miércoles, 3 de octubre de 2012

Derecho a manifestarse

No voy a ser original, pero quiero dejar constancia de mi oposición a regular de una manera más restrictiva el derecho de manifestación.

Cuando los ciudadanos advierten que los gobernantes no atienden el sentir de una parte importante de ellos, tienen como una de las pocas vías para mostrar su opinión la de manifestarse. Por supuesto que esta debe ser pacífica, pero nadie puede afirmar con criterios objetivos, antes de una manifestación, que vaya a ser o no violenta.

No todas las manifestaciones son iguales. En aquellas en las que se defiende el derecho a la vida (es decir, se promueve la prohibición de abortar), habrá muchas más camisas de marca que en la que protesta para conseguir una vivienda digna. Pero ambas son lícitas y defendibles. Y ambos colectivos deben ser prejuzgados como no violentos. Y mientras se limiten a manifestarse en la vía pública y con los permisos correspondientes no hay nada que objetarles.

Queda feo que haya muchas manifestaciones en una ciudad, y más si se producen altercados violentos. Pero la mejor forma de evitarlas es el diálogo y la atención de los gobiernos a los problemas de los ciudadanos. Creo que es mejor prevenir las manifestaciones que tener que reprimirlas.

Es curioso cómo cambia la percepción de los delitos a lo largo de la historia. En los tiempos en que los hombres se mataban unos a otros habitualmente, nadie se preocupaba por definir como delito el insulto.

Cuando el verdadero terrorismo nos ataca de manera esporádica, se tildan de terrorismo actos que no lo son de ninguna manera.

martes, 2 de octubre de 2012

¿Deben cobrar los políticos?

Existe una corriente de opinión que piensa que los políticos no sirven para nada. Es una corriente alentada, paradójicamente, por no pocos políticos conservadores, amigos del liberalismo económico, que se alinean con la idea de que el estado debe ser mínimo.

Se parte de la base de que el político no desarrolla ningún trabajo. Únicamente se limita a asistir a los plenos o comisiones para que cuente su voto. Y parece que en muchos partidos es así. El fortalecimiento de los partidos políticos, debido a las listas cerradas, provoca que los cargos electos se conviertan en peleles al dictado de los máximos dirigentes de los partidos.

Se vacía de contenido el trabajo del político y luego se afirma que no realiza ningún trabajo, por lo que no debería cobrar sueldo. Pero el político sí tiene un gran trabajo que realizar. Debería escuchar a sus votantes y a los que no le votaron. Debería formular proposiciones, representar a su circunscripción, municipio o provincia. También debe estudiar las proposiciones de otros políticos. Debe conocer también los problemas que aquejan a su vecindario, comunidad o país. Y siempre deben estudiar la forma de realizar más con menos.

Pero todos esos trabajos los realizan los aparatos de los partidos, y se los dan mascados a los políticos, que no tienen que pensar, sino simplemente votar lo que su partido quiere. De esta forma, se convierten en monitos, por lo que, desde luego, no merecen cobrar dinero.

Lo cual también es una falacia, porque los políticos que no cobran sueldo, en su mayor parte, cobran unos incentivos por asistencia a plenos y comisiones que son superiores al sueldo de cualquier empleado.

Imaginemos que le quitamos el sueldo a un político de un municipio, que cobra 60.000 euros. Sustituimos ese sueldo por dietas de asistencia a plenos mensuales, de unos 1.500 euros al mes. Si el político es una persona humilde, puede vivir perfectamente con ese dinero y dedicar todo su esfuerzo a sus ciudadanos. Pero si es una persona ambiciosa, mantendrá su empleo o sus negocios aparte de su actividad política, a la que dedicará poco tiempo y poco esfuerzo, y que se verá interferida por la actividad privada del político en cuestión.

Sin embargo, el problema es que, con el tiempo, la tendencia es a hacer desaparecer cualquier emolumento que perciban los políticos. Sólo podrán dedicarse a las políticas quienes tengan su vida económica solucionada. Y los ricos suelen pensar más o menos de la misma manera, por lo que desaparecerá la pluralidad política y reaparecerá el caciquismo.

Propongo, pues, que los políticos cobren un sueldo digno, pero adecuado al trabajo que realizan. Las medidas populistas no solucionarán, sino que empeorarán la situación actual de la clase política.