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martes, 20 de noviembre de 2018

Siete mujeres sindicalistas

El machismo se encuentra tan arraigado en nuestra sociedad que incluso en el ámbito de la lucha obrera, en el que mujeres y hombres deberíamos ir de la mano, la cuota de poder es ínfima para el colectivo femenino. No obstante, señalaré aquí a algunas sindicalistas cuya carrera me ha interesado:

1. Isabel Vilà i Pujol (1843 - 1896). Considerada la primera sindicalista catalana, creó la Federación Internacional de Trabajadores de Llagostera. Fue conocida por su reivindicación de cinco horas de trabajo para los menores de 13 años que estaban empleados en las fábricas. También reivindicó la educación para la clase trabajadora, a cuya enseñanza se dedicó posteriormente.

2. Teresa Claramunt (1862 - 1931). Una de las primeras revolucionarias españolas del siglo XIX. Sindicalista de convicciones anarquistas, desde 1882 participó en huelgas que reivindicaban la reducción de jornada. En esa época la jornada de ocho horas les parecía utópica, por eso, en el Congreso de Trabajadores de la Región Española celebrado en Sabadell, decidieron demandar la jornada de diez horas. En 1903, Teresa ya planteó la equiparación salarial entre hombres y mujeres, afirmando, además, que la emancipación de la mujer tenía que ser llevada a cabo por ella misma. Su origen social obrero la alejaba de las feministas de su tiempo, mujeres cultas y educadas en familias liberales. Pasó largos años en la cárcel y en el exilio y sufrió tortura.

3. Elizabeth Gurley Flynn (1890 - 1964). Sindicalista estadounidense, dio su primer discurso a los dieciséis años, disertando sobre el socialismo y la mujer. Contribuyó a la expansión del sindicato Industrial Workers of the World, reivindicando la libertad de reunión y expresión. Participó en las violentas huelgas textiles de Massachusetts en 1912, así como en otras luchas sindicales en Nueva Jersey, Pennsylvania y Nueva York. Colaboró también con la Worker's Liberty Defense Unión, proporcionando defensa jurídica a los legendarios Sacco y Vanzetti. Presidió la International Labor Defense. Fue condenada por su militancia comunista.

4. Lucía Sánchez Saornil (1895 - 1970). Esta poeta que trabajaba en Telefónica, dejó la literatura para dedicarse a la lucha sindicalista. Por ello fue expulsada de la compañía. Comprendiendo que no se podía separar la lucha obrera de la lucha contra el patriarcado, fue cofundadora de la organización Mujeres Libres. Ella fue siempre una mujer libre, y habló de ello en una serie de artículos sobre la cuestión femenina, en los que achacaba la poca preocupación por los temas sociales de las mujeres españolas a su papel histórico de sometimiento. Recogiendo ideas de Teresa Claramunt, polemizó con otros líderes sindicales, porque ella consideraba que los obreros debían implantar la igualdad con sus mujeres en sus casas antes de pedir igualdad en la calle.

5. Mercedes Comaposada Guillén (1901 - 1994). Pedagoga y abogada anarquista, fue cofundadora con Lucía Sánchez Saornil de la organización Mujeres Libres. Comenzó trabajando muy jovencita como montadora cinematográfica en Barcelona, donde se afilió a la CNT. En Madrid estudió derecho y se dedicó a la revista anarcosindicalista Mujeres Libres y a la enseñanza de obreras, porque los obreros no querían ser enseñados por mujeres. Sufrió el exilio en París.

6. Conxa Pérez Collado (1915 - 2014). Anarquista por influencia de su padre, uno de los fundadores de la CNT, abandonó su casa por el machismo que veía en ella. Dejó las artes gráficas para defender a la república. Fue una de las fundadoras del Ateneo Humanidad de Les Corts y de la Escuela Autogestionada Eliseo Reclús. Participó en las primeras asociaciones de vecinos que surgieron en Barcelona. Desde 1999 fue miembro del grupo de mujeres del 36, que contribuyeron a la recuperación de la memoria histórica.

7. Bárbara Figueroa (1979-). Es la presidenta de la Central Unitaria de Trabajadores de Chile (CUT), la organización sindical más importante del país. Licenciada en psicología, proveniente del movimiento comunista, es la primera mujer presidenta de la CUT y la primera mujer en encabezar una multisindical en América Latina.

jueves, 1 de junio de 2017

Siete sectores subvencionados

Una subvención es una cantidad que se recibe de un organismo público para un fin determinado. Como siempre he oído que los cineastas españoles no viven de su trabajo, sino de las subvenciones del gobierno, vamos a averiguar qué hay de cierto en ello y qué hay de cierto en las subvenciones que reciben otros sectores de la economía española. Esto es lo que he podido averiguar.

1. Un sector económico muy subvencionado es la minería del carbón. Puesto que las minas no pueden competir con el carbón que llega del extranjero, en muchos casos más fácil y barato de extraer, se subvenciona a las minas para que mantengan los puestos de trabajo. En 2019 se acabarán las subvenciones europeas a la minería del carbón, así que se cerrarán casi todas las minas de España. Se conceden unos 550 millones de euros al año para un sector que factura unos 1.600 millones de euros, así que se subvenciona un 34,38%.

2. Polémica es la subvención del Estado a la Iglesia Católica. Por el IRPF, la Iglesia recauda unos 250 millones de euros. No es dinero que dona la gente de su bolsillo. Es un dinero que ya han entregado al Estado y que deciden que éste lo destine a la Iglesia en lugar de a otras obras y servicios. Aquí incluiría yo también la exención en los impuestos que tiene la Iglesia Católica, tanto en el IBI (Impuesto sobre Bienes Inmuebles), como en el ICIO (Impuesto sobre Construcciones, Instalaciones y Obras), consecuencia del convenio del Estado con la Santa Sede sobre asuntos económicos firmado en 1979. No es exactamente dinero que se done, sino dinero que se deja de recaudar y que podría pertenecer legítimamente al conjunto de la ciudadanía. Unos 1.000 millones de euros. No creo que se debiera meter aquí los más de 90 millones que el Estado paga a profesores de religión (aunque es discutible si la religión se debe enseñar en las escuelas), porque es el pago por un trabajo realizado. Tampoco incluiría yo lo que se dona a los hospitales católicos o para la conservación de los monumentos religiosos. Por ello, mi cálculo es el siguiente, de los 4.600 millones de euros de presupuesto de la Iglesia, los españoles en conjunto asumimos unos 1.250 millones, es decir, un 31,25%.

3. Las corridas de toros (y los festejos taurinos en general) son un sector que cuenta también con subvenciones. El gobierno del Estado subvenciona a los criadores de toros de lidia para que mejoren la raza de los animales. Los últimos datos que tengo son de 2015, cuando se emplearon 127.926 euros para este fin. Sin embargo, a los toros el dinero público les llega desde los Ayuntamientos, que para celebrar las fiestas patronales suelen gastar un dinerito en eventos taurinos. Aunque ciertos ayuntamientos ya han eliminado ese gasto por razones de conciencia animalista, la mayoría suelen usar una parte de su presupuesto en todo tipo de fiestas relacionadas con el toro (desde un 0,1% los ayuntamientos más grandes hasta un 3% los más pequeños). Para un sector que factura por taquilla aproximadamente 400 millones de euros al año, estas subvenciones que, según los cálculos que he realizado con los datos de los propios Ayuntamientos, ascienden a unos 120 millones de euros (aunque las asociaciones animalistas hablan de 500 millones), supondrían un 30% de lo que la tauromaquia genera.

4. Las organizaciones empresariales, la patronal, la CEOE, como la llamemos. La encontramos, al igual que a los sindicatos, en la Constitución, como una organización necesaria para la defensa de los intereses de sus afiliados. Su presupuesto para el año 2016 fue de 11.386.000 euros. En ese presupuesto, 2,85 millones de euros fueron ingresos por subvenciones. Es decir, que el Estado financia a la Confederación Española de Organizaciones Empresariales en un 25,03%.

5. El dinero destinado a la promoción de nuevas películas de cine (largometrajes y cortometrajes) en los Presupuestos Generales del Estado de 2017 es de 36,3 millones de euros. La recaudación del cine español en nuestras pantallas durante el año 2016 fue de 110 millones de euros (de los que 26,5 se llevó Un monstruo viene a verme) y la recaudación del cine español en las pantallas extranjeras fue de 65 millones de euros (15 de ellos para Julieta). A ello hay que añadir la inversión de las televisiones en cine español, con los que pagan los derechos para poder emitir las películas. Los últimos datos, que corresponden a lo invertido en 2015, son de 58,69 millones de euros. Así que el cine español recauda en un año 233,69 millones de euros, por lo que las subvenciones serían de un 15,53 %. Pero no hemos contado lo que pagan las plataformas digitales al cine, ni la venta de DVD, ni lo que recaudan las películas españolas en las televisiones extranjeras. Así que las subvenciones suponen menos de un 15% de lo que el cine genera.

6. Los sindicatos, más bien los sindicalistas, tienen fama de vivir de las subvenciones sin defender a los trabajadores. Para mí es importante no olvidar que sin los sindicatos seguiríamos trabajando 80 horas a la semana sin librar ni un día. Actualmente, el Estado destina unos 10 millones de euros de sus presupuestos a esta partida. El resto de dinero que reciben los sindicatos, que puede llegar a sumar otros 40 millones no podemos llamarlos subvenciones, porque son pagos por realizar trabajos para la Fundación para la formación en el empleo, el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo, el Consejo Económico y Social y otro tipo de órganos. Un debate aparte sería si todos esos órganos son necesarios y si el dinero se emplea bien. Tampoco podemos considerar subvenciones los liberados sindicales (otra figura controvertida) porque los pagan las empresas y el dinero va directo a sus bolsillos y no al sindicato. En total, de los casi 500 millones de euros de los presupuestos de los sindicatos españoles, la mayoría se cubre con las cuotas de los afiliados, los trabajos para organismos o los de asesoría jurídica. Las subvenciones suponen en este caso un 2% de su facturación.

7. El sector automovilístico recibe subvenciones del gobierno, pero es uno de los más punteros de la economía española. La fabricación de vehículos automóviles facturó en 2015 60.855 millones de euros. Aunque las empresas de fabricación de coches recibieron unos 150 millones de euros en subvenciones directas y el plan PIVE de renovación de vehículos supuso unos 275 millones, esos 425 millones son apenas un 0,7% de subvenciones sobre el total de la facturación.

lunes, 8 de mayo de 2017

Siete nociones clave sobre El fin del trabajo, de Rifkin

En 1995, el economista Jeremy Rifkin publicó El fin del trabajo, una obra que debería ser el libro de cabecera de muchos de nuestros dirigentes. Vaticina el futuro del trabajo en el mundo y propone soluciones para lo que se nos viene encima. Vamos a intentar resumirlo de manera sencilla:

1. La tercera revolución industrial. La primera revolución industrial comenzó con el motor de vapor y el carbón. La segunda introdujo el petróleo y la electricidad. La tercera revolución industrial es la de los robots y los ordenadores.

2. Las máquinas inteligentes están sustituyendo a los trabajadores en las tareas de producción y administración. Si las primeras tecnologías sustituían los brazos humanos, los nuevos softwares sustituyen las mentes humanas, por lo que no sólo se pierden trabajadores en la industria, sino también en las oficinas. La automatización está ascendiendo por la pirámide laboral, ocupando cada vez más puestos especializados. Las tecnologías de la información ya pueden sustituir a casi todos los mandos intermedios y a muchos directivos.

3. Al sustituir las máquinas a los humanos en el trabajo, las fuentes económicas ya no se deberían haber distribuido sobre la base de las contribuciones a la producción. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX los sindicatos claudicaron. En lugar de pedir jornadas más cortas y mejores niveles salariales, se conformaron con programas de formación, suponiendo que, al reducirse el trabajo para los trabajadores no cualificados, habría más empleo para los que tuviesen un mayor nivel formativo.

4. El declive de la fuerza de trabajo. El futuro es un mundo en el que el trabajo no será el centro del contrato social. No habrá trabajo para la mayoría de los humanos, pero la productividad mejorará. Prácticamente, la mitad de la población mundial sigue trabajando en el campo. Pero a mediados de siglo, los cambios tecnológicos en la producción de alimentos nos llevarán a un mundo sin agricultores. Igualmente, millones de trabajos se pierden en la industria. El sector servicios absorbía los excedentes de mano de obra de la agricultura y la industria. Pero también estos trabajadores están siendo sustituidos por tecnología, como los operadores telefónicos, empleados de banca, agentes de viajes o trabajadores del comercio. Doctores, abogados, arquitectos o científicos pueden realizar su trabajo con menos personal. Incluso la música y la literatura fluyen más fácilmente con ayuda de máquinas.

5. El precio del progreso. Los empleados de las industrias que pierden su empleo, cuando pueden volver al trabajo lo hacen a tiempo parcial, en el sector servicios y peor remunerados. Pero también miles de puestos de tipo medio han desaparecido, deteriorando la clase media. Sin embargo, unos pocos ejecutivos han obtenido pingües beneficios del nuevo sistema. Se crea así una sociedad polarizada, con una pequeña élite cosmopolita y gran cantidad de pobres. Las perspectivas de empleo han disminuido en todo el mundo. En el tercer mundo, la ventaja competitiva que tiene la mano de obra barata perderá peso con la introducción de la producción automatizada. El mayor desempleo provoca un aumento de la desesperación y, consecuentemente, de la violencia, haciendo del mundo un lugar más peligroso.

6. Las dos caras de la tecnología. La revolución tecnológica provocará más tiempo libre, y el mundo deberá decidir si ese tiempo libre será de ocio o de desempleo. En la revolución industrial del siglo XIX se pasó de 80 a 60 horas semanales de trabajo, y en la del siglo XX a 40. Lo lógico sería, en esta nueva revolución llegar a 30 o incluso a 20, con la consiguiente mejora en la calidad de vida de millones de personas. Pero si las ganancias en productividad se utilizan únicamente para remunerar a accionistas y directivos, si no se recorta la semana laboral, habrá más paro y menos poder adquisitivo de la clase trabajadora, lo que redundará en menos beneficios para las empresas y más disturbios a escala internacional.

7. El nacimiento de la era posmercado. El cambio de una economía basada en los materiales a otra basada en la información reduce la importancia de los estados-nación, que no pueden poner fronteras a las nuevas tecnologías. El gobierno y el mercado pierden importancia y el trabajador se queda desamparado. Surge aquí el tercer sector, el del voluntariado, al margen del estado y del mercado, que puede tener gran importancia en el tiempo libre y en la reconstrucción del sentimiento cívico. Estos grupos pueden ser los que desvíen las frustraciones de un creciente número de desempleados.

martes, 10 de enero de 2017

Siete nociones clave sobre las clases sociales

El concepto de clase social siempre me ha parecido muy interesante, porque define la situación sociolaboral de una persona en el mundo, y es parecido a la imagen personal. Uno piensa que pertenece a una determinada clase social, los demás lo ven en otro lugar de la escala social, y ambos suelen ser distintos al lugar real donde uno se encuentra.

Intentaré, siguiendo el artículo que Manel García Biel escribió para www.economiadigital.es el 13/12/2016, dar varias claves sencillas para entender cómo ha cambiado la percepción de las clases sociales desde la caída del bloque comunista, uno de los hechos que más han influenciado la vida en el planeta (y con planeta me refiero al primer mundo; los que pasan hambre no conocen las clases sociales ni les importan):

1. Las clases sociales clásicas. En la sociología clásica podemos señalar como más importantes dos teorías que se referían a las clases sociales. La teoría funcionalista, que propuso Durkheim y actualizaron Davis y Moore, ve a la sociedad como un organismo en el que la estratificación consigue colocar a cada persona en el lugar que le corresponde para el mejor funcionamiento de la institución social. Las teorías del conflicto, que me parecen más interesantes, parten de la lucha de clases de Marx para decirnos que la desigualdad social está en la desigual distribución de la riqueza y las oportunidades, y quienes controlan esa desigualdad son capaces de reproducir generación tras generación un modelo que les beneficia. Esta clase social que controla los medios de producción sería la burguesía, en oposición al proletariado, que carece de propiedades y medios de producción. Luego, para liaros, los sociólogos y los economistas las habrán dividido de muchas maneras. Pero, para mí, siguen siendo básicamente dos, el que trabaja y el que vive del trabajo de otros.

2. Las clases sociales neoliberales. Pero queda muy feo dividir el mundo en explotadores y explotados. Por eso, los explotadores tienen una legión de expertos en eufemística aplicada que idearon la división de clases según el nivel de renta. Así surgieron la clase alta, la media y la baja. Como en el colegio te enseñan que lo más importante del mundo es tener dinero, nadie quiere encontrarse en la clase baja, por lo que se rizó el rizo dividiendo la clase media en clase media-alta, media-media y media-baja. Venga, todos somos clase media. Tras el hundimiento del comunismo, la izquierda europea estaba de bajona y avergonzada, por lo que los neoliberales (que no saben lo que es la vergüenza) consigueron instalar sus ideas como las verdaderas y dominantes. Así, el encargado de turno de una fábrica de quinientos obreros cree que se encuentra en la misma clase social que el dueño. Por eso intentará imitarlo e incluso imitará a qué partido vota. Tampoco luchará por sus derechos, porque él no es un obrerillo.

3. La movilidad social. Me refiero aquí a la movilidad social vertical, que es el movimiento que un individuo hace de una clase social a otra. En realidad, de un grupo de renta a otro. Es la zanahoria al extremo del palo. Es el sueño americano de que el hijo de un obrero puede llegar a ser el dueño de la fábrica. Y hay algunos que lo consiguen. Pero el entorno cultural y social en el que naces afecta notablemente al lugar al que, económicamente hablando, llegarás. No sólo influye el dinero de tus padres para pagarte una carrera, uno o varios másteres o estudios en el extranjero. También intervienen los contactos de tu familia para colocarte en un puesto una vez terminados estos estudios. Y cuanta más desigualdad hay en un país menor número de personas logran ascender en la escala social. Las políticas liberales, que han sustituido a las socialdemócratas, consiguen mantener a los pobres en su sitio.

4. El individualismo frente a lo colectivo. Si algo bueno tenemos los pobres es que somos muchos. Si nos uniéramos, y algunas veces lo hemos hecho, lograríamos mayor igualdad social. Pero desde las élites nos dividen, primero en países, enfrentando a los pobres de aquí con los de allí. Después nos educan en el individualismo, diciéndonos que todo lo que consigamos en la vida valdrá la pena únicamente porque lo hemos logrado con nuestro propio esfuerzo. Las subvenciones, los subsidios, las ayudas, las becas, la sanidad pública, la educación pública, son cosas de pobres. Y tú eres de clase media. A ver si te van a confundir con esos que, por vagos, no saldrán nunca de la miseria.

5. La demonización de los sindicatos. Muy importante es eliminar los sindicatos para que los trabajadores no puedan unirse. Se les acusa de no defender nada más que a los trabajadores que tienen un trabajo fijo y de que no se preocupan de los parados y de los precarios. También se buscan los múltiples ejemplos que existen de sindicalistas corruptos o aprovechados para extender la mancha a todas las organizaciones sindicales. Pero el debilitamiento de los sindicatos produce mayor indefensión a los trabajadores. Piensa un momento, ¿quién va a defender los derechos de los trabajadores y a unirlos para hacer fuerza? Yo creo que es mejor que existan sindicatos, aunque no sean ideales, ni mucho menos. Porque la alternativa es que los patronos (me gusta esa palabra antigua) decidan por nosotros. Y hasta el más paternalista de los empresarios arrimará el ascua a su sardina.

6. Los trabajadores como competidores. Otra manera efectiva de destruir las clases sociales, sobre todo la clase trabajadora, es enfrentar a unos trabajadores con otros. Como dije, se enfrenta a los nacionales con los extranjeros. También a los que tienen un trabajo precario con los fijos y sobre todo con los funcionarios, que tienen muchos "privilegios" (como si trabajar y cobrar un salario digno por ello fuera un privilegio). Si las mujeres trabajan quitan el trabajo a los hombres, que son los cabezas de familia. Como las grandes fábricas se han trasladado a Asia, los centros de trabajo que quedan aquí son más pequeños, lo que dificulta la unión de los trabajadores, que se quedan aislados, con su miedo a que los despidan.

7. Las clases sociales tras la crisis. Así, nos quedan tres grupos sociales bastante bien definidos y de los que cuesta trabajo salir. Los que tienen la pasta: Son un uno por ciento, tú no estás ahí. Los dueños de las empresas y sus secuaces políticos, directivos, periodísticos y sociales. Los cagaos. Viven, pero con el miedo constante a perder su trabajo o sus magros ingresos. Trabajadores y pensionistas. A estos son a los que convencen los primeros diciéndoles que están en su misma clase social y que no se fíen de los populistas, que les van a quitar lo poco que tienen. Los excluidos. Jóvenes que buscan empleo, parados mayores que no lo van a encontrar, trabajadores que van saltando de un empleo precario a otro, los que viven de los subsidios y las ayudas. A estos se los enfrenta con los extranjeros que luchan con ellos por obtener las migajas de la sociedad, diciéndoles que no se fíen de los populistas, que prefieren moros o sudacas a españoles.