrota en la segunda guerra mundial de las dictaduras alemana e italiana que apoyaban al régimen español. En los primeros años tras la guerra civil se sucedieron las depuraciones, detenciones y castigo de todas aquellas personas sospechosas de estar en contra de la dictadura. Basándose en informes que podían haber sido elaborados por la Guardia Civil, el ejército, Falange, los Ayuntamientos o la Guardia Urbana, y que servían de prueba acusatoria, se ejecutó a decenas de miles de personas y se torturó y encarceló a otras tantas. Una vez se acabó con los más significados enemigos del régimen la represión se suavizó, aunque continuó existiendo hasta la democracia.

5. Macartismo. Entre 1950 y 1956, el senador McCarthy desencadenó la búsqueda de comunistas en Estados Unidos. Si bien no fue una purga sangrienta, pues los implicados no perdieron la vida, sino únicamente el trabajo y la dignidad, fue en este momento cuando se definió como "cazas de brujas" a aquel proceso sin garantías jurídicas en el que un gobierno persigue a sus adversarios políticos. Trabajadores del Estado, de los medios de comunicación e incluso militares fueron acusados de colaborar con la Unión Soviética o, simplemente, de ser simpatizantes comunistas. Cualquier acusación se daba por buena, lo que produjo un sentimiento orwelliano de culpabilidad, al no respetarse la presunción de inocencia.

6. Jemeres Rojos. Entre 1975 y 1979, Pol Pot dirigió al Partido Comunista de Camboya, que proponía un modelo socialista agrario conjugado con la intención de crear una raza superior al estilo nazi. El resultado fue un genocidio espeluznante. Aniquilaron a millones de personas y obligaron al resto a volver a la edad de piedra trabajando en el campo. Las purgas alcanzaron a la mayoría de los intelectuales, funcionarios, oficiales del ejército y policías y a una cuarta parte del pueblo llano, incluidos los que no eran camboyanos de origen y los que profesaban alguna religión. La locura llegó a tal extremo que llevar gafas era motivo de ejecución. El remate llegó cuando las purgas alcanzaron a la mayoría de los dirigentes de los Jemeres Rojos.

7. Purgas en Turquía de 2016. Tras un fallido golpe de estado, el gobierno turco inició una purga que destituyó y detuvo a decenas de miles de funcionarios públicos, militares, jueces, políticos y periodistas, acusándolos de pertenecer al movimiento islámico Gülen. Se suspendió temporalmente el cumplimiento de la Convención Europea de Derechos Humanos para poder torturar a los detenidos, lo que causó gran conmoción mundial. Pero Turquía estaba haciendo un favor a Europa, reteniendo a las personas que huían de Siria, así que las sanciones consistieron en que los líderes mundiales pusieron cara de enfado.