jueves, 22 de junio de 2017

Las sietes mejores películas de juicios

Desde que vi Testigo de cargo siempre me han gustado las películas de juicios. Hay muchas y muy buenas. Sin duda para mí la mejor es Doce hombres sin piedad, pero podría hablar de Vencedores y vencidos, El crisol, JFK, En bandeja de plata, La caja de música, La carta, La costilla de Adán y otras muchas.

Sin embargo, me ceñiré a las más típicas películas de juicios. Esas en las que la mayoría del metraje transcurre en la sala de vistas y que suelen tener una gran sorpresa guardada para el final. No voy a ser muy original porque los grandes clásicos son insuperables:

1. Testigo de cargo (1957). La película referente del género de juicios adaptaba a Agatha Christie y fue dirigida por su santidad Billy Wilder e interpretada por Charles Laughton, Marlene Dietrich y Tyrone Power. Una puesta en escena y unas actuaciones muy teatrales para presentar un juicio por asesinato en el que el acusado parece culpable, pero la habilidad de su abogado podría conseguir que lo exculparan. Como casi todas estas películas, el guion está lleno de trucos que, vistos ahora, pueden parecer infantiles. Pero si la hubierais visto de pequeños, como yo, os habríais quedado con la boca abierta. Imprescindible. 8,5 de nota.

2. Anatomía de un asesinato (1959). Un abogado de pueblo debe defender a un teniente del ejército, quien ha matado al hombre que, supuestamente, violó a su atractiva mujer. James Stewart, Ben Gazzara y Lee Remick son un reparto de lujo; si además sale George C. Scott, ya no podemos pedir más. Desde el principio sabemos quién es el asesino, pero el abogado, que parece buena persona, utilizará todas sus sucias artimañas para que salga libre. Cuando vi la película todavía no era un adulto, y la palabra bragas, utilizada repetidamente durante el juicio, causó en mí la incomodidad que también debió provocar en la sociedad de la época. Aunque es un poquito larga merece la pena su visión. Si además añadimos los títulos de crédito de Saul Bass, la música de Duke Ellington, el blanco y negro con mucho contraste de la época y la dirección rotunda y seca de Otto Preminger, el cóctel está completo. Nota de 8.

3. Matar a un ruiseñor (1962). Si no habéis visto esta película no entenderéis muchas referencias que se hacen a ella en otros muchas películas y series americanas, pues es un icono de la cultura estadounidense, al igual que la novela en la que se basa. La palabra que mejor la define es "bonita". Durante la gran depresión, en un pueblo de Alabama, el abogado Atticus Finch defiende a un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca. El conflicto racial y las relaciones personales están vistos desde la ingenua óptica de la hija pequeña del abogado. Dirección sublime (el calor de la sala del juicio se siente) y magníficas interpretaciones (ojo, que, además de Don Gregory Peck, está aquí el primer Robert Duvall). Perfecta para un sábado por la tarde, en lugar de la porquería de películas que suelen poner en las televisiones. Un 8,5.

4. Veredicto final (1982). Paul Newman compone uno de los personajes de su carrera, el de un abogado acabado y alcohólico que podrá redimirse como profesional y como persona si supera las presiones de la Iglesia para ganar un juicio por un error médico. Sydney Lumet a la dirección, guion de David Mamet. Secundarios de lujo, como Jack Warden, Charlotte Rampling o James Mason. Cuántas películas se han ido a la porra con buenos elementos. Pero esta no. A pesar de contar una historia trillada de la que sospechas el final a los diez minutos, consigue absorber al espectador y que se preocupe por las cuitas del protagonista. Para mí gran parte del mérito es la maestría de Lumet rodando diálogos. El señor Newman aparece tan ajado que, cuando vi la película en su estreno, pensé que estaba enfermo de verdad. 7,5.

5. Algunos hombres buenos (1992). Un enorme Jack Nicholson, que sólo sale veinte minutos, pero que se merienda al resto del reparto, se enfrenta, como el malo de la película, a un Tom Cruise pipiolo, en este juicio militar. Acompaña una sosita Demi Moore. Es un buen film, rodado con mano firme, sin secuencias de relleno. No obstante, ha sido tan parodiada y homenajeada desde entonces que, si no la viste cuando la estrenaron, ya no te sorprenderá el final, aunque aprenderás lo que es un código rojo. Se tratan aquí interesantes cuestiones morales y filosóficas sobre los conceptos de honor y patria, aunque de una manera algo manida y superficial. En su momento agradecí que los dos jóvenes abogados no tuvieran una historia de amor que habría estropeado todo. Un 7.

6. Las dos caras de la verdad (Primal Fear) (1996). Abogado estrella defiende a un joven que, según todas las pruebas, ha matado al arzobispo de Chicago. El guion entretiene y sorprende, aunque tiene más truco que una película de Fu Manchú. Richard Gere da la talla como la estrella del film, Laura Linney está muy bien y, sobre todo, es el debut de Edward Norton, que ya apuntaba a gran actor. Si bien podría haber profundizado en los abusos sexuales dentro de la iglesia, la película transita por caminos más convencionales y se centra en abogado y cliente, y en la posible enfermedad mental de éste. Un 7.

7. El jurado (2003). Gene Hackman, Dustin Hoffman, John Cusack, Rachel Weisz y una pequeña aparición de la mítica Jennifer Beals. Sólo con ese reparto merece la pena la visión de una película efectista, pero entretenida, sobre el enfrentamiento en los tribunales entre una viuda, con su abogado paleto y perspicaz, y una enorme empresa armamentística con una flotilla de abogados de lujo. Inspirada en una novela de John Grisham, el interés se encuentra aquí en la elección de los miembros del jurado, y en que algunos de ellos no son lo que parecen. Notita de 7.


martes, 13 de junio de 2017

Las picaduras

Lo noté al vestirme por la mañana. La cadera derecha me escocía cuando me subía la ropa. Me miré en el espejo y vi lo que parecían tres picaduras de mosquito formando un perfecto triángulo equilátero con la base horizontal. La separación entre las pequeñas heridas era de unos dos centímetros. Más abajo, a cinco centímetros, otro hoyito más grande, en la vertical de la cúspide del triángulo. La disposición tan geométricamente perfecta de las picaduras me sugirió inmediatamente que allí se podía enchufar algún tipo de dispositivo electrónico.

No le di mucha importancia, porque pensé que algún insecto me había estado picando durante la noche. Y aunque durante las dos siguientes semanas me rascaba de vez en cuando, sobre todo la picadura solitaria, que era de mayor tamaño que el resto y a la que bauticé como toma de tierra, no noté ningún otro efecto adverso.

En realidad los efectos fueron positivos. La mente se me abrió y caí en la cuenta de asuntos que hasta entonces no llenaban mis pensamientos para nada. El primero de ellos fue que empecé a preocuparme por España. El desafío soberanista que venía de Cataluña podía romper mi patria en mil pedazos. Al principio fue una sensación tenue, pero al cabo de unas semanas no tuve más remedio que manifestar mi inquietud de alguna manera. Me inscribí como comentarista en algunos periódicos digitales para los que di mi opinión. Las primeras veces con sosiego, pero, después, con vehemencia, pues la angustia que me produce la desintegración que se nos avecina no me deja dormir tranquilo.

Algo se abrió en mi mente que consiguió que comprendiese muchas cosas. Por ejemplo, que para reactivar la economía hay que favorecer a los emprendedores. Yo, que siempre había pensado que había que proteger al trabajador, caí en la cuenta de que quien crea trabajo es el empresario, y a él es al que hay que facilitarle las cosas para que pueda hacerlo, bajándole los impuestos y flexibilizando la contratación.

Desde que aparecieron mis picaduras procuro vestir bien, no como esos nuevos perroflautas que pretenden gobernarnos y que han hecho de la coleta y de la barba una seña de identidad. En el mercadillo de los lunes he comprado pantalones, camisas y polos de imitación, con grandes logotipos en el pecho, que dan de mi una imagen más acorde con la de una persona respetable. Una pulserita con los colores de la bandera nacional cierra un look trendy (hostia, no sabía que conocía esa palabra, sí que es verdad que se me ha abierto la mente).

Con ese look voy todos los domingos a misa y obligo a mi mujer y a mis niños a ir también. Bueno, a mi mujer no, porque dice que ni loca va ella a oír a un pederasta dar lecciones de moralidad. Y es que es una radical comunista que no tiene respeto por nada. Como no la pique el mosquito vamos a tener que divorciarnos. Ella piensa que todos los curas son pederastas y todos los miembros del gobierno unos corruptos. Pero, como yo le digo, por cuatro manzanas podridas no se pueden echar abajo las instituciones que más defienden la integridad de España de los proetarras e independentistas.

Así que aquí estoy, el día en que mis picaduras ya han desaparecido, en la cola del Servicio Público de Empleo Estatal, a ver si consigo que me renueven los 426 euros de la renta activa de inserción. Con eso, con lo que me da un conocido por echarle una mano en su bar los fines de semana y con lo que mi mujer saca limpiando casas, a lo mejor puedo ahorrar para comprarme ese BMW de segunda mano al que he echado el ojo.

jueves, 1 de junio de 2017

Siete sectores subvencionados

Una subvención es una cantidad que se recibe de un organismo público para un fin determinado. Como siempre he oído que los cineastas españoles no viven de su trabajo, sino de las subvenciones del gobierno, vamos a averiguar qué hay de cierto en ello y qué hay de cierto en las subvenciones que reciben otros sectores de la economía española. Esto es lo que he podido averiguar.

1. Un sector económico muy subvencionado es la minería del carbón. Puesto que las minas no pueden competir con el carbón que llega del extranjero, en muchos casos más fácil y barato de extraer, se subvenciona a las minas para que mantengan los puestos de trabajo. En 2019 se acabarán las subvenciones europeas a la minería del carbón, así que se cerrarán casi todas las minas de España. Se conceden unos 550 millones de euros al año para un sector que factura unos 1.600 millones de euros, así que se subvenciona un 34,38%.

2. Polémica es la subvención del Estado a la Iglesia Católica. Por el IRPF, la Iglesia recauda unos 250 millones de euros. No es dinero que dona la gente de su bolsillo. Es un dinero que ya han entregado al Estado y que deciden que éste lo destine a la Iglesia en lugar de a otras obras y servicios. Aquí incluiría yo también la exención en los impuestos que tiene la Iglesia Católica, tanto en el IBI (Impuesto sobre Bienes Inmuebles), como en el ICIO (Impuesto sobre Construcciones, Instalaciones y Obras), consecuencia del convenio del Estado con la Santa Sede sobre asuntos económicos firmado en 1979. No es exactamente dinero que se done, sino dinero que se deja de recaudar y que podría pertenecer legítimamente al conjunto de la ciudadanía. Unos 1.000 millones de euros. No creo que se debiera meter aquí los más de 90 millones que el Estado paga a profesores de religión (aunque es discutible si la religión se debe enseñar en las escuelas), porque es el pago por un trabajo realizado. Tampoco incluiría yo lo que se dona a los hospitales católicos o para la conservación de los monumentos religiosos. Por ello, mi cálculo es el siguiente, de los 4.600 millones de euros de presupuesto de la Iglesia, los españoles en conjunto asumimos unos 1.250 millones, es decir, un 31,25%.

3. Las corridas de toros (y los festejos taurinos en general) son un sector que cuenta también con subvenciones. El gobierno del Estado subvenciona a los criadores de toros de lidia para que mejoren la raza de los animales. Los últimos datos que tengo son de 2015, cuando se emplearon 127.926 euros para este fin. Sin embargo, a los toros el dinero público les llega desde los Ayuntamientos, que para celebrar las fiestas patronales suelen gastar un dinerito en eventos taurinos. Aunque ciertos ayuntamientos ya han eliminado ese gasto por razones de conciencia animalista, la mayoría suelen usar una parte de su presupuesto en todo tipo de fiestas relacionadas con el toro (desde un 0,1% los ayuntamientos más grandes hasta un 3% los más pequeños). Para un sector que factura por taquilla aproximadamente 400 millones de euros al año, estas subvenciones que, según los cálculos que he realizado con los datos de los propios Ayuntamientos, ascienden a unos 120 millones de euros (aunque las asociaciones animalistas hablan de 500 millones), supondrían un 30% de lo que la tauromaquia genera.

4. Las organizaciones empresariales, la patronal, la CEOE, como la llamemos. La encontramos, al igual que a los sindicatos, en la Constitución, como una organización necesaria para la defensa de los intereses de sus afiliados. Su presupuesto para el año 2016 fue de 11.386.000 euros. En ese presupuesto, 2,85 millones de euros fueron ingresos por subvenciones. Es decir, que el Estado financia a la Confederación Española de Organizaciones Empresariales en un 25,03%.

5. El dinero destinado a la promoción de nuevas películas de cine (largometrajes y cortometrajes) en los Presupuestos Generales del Estado de 2017 es de 36,3 millones de euros. La recaudación del cine español en nuestras pantallas durante el año 2016 fue de 110 millones de euros (de los que 26,5 se llevó Un monstruo viene a verme) y la recaudación del cine español en las pantallas extranjeras fue de 65 millones de euros (15 de ellos para Julieta). A ello hay que añadir la inversión de las televisiones en cine español, con los que pagan los derechos para poder emitir las películas. Los últimos datos, que corresponden a lo invertido en 2015, son de 58,69 millones de euros. Así que el cine español recauda en un año 233,69 millones de euros, por lo que las subvenciones serían de un 15,53 %. Pero no hemos contado lo que pagan las plataformas digitales al cine, ni la venta de DVD, ni lo que recaudan las películas españolas en las televisiones extranjeras. Así que las subvenciones suponen menos de un 15% de lo que el cine genera.

6. Los sindicatos, más bien los sindicalistas, tienen fama de vivir de las subvenciones sin defender a los trabajadores. Para mí es importante no olvidar que sin los sindicatos seguiríamos trabajando 80 horas a la semana sin librar ni un día. Actualmente, el Estado destina unos 10 millones de euros de sus presupuestos a esta partida. El resto de dinero que reciben los sindicatos, que puede llegar a sumar otros 40 millones no podemos llamarlos subvenciones, porque son pagos por realizar trabajos para la Fundación para la formación en el empleo, el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo, el Consejo Económico y Social y otro tipo de órganos. Un debate aparte sería si todos esos órganos son necesarios y si el dinero se emplea bien. Tampoco podemos considerar subvenciones los liberados sindicales (otra figura controvertida) porque los pagan las empresas y el dinero va directo a sus bolsillos y no al sindicato. En total, de los casi 500 millones de euros de los presupuestos de los sindicatos españoles, la mayoría se cubre con las cuotas de los afiliados, los trabajos para organismos o los de asesoría jurídica. Las subvenciones suponen en este caso un 2% de su facturación.

7. El sector automovilístico recibe subvenciones del gobierno, pero es uno de los más punteros de la economía española. La fabricación de vehículos automóviles facturó en 2015 60.855 millones de euros. Aunque las empresas de fabricación de coches recibieron unos 150 millones de euros en subvenciones directas y el plan PIVE de renovación de vehículos supuso unos 275 millones, esos 425 millones son apenas un 0,7% de subvenciones sobre el total de la facturación.