jueves, 24 de noviembre de 2016

Siete nociones clave sobre el populismo

El populismo se define en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, en su segunda acepción, como una tendencia política que pretende atraerse a las clases populares. También señala que esta acepción es más usada en sentido despectivo.

El término populista se lanza a la cara de muchos políticos para identificarlos con aquellos que hacen promesas fáciles de entender y que seducen a la gente menos culta. Pero los acusan también de que esas promesas no van a ser cumplidas, o porque el prometedor no querrá o porque no podrá hacerlo cuando llegue al poder. Se opone así el político populista al político serio que únicamente promete lo que tiene intención de cumplir.

Como el populismo está de moda, desde que Trump ganó las elecciones a la presidencia de los Estados Unidos, vamos a intentar ayudar a las discusiones con los cuñados, con siete claves fáciles de entender, pero lo más rigurosas posible.

1. El populismo no es malo per se. Es simplemente una forma de dirigirse al pueblo en la que se le dice que las élites (casta o establishment) que nos gobiernan son corruptas y egoístas. Es cierto que nos gobiernan las élites. No hay más que indagar un poquito en el árbol genealógico de los que mandan en la política y en la economía de la mayoría de los países. Y también es cierto que las élites, casi por definición, son corruptas y egoístas e ignoran al pueblo. Hay quien dice que si sustituimos esas élites por gente salida del pueblo se convertirán en élites y se volverán corruptas y egoístas. Pero me gustaría verlo, porque en España hace mucho que no pasa.

2. Populismo y élites económicas. Las corporaciones y las élites económicas tienden a ser las más afectadas por las políticas que los populistas pretenden implementar. Por eso están en contra de estos líderes que dicen defender al pueblo. Un pobre va a seguir siendo pobre gobierne quien gobierne. Pero los ricos, que lo son porque dan más importancia al dinero que los pobres, lucharán hasta el último céntimo por las fortunas que les quieren "nacionalizar". Las élites económicas mundiales reman siempre en la misma dirección, la de la globalización del mercado de capitales. Muchos políticos populistas hablan en contra de la globalización, porque se apoyan en una creencia supersticiosa que surge del miedo del inculto a lo desconocido; la de que más fronteras y más aranceles protegerán a los pobres de un país frente a los pobres de fuera que quieren arrebatarles lo poco que tienen.

3. Populismo de derechas y populismo de izquierdas. Imaginemos un partido populista, es decir, una formación que lleva en su discurso la confrontación entre un pueblo virtuoso y unas élites corruptas. Si consigue llegar al poder debe dejar de destruir para construir. Tanto si es de derechas como de izquierdas ha conseguido el voto de los perdedores de la crisis y de los que se oponen al establishment. Pero un partido populista de derechas llenará sus políticas de gobierno con lo que piensan aquellos que temen perder su identidad nacional por la globalización, y fomentará la confrontación con el extranjero. Sin embargo, el populista de izquierdas abrirá los brazos al extranjero, pues no está imbuido de sentimientos nacionalistas. Por eso sus programas socioeconómicos son radicalmente distintos. El derechista baja impuestos para que cada uno se busque la vida sin ayuda del Estado, pero no permite entrar en el sistema a los que no son nacionales, para evitar la competencia por el trabajo con las clases bajas del país. El izquierdista sube los impuestos para que el Estado se preocupe de cuidar de sus nacionales, pero también de aquellos que quieran trabajar en la construcción de la nación.

4. Populismo y demagogia. Muchas veces se confunden ambos términos. El populista suele demostrar su aversión a las élites económicas e intelectuales pero, como he señalado antes, no tiene por qué mentir en sus intenciones. El demagogo utiliza promesas falaces que sabe que no va a cumplir, pero que atraen el pueblo, y lo hace con la intención de conseguir sus propios intereses, que pueden tener poco que ver con lo que dice. El demagogo es un mentiroso por definición, el populista no tiene por qué serlo. Claro, se puede ser populista y demagogo a la vez, y esto sucede a menudo.

5. Populismo desde dentro del sistema. Los populistas no quieren ser vistos como políticos profesionales. Sin embargo, ya hace tiempo que los políticos profesionales han caído en el populismo. Como dije arriba, y siempre según mi opinión, el populismo no es malo en principio. Pero no me negarán que cuando Aznar repetía una y otra vez: "España va bien", estaba siendo populista. Una frase sencilla y que entiende hasta el más inculto, pero completamente vacía de contenido. Pero no es el único político que ha usado el populismo. Zapatero decía que iba a conseguir el pleno empleo en España. Felipe González aseguraba: "OTAN, de entrada, no". Y ya no hablemos de los llamamientos a la unidad de España. Si eso no es populismo, que baje Montesquieu y lo vea.

6. Lo contrario del populismo. Pues bien, si el populismo fuera malo, lo opuesto al populismo sería bueno. Es decir, no intentar atraer al pueblo sería bueno. Pero ¿qué político no quiere atraer al pueblo? Cuando Rajoy dice que van a subir el IVA de "los chuches", ¿está siendo populista?. El político que no es populista no intenta atraer al pueblo con arengas vacías de contenido, del estilo: "para acabar con el paro, crearemos empleo", sino que argumenta con datos cómo va a crear empleo. Pero hay una enorme cantidad de gente que, por falta de formación, no puede seguir más de dos minutos el discurso de un tipo hablando de relaciones laborales y economía. Un pueblo poco educado será presa fácil de los discursos populistas.

7. Populismo y medios de comunicación modernos. El discurso populista se antoja necesario en los tiempos que corren. Nos hemos acostumbrado a entender la realidad en titulares. Casi nadie se va a parar a leer una noticia que ocupe más de quinientas palabras. En la televisión se debe resumir en un minuto el discurso de un orador en el Congreso. Por eso el discurso debe estar orientado a que se puedan extraer de él algunas frases contundentes, debe ser chisposo y contener algún "zasca" al contrario. Y las frases contundentes son populismo, porque el populismo no es una tendencia política, sino una forma de dirigirse a las masas. Por eso, si queréis escuchar un discurso que no sea populista, que diga cosas, remontaos a Antonio Maura, Emilio Castelar, Indalecio Prieto, Manuel Azaña o Adolfo Suárez.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Siete lugares de Donostia/San Sebastián

Los días 9 a 12 de septiembre de 2016 viajé a San Sebastián para hacer un poco de turismo. Pero turismo del que a mí me gusta, con pocas iglesias y muchos pintxos. Aquí os dejo siete localizaciones de mi viaje que creo que deben visitarse:
1. La bahía de la Concha condiciona la arquitectura de la ciudad, que se ha construido en torno a ella. Contiene la playa de la Concha y la de Ondarreta. Su forma está remarcada por el paseo que la bordea, con su emblemática barandilla. Es imprescindible recorrer este paseo, de unos dos kilómetros, a cualquier hora del día. Saliendo de la Parte Vieja y pasando por el náutico, el Ayuntamiento, el hotel Londres, La Perla, el palacio de Miramar o los jardines de Ondarreta, llegarás hasta el peine del viento, el conjunto escultórico de Chillida. Mira las farolas del paseo, en las que se inspira el premio Donostia del festival de cine. En la playa te puedes bañar si hace buen tiempo y consigues encontrar un sitio para poner la toalla (cuidado con la marea, que sube muy deprisa). Aquí llegan también las regatas de traineras, tumultuosamente seguidas desde la barandilla. En medio de la bahía se encuentra la isla de Santa Clara, que la convierte en inconfundible.
2. En ambos extremos de la bahía de la concha se alzan dos montes. El de la izquierda es el monte Igueldo, al que se sube en un funicular vintage y que tiene en la cima un pequeño parque de atracciones, también con aroma antiguo. Desde arriba se contempla una vista espectacular de la ciudad, y más si te atreves a subir los escalones del torreón. A la derecha está el monte Urgull, al que se puede ascender andando por los caminos que discurren entre su exuberante vegetación, pero es menos cansado subir en un pequeño autobús. Arriba se encuentra el Castillo de la Mota, que sostiene sobre una de sus capillas la estatua del Sagrado Corazón de Jesús. Bajando por la ladera, vemos varias fortificaciones medio derruidas y el cementerio de los ingleses, que consiste en algunas lápidas desperdigadas de varios soldados muertos, al parecer, durante las guerras carlistas del siglo XIX. Al pie de este monte, desde el paseo de Salamanca, se puede contemplar el auditorio Kursaal y el palacio de congresos. Son dos cubos gigantes que por el día parecen sucios y sólo son bonitos cuando se iluminan. Al pie de este complejo arquitectónico está la playa de Zurriola, llena de surfistas, y desemboca el río Urumea. Desde la desembocadura puedes ver los tres últimos, y preciosos, puentes: el de Zurriola (también llamado del Kursaal), con sus icónicas y cónicas farolas, el de Santa Catalina y el de María Cristina. A la derecha se encuentra el teatro Victoria Eugenia y el Hotel María Cristina, construidos durante la Belle Époque y donde te puedes cruzar con estrellas de cine si acudes durante el festival.
3. Al pie del monte Urgull, entre el puerto y la desembocadura del río, la Parte Vieja es la zona con la arquitectura más tradicional. En sus estrechas callejuelas, llenas de locales, puedes saborear lo mejor de esa gastronomía efímera que son los pintxos. La calle del Puerto es un hervidero casi todo el día. Allí está el mesón Portaletas, donde tomamos varios deliciosos pintxos calientes y fríos en una de las mesas de la entrada. En la Plaza de la Constitución, que tiene números en los balcones, porque en tiempos fue plaza de toros, un escenario albergaba por la tarde una actuación de bandas de música tradicional vasca y de dantzaris, a los que vimos ensayar. En la plaza de Zuloaga encontramos el Museo de la Sociedad Vasca de San Telmo, pero preferimos entrar al cine allí al lado y vimos "Tarde para la ira", la aclamada película de Raúl Arévalo, a la que califico con un 7,5. Buen thriller, con sorpresas, pero sin caer en tópicos. Para salir o entrar a la Parte Vieja puedes usar también la Alameda del Boulevard, una calle comercial que va desde la Concha al río y en la que se ubica una oficina de turismo.
4. El Barrio Centro es una zona de edificios muy homogéneos y que se ven caros, en el que se han instalado los bancos, las aseguradoras y todo ese tipo de negocios. En él se encuentra la Catedral del buen Pastor, uno de los edificios más impresionantes de la ciudad que, a pesar de parecer gótica, fue construida a finales del siglo XIX. En la calle San Martín, 30, al lado de la catedral, bajo los soportales, está el bar Iturrioz, decorado en blanco, en el que los pintxos de la barra no se ven desde la calle, porque los tapa una columna. Ahí probamos el bacalao, exquisito. En la calle San Marcial, 48, cerca del hotel Londres y La Concha está el bar La Espiga, un local grande con aires de cafetería, pero mucha variedad de buenos pintxos en la barra.
5. El Barrio de Gros está situado entre la playa de Zurriola y el río Urumea. Es un barrio residencial donde puedes ver muchos surfistas con la tabla debajo del brazo. En La Bodega Donostiarra, que está en la calle de Peña y Goñi, 13, tomamos una tortilla de chorizo y en casa Senra, en la la calle San Francisco, 32, tortilla de bacalao y champiñón con foie, que estaba deliciosa. Dicen que El Bergara es uno de los mejores sitios de pintxos de San Sebastián, pero ya íbamos llenos y no entramos. Y es que hay que comer y beber con moderación. Muchas veces, si vas a cerveza, en vez de una caña pide un zurito, que es como un corto en otros lugares de España. Al salir de Gros paseamos por la orilla del río hasta el edificio Tabakalera, que es un centro cultural. También nos perdimos (literalmente) en el frondoso parque de Cristina Enea.
6. El Antiguo. Es un barrio que se llama así porque parece ser que fue la primera zona poblada de Donostia. Pero actualmente es un espacio residencial y comercial abierto y moderno. Antes de entrar en él hay que darse un paseo por el palacio de Miramar, que fue construido a finales del siglo XIX para que los reyes de España pudieran veranear allí. Actualmente es un centro cultural, en cuyos jardines vimos una exposición al aire libre. Saliendo de esos precioso jardines llegamos a la calle Matía, eje comercial del Antiguo. El bar Danena está al principio de la calle. En su terraza degustamos un champiñón con salsita "mu rico".
7. Hondarribia o Fuenterrabía es un pueblo situado a unos veinte kilómetros de San Sebastián, del que dicen que es uno de los más bellos de Euskadi. Es verdad que es bonito. Tiene un recinto amurallado en el que está el castillo de Carlos V, que actualmente es un parador. En el barrio de la marina se pueden ver sus tradicionales casas blancas, con los balcones de madera pintados de forma llamativa. Las verás en las calles Santiago y San Pedro. En el número 61 de esta última tomamos en el bar El Gran Sol un pintxo de berenjenas con gambas y otros fríos y agridulces, que contenían higos y mermeladas. Muy originales. El pueblo se encontraba en plenas fiestas patronales y, por el paseo marítimo, llegamos a la feria. En un parque a las afueras de la ciudad asistimos a una competición de levantamiento de piedras y de corte de troncos. Muy euskaldún.

Finalmente os enseñaré algunas palabras en euskera que aprendí durante mi visita. Para saludar hay que decir egun on por las mañanas, arratsalde on por las tardes y gabon por las noches. Pero lo normal es saludarse de una manera más informal, con kaixo, que significa hola, pero sobre todo con epa o aupa, que es el saludo más típico y que hay que practicar un poquito para intentar decirlo al estilo vasco. Y, por supuesto, para despedirse agur es imprescindible. Otra cosa, cuando veáis un cartel en un bar en el que pone komunak, ahí está el baño. Emakumeak es el de señoras y gizonak el de hombres, pero esto no es necesario saberlo porque normalmente hay un dibujito en las puertas.