miércoles, 18 de septiembre de 2019

El coche cereza

Desde hace un tiempo he notado que me sigue un coche. Es uno de esos que ahora llaman SUV, que son como todoterrenos, pero hechos para andar por la ciudad y divisar a los otros vehículos desde un lugar más alto. Este tiene un precioso color cereza brillante, está limpio limpio y sus faros, que parecen ojos entrecerrados, le dan un aspecto un poco agresivo, por lo que puede servir tanto para un joven ejecutivo como para una mamá trabajadora.

Cuando saco mi coche del garaje de la urbanización ya está rodeando la esquina de mi calle para seguirme. Cuando llego al trabajo lo suelo ver ya aparcando cerca. Si salgo un fin de semana al centro se encuentra parado en un semáforo. Está en todas partes. Además, en las calles de la ciudad, numerosos carteles anuncian un modelo igual, recordándomelo constantemente.

Sin embargo, nunca consigo distinguir la numeración de la matrícula, por si tengo que denunciarlo. Sé que tiene un siete, pero el resto de los números yo creo que los lleva tapados con barro, porque son difusos y borrosos. Tampoco llego a atisbar con claridad cómo es la persona que conduce. A veces me parece una chica rubia, pero otras creo ver un tío con barba. En cualquier caso, la situación me está llevando al límite.

Por eso ayer salí a las tres de la madrugada de casa y, comprobando que estaba aparcado en la acera de enfrente, le pinché las dos ruedas delanteras. Pero hoy, cuando he salido del garaje, muerto de sueño, lo he vuelto a ver girando la esquina de mi calle. El tío es persistente, pero no sé qué quiere.

Han pasado varios meses de persecución continua y ya no podía soportarlo más. Durante tres frías mañanas me he ocultado detrás del segundo semáforo a la entrada de la urbanización para esperar a mi acosador. Los dos primeros días ha pasado con luz verde, pero hoy, cuando ha parado, me he colado por la puerta trasera del coche y le he rebanado el cuello con un cuchillo. Después, huyendo entre las sombras de la madrugada, he dado un gran rodeo por el parque para volver a casa.

Y lo peor es que he tenido que repetirlo, porque el conductor fue sustituido por otro, al que también tuve que degollar. Cuando iba a hacerlo con el tercero la policía me ha detenido. Desde la parte trasera del coche patrulla observo cómo estamos rodeados por varios conductores que me miran y sonríen desde sus relucientes coches color cereza.

jueves, 5 de septiembre de 2019

Siete lugares de un viaje a Moaña

Del 12 al 20 de agosto de 2019 pasamos unos días de relajo y playa en la localidad pontevedresa de Moaña, en la Ría de Vigo. Relacionaré aquí los lugares de este viaje que mejor recuerdo me dejaron. Como siempre, no visité todo lo que había que visitar ni hice todo lo que había que hacer. Por eso esto no es una guía de viajes, sino los recuerdos del visitante tranquilo.
1. Playa de A Xunqueira. Playa de arena de unos quinientos metros, muy cercana al centro del pueblo. Es muy tranquila y está dotada de duchas, caminitos de madera para un mejor acceso y un chiringuito. Un pequeño inconveniente es que, cuando baja la marea, el agua se aleja mucho de los bañistas. Contiene mucha vida, en forma de peces y pequeños mariscos. En la misma playa hay una pista de entrenamiento de atletismo y una arboleda, donde muchas familias prefieren quedarse a pasar el día. Allí disfrutamos durante dos días de un festival de jazz con conciertos nocturnos e incluso a la hora del vermut. También coincidimos con un festival de rap, asistimos a un concierto de una pequeña banda de música y a regatas de traineras que se celebraban en el puerto de la muy cercana Isla de San Bertomeu.
2. Paseo marítimo. La Avenida de Concepción Arenal es el paseo marítimo de Moaña, pues discurre junto a la ría. Allí encontrarás la estatua de O Fisgón, un pescador con un tridente que recuerda al dios Neptuno. En esa misma zona del paseo encontrarás parques y bancos para sentarte y contemplar el bello paisaje que te rodea. Otras estatuas del paseo son el calamar y la ballena. En toda la avenida hay bares y restaurantes para tomar algo. Tiene mucha fama la Ovella Negra, que está muchas veces lleno. Sin embargo, no me parece que funcionen bien, pues dejan mesas vacías sin recoger mientras la gente espera a que le den su turno, y el tipo que reparte las mesas te trata con cierta prepotencia. Mucho más amigables son en la pizzería Anoi, donde pretenden darle un nuevo aire a la comida italiana, en la hamburguesería Beiramar, sencilla, y en el restobar Loft. Tampoco recomiendo el bar del puerto deportivo, porque te miran de arriba a abajo, calibrando el dinero que te vas a gastar. El paseo es el centro de muchas actividades, como el mercadillo o las competiciones de natación en aguas de la ría.
3. Hostal A Camelia. La oferta hotelera de Moaña es escasa. Elegimos esta pensión de tres estrellas. Por fuera parece normalita pero las habitaciones son muy confortables. Se encuentra a unos quinientos metros de la playa en una zona muy tranquila. Es recomendable. El personal adolece de cierta pachorra tanto en el hostal como en la cafetería contigua. Por ejemplo, no fueron capaces de solucionar que habíamos hecho dos reservas distintas para días consecutivos y tuvimos que dormir un día en una habitación y el resto en otra.
4. Tapería Asador A Xunqueira. Junto a la playa del mismo nombre se encuentra este restaurante en el que puedes comer productos recién sacados de la ría por un precio asequible. Te tratan con gran profesionalidad y siempre están dispuestos a aconsejarte. Fue nuestro restaurante de cabecera durante toda la estancia, aunque los fines de semana y los festivos es obligatorio reservar, porque está llenísimo. Zamburiñas, almejas, pescadito de la ría, los imprescindibles pimientos de padrón, ensaladas nada convencionales, carne a la brasa muy bien hecha. Merece la pena.
5. Tapería Bajamar. También cerca de la playa de A Xunqueira encontramos este restaurante, más barato, pero también recomendable. El personal es agradable, aunque a veces tiene demasiado trabajo, y la comida es buena sin estridencias. Si paseas un poco más, entrando ya en la parroquia de Meira, llegarás a A Carriola, un restaurante que por fuera no te llama, pero que ofrece producto de calidad. Nos acercamos uno de los días de mar de Moaña, en los que puedes comer tapas a buen precio mientras escuchas música. Las tapas eran empanada de pulpo y de choco, y jamás las he comido mejores. También tenían mejillones, con muy buena pinta. La música, tradicional gallega.
6. Redondela. En el fondo de la Ría de Vigo encontramos esta población, donde pasamos una buena tarde. Allí tomamos el Chocotren, un trenecito turístico dedicado al choco o sepia, que es típico de la zona. Dimos una vuelta por el pueblo, donde te sorprenden los viaductos y los parques, y llegamos hasta la Playa de Cesantes, desde donde se divisa la Isla de San Simón, en la que se encuentra un antiguo hospital y cárcel. Desde allí se tiene también una muy buena vista del enorme puente de Rande. Después, una cena ligera en un lugar recomendable, Casa Mucha, en la Plaza de Santiago Apóstol.
7. Cabo Home. Así se llama el extremo de la Península del Morrazo, en la que se encuentra Moaña. Desde allí puedes ver las Islas Cíes tan cerca que parece que las puedes tocar. También divisarás la Isla de Ons. En realidad, mires donde mires, verás imágenes de postal, con sus acantilados, el agua rompiendo, los pequeños faros. Si vas un día o una hora en la que no haya demasiada gente te llenarás de serenidad mientras paseas por la costa. Porque el senderismo parece la actividad más apropiada para la zona. También existen playas escondidas donde pasar un día tranquilo sintiéndote un Robinson. Envidié a los que poseen una casa en la zona.