viernes, 25 de octubre de 2019

Siete nociones clave sobre Lo que el dinero no puede comprar, de Michael Sandel

Intentaré resumir en poquitas líneas las ideas plasmadas por el controvertido filósofo estadounidense en este sencillo ensayo, que ha escocido entre las huestes del neoliberalismo. No seguiré los capítulos del libro, sino que incidiré sobre los pensamientos más importantes que contiene.

1. No todo se puede comprar o vender. Esta es la primera idea que nos quiere transmitir Sandel. Muchos economistas sostienen que todo es susceptible de ser comprado y vendido. Sin embargo, hay ciertas cosas que no pueden entrar en el mercado, y hasta los economistas deben estar de acuerdo en ello; por ejemplo, los seres humanos, porque eso es esclavitud; tampoco las personas pueden vender su voto; un premio Nobel o un Oscar no pueden ser comprados. Sin embargo, es posible comprar niños aún no nacidos, órganos humanos y el cuerpo de las prostitutas; se vende el cuerpo de uno mismo para probar fármacos; se compra el derecho a cazar rinocerontes o a emitir gases contaminantes a la atmósfera.

2. Mercados y moralidad. Nuestro autor cree que es importante abrir un debate, que ahora mismo apenas existe, sobre la moralidad de los mercados. El libro se encuentra trufado de ejemplos de bienes que tienen un mercado pero que no deberían tenerlo por cuestiones morales. Opone la ética de las colas a la ética del mercado, con ejemplos como hacer cola para conseguir una entrada para una misa del papa en un estadio y después revenderla. También se refiere a los incentivos, que considera sobornos, con ejemplos como pagar a los niños por lavarse los dientes o leer libros, o admitir a un país únicamente a los inmigrantes que aporten una cantidad de dinero, tratándolos como mercancías.

3. Multas vs. tarifas. Para demostrar que el mercado no sirve siempre, Sandel pone como ejemplo las multas. Algunas personas ricas pueden considerar las multas de tráfico como meras tarifas por poder correr más con su coche. Pero una gran velocidad acarrea mucho peligro en la carretera, por lo que, según Sandel, esa actitud debería encontrarse estigmatizada socialmente. Existen valores no mercantiles que merecen ser protegidos.

4. ¿Todas las decisiones que tomamos son económicas? Últimamente se ha impuesto entre ciertos economistas una visión económica de todo el comportamiento humano. Según esta teoría, todas las decisiones que tomamos son económicas, aunque no lo sepamos. Sandel opina que el utilitarismo económico no debe ser aplicado a campos como el sexo, la procreación, la crianza, la educación, la salud, las penas por delitos, la política de inmigración y la protección del medio ambiente. Un marido o una esposa no debe regalar dinero a su cónyuge, aunque sea más eficiente. Al elegir un regalo le está diciendo cuánto le quiere y le conoce, lo que es mucho más romántico que el vil metal. El regalo indica consideración o cortesía, más que las tarjetas regalo.

5. Los mercados desplazan la moral. La fe de los que creen en el mercado tiene dos principios: el primero es que la comercialización de una actividad no cambia dicha actividad. Sin embargo, en Suiza, un pueblo estaba dispuesto a almacenar residuos tóxicos gratis si era por el bien del país; pero cuando les ofrecieron dinero por almacenarlos descendió la disposición de la población a aceptar el sacrificio. Otro ejemplo: los estudiantes que recaudan gratis fondos benéficos obtienen mejores resultados que los que van a comisión. El segundo principio de la fe en el mercado es que hay que economizar el comportamiento ético. Sin embargo, nuestra capacidad de amar o de ser buenos no disminuye con el uso, sino que aumenta con la práctica. Sandel distingue entre las motivaciones intrínsecas (como la convicción moral) y las externas (como el dinero).

6. Primera objeción a los mercados. Michael Sandel diferencia entre una economía de mercado y una sociedad de mercado, en la que todo se puede vender. Opone dos objeciones a los mercados. La primera es la relativa a la justicia. Los mercados crean desigualdad, lo que puede provocar que el mercado no sea completamente libre. Por ejemplo: si se paga por las donaciones de sangre se explota a los pobres, que son los únicos que irán a donar por dinero. La gente rica y la de recursos modestos viven cada vez más separados. Tomando como ejemplo los recintos deportivos, nos enseña que la democracia esencial del deporte de masas, que hacía que el rico y el pobre se sentaran codo con codo en los estadios, se perdió con la aparición de los palcos de lujo. Esto ha sucedido en muchos otros ámbitos de la vida, y es lo que él denomina palquificación de la sociedad.

7. Segunda objeción a los mercados. La sociedad de mercado corrompe los bienes que se venden. La compra y venta de seguros de vida de los trabajadores convierte la muerte en una mercancía. La publicidad tiene un efecto corrosivo sobre los productos que tradicionalmente no han sido objeto de ella. Los municipios hace tiempo que han permitido patrocinar sus instalaciones. Las cárceles y los colegios de Estados Unidos también emiten anuncios. En los colegios, el material suministrado por los anunciantes está repleto de sesgos. La publicidad predica lo contrario de la educación, desear cosas frente a pensar, por eso corrompe. Nuestra única esperanza de mantener los mercados en su sitio es reflexionar sobre el significado de los bienes y las prácticas sociales.